Para prevenir el trabajo infantil hay que deconstruir
clajunaDocumentos de Investigación8 de Octubre de 2025
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PARA PREVENIR EL TRABAJO INFANTIL HAY QUE DECONSTRUIR
LA CULTURA COLONIAL: BASES PARA UNA PEDAGOGÍA DE LOS DERECHOS DE NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES A CRECER EN ENTORNOS FAMILIARES Y SOCIALES PROTECTORES.
POR: Claudia Judith Navas B.
Punto de vista abordado desde la memoria histórica contextualizada.
Durante la época colonial, la principal preocupación relacionada con la infancia radicaba en la necesidad de abordar la situación de los niños y niñas que eran abandonados, vagaban por las calles o incluso fallecían en total desprotección. Así, los niños y niñas de la calle se convirtieron en el primer grupo infantil que originó el interés de la sociedad y, el trabajo que ellos realizaban, lejos de ser considerado negativo, se apreciaba como una alternativa de integración social y de adquisición de hábitos que les permitirían aportar en la comunidad.
En cuanto a su participación económica, los registros más tempranos de la colonia ya muestran una amplia presencia infantil en la extracción de minerales. Un fenómeno similar se registra en la manufactura artesanal, el comercio, los servicios personales y agricultura. Estas últimas áreas productivas se asociaban a las obligaciones propias del sistema de inquilinaje y el trabajo familiar en la pequeña propiedad. Diversos historiadores señalan que, en la Colombia del siglo XIX, un alto porcentaje de los niños y niñas que no integraban las familias nobles y aristocráticas no vivían con su padre y, a menudo, tampoco con la madre. No era excepcional que las mujeres pobres, al encontrarse solas, no pudieran hacerse cargo de sus hijos. Imperaba entonces un sistema semi-feudal en el cual gran cantidad de niños y niñas trabajaban como sirvientes para un tercero, quien, a cambio, les proporcionaba alojamiento y alimentación.[1]
Recién en los primeros años del siglo XX comenzó a manifestarse cierto rechazo social al trabajo infantil. Sin embargo, la condena recayó sólo en aquellas actividades que entrañaban mayor peligro para el desarrollo psicosocial y físico de los niños y niñas. En particular, se consideró pernicioso que éstos trabajaran en la calle, en las fábricas y en las minas, pero se mantuvo una actitud tolerante hacia otras actividades. Sólo a mediados del siglo pasado se registró un cambio de actitud en la sociedad colombiana. De la aceptación del trabajo infantil como un comportamiento social normal, se pasó a un rechazo al fenómeno en general y no sólo a sus expresiones más riesgosas.
Esta nueva conciencia social, orientada hacia la protección de la infancia, fue potenciada por las sucesivas leyes sobre educación básica obligatoria de principios del siglo XX, Las escuelas primarias se dividieron en urbanas, rurales y nocturnas, cada una de ellas era regida por diferentes normas. Por ejemplo, la escuela urbana constaba de seis años de enseñanza, los dos primeros llamados elementales, los dos siguientes escuela media y los últimos años escuela superior, mientras que la escuela rural solo constaba de tres años de instrucción primaria y era alternada según género. Respecto de la educación secundaria, ésta debería estar a cargo de la Nación y debería ser inspeccionada por la rama ejecutiva.
La instrucción industrial estaría financiada por la Nación, cuando los establecimientos estuvieran ubicados en Bogotá, o por los Departamentos en los demás casos. La educación secundaria se dividió entre técnica y clásica. A la primera se le fomentó explícitamente al ser uno de los principales objetivos del gobierno el de “impulsar a la juventud por el camino de la industria”.
De otra parte, se promovió la creación de escuelas normales en las diferentes capitales del país, debido a que antes de la guerra civil de los Mil Días (1899-1902), muchas de las escuelas normales fueron clausuradas, lo que llevó a una carencia de personal docente calificado en el país. Esta preocupación por la educación contribuyó a delimitar la infancia como un espacio formativo esencial que requería ser protegido.
El trabajo infantil es visto hoy como una de las estrategias de supervivencia de aquellas familias marginadas de los beneficios sociales o de la posibilidad de empleo. La búsqueda de ingresos de estos menores tiene lugar en la calle, en el sector agrícola, en el comercio y en el sector de servicios, lo que se mantiene hasta la actualidad.
Al hacer la revisión bibliográfica y analizar la evolución de la educación primaria y secundaria en Colombia durante el siglo XX, se encontró que la expansión de la educación, tanto primaria como secundaria a lo largo de la primera mitad el siglo XX fue muy lenta. Las transformaciones educativas sólo empezaron a ocurrir en la década de los cincuenta, cuando se presentó un rápido y sostenido crecimiento económico y un cambio significativo en la estructura económica y demográfica del país. Desde 1950 y hasta mediados de los setenta, los indicadores educativos crecieron a un ritmo nunca antes visto. Sin embargo, la expansión de los indicadores educativos se frenó desde mediados de los setenta y hasta principios de los ochenta, cuando se dio una nueva expansión en los mismos que se mantuvo hasta finales de siglo.
A pesar de estos grandes avances durante la segunda mitad del siglo XX, al finalizar los noventa el sector educativo Colombiano seguía presentando bajos niveles de cobertura, eficiencia y calidad así como vaguedad en las competencias y obligaciones en términos administrativos y financieros de los diferentes niveles gubernamentales.[2]
El presente ensayo se enmarca dentro del debate de la noción moderna de infancia en el contexto del sistema-mundo desde una perspectiva postcolonial y post-occidental.[3] Teniendo en cuenta la división racial e internacional de trabajo, se indaga la noción de infancia en Colombia y Latinoamérica, particularmente en los sectores populares, campesinos e indígenas.
Mientras los hijos de los obreros europeos fueron sustraídos de los trabajos industriales en el término de medio siglo y protegidos por el sistema escolar y social, los hijos de indígenas, esclavos y mestizos en Latinoamérica, África y Asia, continuaron participando en las formas de producción propias de la periferia del sistema-mundo capitalista, en las modalidades de la informalidad, el servilismo, la esclavitud y la producción artesanal, demostrando así, la imperiosa necesidad de abordar desde los contextos educativos la deconstrucción de una cultura colonial para la prevención del trabajo infantil, fomentando la cultura del derecho de los NN y adolescentes a crecer y desarrollar su libre personalidad en entornos familiares y sociales protectores, desde las escuelas de padres y madres que promuevan la corresponsabilidad de manera sistémica: familia – comunidad – Institucionalidad – territorio, de los cinco principios del derecho, que parten del orden jurídico colombiano:
- Principio de Precaución
- Principio de Equidad Intergeneracional
- Principio de Solidaridad
- Principio de Participación
- Principio de Interés superior de las NNA
MARCO JURÍDICO Y LEGAL QUE PROHÍBE EL TRABAJO INFANTIL EN COLOMBIA.
El Primer Plan Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil y la Protección al Joven Trabajador, (1996) define al “Trabajo infantil como toda actividad física o mental, remunerada o no, dedicada a la producción, comercialización, transformación, venta o distribución de bienes o servicios, realizada en forma independiente o al servicio de otra persona natural o jurídica por personas menores de 18 años de edad”. Para Bonilla (2010), el trabajo infantil es “toda actividad económica realizada por los niños, las niñas y los adolescentes que los priva de su infancia, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico, tales como: la esclavitud, la servidumbre, el trabajo forzoso, la prostitución, la pornografía, el reclutamiento en el conflicto armado y la utilización en actividades ilícitas.
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