SOCIOLOGIA DE LA ALTERIDAD
sociologia23 de Octubre de 2012
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SOCIOLOGÍA Y ALTERIDAD:
Un Conocer por Relación
Luis Alarcón e Irey Gómez
Investigadores del Centro de Investigaciones e Innovaciones Sociales SOPHIS
Adscrito al Consejo de Investigación de la Universidad de Oriente-Venezuela
e-mails: sociology@cantv.net; sociology@lycos.es; gomezalar@hotmail.com
Es indudable para los teóricos sociales, que propuestas como las Representaciones Sociales de Moscovici o el Interaccionismo Simbólico de Mead y Blummer, han aportado elementos significativos y trascendentes para el campo de la investigación social. En esto el consenso es general. Las llamadas teorías del orden social interactivo hoy nuevamente están de vuelta, más que por su utilidad inapelable, están en el escenario nuevamente por aquello de la moda, que muy comúnmente se estila hoy en los centros académicos como investigación y paradigma complejo. Tal vez vuelva ocurrir nuevamente lo que siempre le ha pasado al discernimiento sobre la cuestión social, se desconoce lo que se hace y desde dónde se hace, porqué se hace y por quién. En ese sentido, presentamos nuestra propuesta que hemos venido construyendo teórica y epistemológicamente desde diversas áreas de la ciencia social y desde la cotidianidad que nos circunda. Un conocer por relación, o lo que hemos llamado Sociología de la Alteridad. Ella vendría a complementar los aportes teóricos de Blummer y Moscovici en el plano estrictamente de la Investigación Social. Postulamos desde ya que la construcción de la realidad y la idea que los sujetos hacen de ella, se le accede ineludiblemente a través de la otredad o Analéctica. Aspecto fundamental que desarrolla la Sociología de Alteridad, un conocer por relación.
Palabras Claves: Representación Social, Alteridad y Analéctica, Teoría e Investigación Social. Conocimiento Social.
Eso que llamamos Sociología: Una Mirada Retrospectiva.
El origen de la sociología latinoamericana tiene un trasfondo epistemológico que la ha marcado durante todo su desarrollo. Es decir, hay una doble tensión que la caracterizó y que la caracteriza actualmente. Pero esta situación no es casual y singular de nuestra región. Ya en el origen mismo de la racionalidad moderna existió la controversia (Castro 1988; Sonntag, 1989; Rodríguez, 1992; Sotelo, 1999); lo mismo que en América Latina. Por ahora, nos interesa destacar esta situación para diferenciar el comienzo, si se quiere, de la sociología científica en la región y hacer mención así a lo que se dejó de lado, lo que se olvidó, la otredad .
A la hora de rescatar los “verdaderos” orígenes de la sociología clásica latinoamericana, es necesario tener presente que América Latina no fue partícipe de la formación del conocimiento sociológico que se constituyó en el siglo XIX, y que sirvió de base a los desarrollos teóricos de Comte, Durkheim y Marx. Específicamente, después de la Segunda Guerra Mundial apareció el pensamiento científico sociológico en la región, catalogando y desechando de "ensayístico y presocial" a todo el bagaje que hasta ahora se había construido y desarrollado como genuina sociología. De allí surge, precisamente la crítica de Roitman quien sostiene que:
... la sociología latinoamericana se inicia sólo cuando recibe el cuadro teórico metodológico que le proporciona el status de ciencia normativizada, que implica una concepción de ciencia estrecha, al mismo tiempo que su aceptación deslegitima todo el pensamiento anteriormente producido como conocimiento sociológico (1995: 7).
Bajo este principio podríamos señalar que Marx no fue sociólogo porque no tenía título. Solo aquellos que lo poseen lo son. Este reduccionismo al cual se refiere Roitman, terminó imponiendo un criterio de “verdad” y excluyendo a pensadores latinoamericanos como Mariátegui, Martí, Rodríguez y Artigas, por el simple hecho de no ser “sociólogos” y no emplear el esquema cartesiano y newtoniano; aunque sus análisis hoy aporten una serie de elementos que nos permitan interpretar nuestras culturas y realidades. Lo que hemos hecho hasta ahora es,
... recrearnos en la subsidiaria del pensamiento. Nuestras interpretaciones son explicaciones que se establecen por una relación comparativa con los padres fundadores de la sociología o del conjunto del pensamiento social (Roitman,1995: 7).
Así la interpretación de la realidad social compleja quedó subsumida a aceptar mecánicamente lo elaborado por la racionalidad occidental, para aprehender y adecuar nuestros países a la búsqueda de factores aceptados “científica e internacionalmente”. De modo, que por ahora nos interesa destacar el pensamiento científico latinoamericano coherente con los principios y fundamentos bajo los cuales nació y se desarrolló por largo tiempo.
Es de total consenso entre la mayoría de los científicos sociales, respecto a que las ciencias sociales latinoamericanas nacieron institucionalmente después de la Segunda Guerra Mundial (1945), bajo la influencia del pensamiento –positivista- occidental europeo, y específicamente el estructural funcionalismo norteamericano (Castro, 1988; Sonntag, 1989). Hasta entonces, lo que estaba presente era la prevalencia de un pensamiento latinoamericano liberal, que tenía como base la especulación filosófica con carácter “precientífico, presociológico y premoderno”; más que la argumentación basada en el método científico de observación y predicción. Así, el tránsito de una ciencia social tradicional caracterizada por los análisis enciclopédicos y ensayísticos, cedió el paso a una ciencia social moderna basada en el método científico de investigación y observación empírica (Germani, 1964; Castro, 1988; Sonntag, 1989; Rivas, 1990; Sotelo, 1999).
Este cambio implicó la correspondencia estructural con los procesos de modernización e industrialización desarrollados en la región a partir de la década de los sesenta. De modo, que la aparición de estos procesos en América Latina es lo que explica la superación del liberalismo y del positivismo, “relativamente” como marcos de análisis teórico-conceptual. Vale decir, que:
La necesidad de consolidar el poder económico y político de las clases sociales emergentes (como de las clases medias y altas en las ciudades y de la misma burguesía industrial en ascenso en el período) sobre el proletariado, la clase obrera y los sectores populares, significó que las corrientes del liberalismo y el positivismo fueran desplazadas paulatinamente como los “paradigmas” que habían representado los intereses materiales e ideológicos de las clases oligárquicas asentadas en el patrón de reproducción capitalista primario-exportador y dominado el panorama intelectual de la región desde el siglo XIX (Sotelo, 1999: 3).
Así el desarrollo del pensamiento social latinoamericano tendrá que ir quebrando el progreso hegemónico del liberalismo y del positivismo como corrientes teóricas, para instaurar los nuevos marcos epistemológicos, teóricos y metodológicos en el análisis e investigación de las ciencias sociales de la modernidad.
De esta manera se origina y se cierra un período que va desde la institucionalización de las ciencias sociales, superando relativamente los marcos metodológicos conceptuales positivistas hasta el desarrollo de éstas bajo una perspectiva científica. Podríamos recapitular las diversas expresiones de lo que ha sido el desarrollo del pensamiento social latinoamericano en: realismo social o liberalismo, física social o sociología positivista, dualismo estructural-funcionalista, sociología científica y sociología del desarrollo o desarrollismo cepalino y por último la teoría de la dependencia.
La búsqueda de estas sociologías, indistintamente de su orientación epistemológica consistió fundamentalmente en explicar los cambios económicos, sociales, políticos y culturales que iban a configurar las nacientes regiones latinoamericanas, en conceptualizarlos y en darles sistematización teórica, con el objeto de encontrar instrumentos o herramientas que le permitieran intervenir en dichos procesos (Sonntag, 1989). Específicamente, en el caso del pensamiento cepalista y del marxismo latinoamericano, a pesar de sus divergencias teóricas y epistémicas, comparten prácticamente la misma visión acerca del desarrollo latinoamericano, a partir de la idea del proceso histórico como progreso.
Aunque ambas postulaban el rescate de la realidad en contraposición de una apología del status quo, terminaron aceptando - en el caso del cepalismo - que era posible alcanzar el desarrollo; característica esencial de la sociedad capitalista, a partir del capitalismo occidental. Por su parte el marxismo, fundamentó su creencia en una revolución democrático-burguesa que pudiera fundar las bases de un capitalismo “nacional”, eslabón que a futuro garantizara la revolución socialista.
Esta coincidencia no es casual; recordemos que el pensamiento social moderno tiene su orígen en la interpretación de la historia como progreso, Kesting señala: “si el progreso en el siglo XVIII fue esencialmente un progreso de la razón, de la moral y de la humanidad, ahora se centra en la civilización económica, industrial y técnica “ (1959: 40). Estas ideas permearon todo el desarrollo del neoclasicismo económico y del estructural-funcionalismo en la sociología,
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