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La comprensión lectora desde una perspectiva cognitiva

mariansol83Reseña30 de Septiembre de 2025

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDESTE

FACULTAD DE HUMANIDADES

La comprensión lectora desde una perspectiva cognitiva

DESCRIPCIÓN DEL NIVEL DE PROCESAMIENTO COMPRENSIVO DISCURSIVO-TEXTUAL

A fin de describir el nivel de procesamiento comprensivo discursivo textual, se parte de la definición de texto en tanto es un acontecimiento comunicativo que cumple siete normas de textualidad. Si un texto no cumple alguna de esas normas, entonces no puede considerarse que ese texto sea comunicativo (Beaugrande y Dressler, 1997, p.35).  

Las dos primeras normas (cohesión y coherencia) se encuentran centradas en el texto y designan operaciones enfocadas hacia los materiales textuales.  Las siguientes, designan operaciones centradas en el usuario. A continuación, y siguiendo a los autores mencionados, se plantean dichas normas de textualidad.

La cohesión establece las distintas alternativas de conexión dentro de una secuencia que poseen los componentes de la superficie textual, que dependen entre sí.  Se asienta sobre dependencias de tipo gramatical y abarca todos los procedimientos que sirven para marcar relaciones entre los elementos superficiales de un texto.

Sin embargo, en la superficie de un texto a veces se producen ambigüedades que los hablantes pueden resolver pues esta norma -dentro del campo comunicativo- funciona en relación con las otras.  

La coherencia regula la posibilidad de que sean accesibles entre sí e interactúen de un modo relevante los componentes del texto, en la configuración de los conceptos y las relaciones que subyacen bajo la superficie del texto.

Concepto es un contenido cognitivo, estructuración de conocimientos que el hablante puede activar o recuperar en su mente con mayor o menor unidad y congruencia, y relaciones son los vínculos establecidos entre los conceptos, a veces explícitos y otros de tipo implícito, pues están más allá de las expresiones de la superficie textual, y es el sujeto oyente o lector quien debe establecer hipótesis o realizar inferencias para establecer dicha relación.  Entre las relaciones no explícitas se pueden señalar las de causa, posibilidad, razón, plan, propósito, tiempo, entre otras.

Por este motivo es importante señalar que la coherencia

no es un simple rasgo que aparezca en los textos, sino que se trata más bien de un producto de los procesos cognitivos puestos en funcionamiento por los usuarios de los textos. La simple yuxtaposición de acontecimientos y de situaciones en un texto activa operaciones que generan relaciones de coherencia. (Beaugrande y Dressler, op.cit., p.39).

Resulta de fundamental importancia considerar al texto en cuanto forma de actividad humana, que solo tiene sentido en tanto se produce una interacción entre los conceptos o conocimientos que aparecen en él y el conocimiento del mundo que se encuentra almacenado en la memoria de los interlocutores, que produce como resultado la atribución del denominado ‘sentido del texto’ que, si bien puede variar ligeramente de un hablante a otro, parece ser una propiedad bastante estable, pues la mayoría de los sujetos pueden acordar cuál es el contenido del texto.

La tercera norma de textualidad es la intencionalidad y se encuentra centrada en el usuario en tanto productor textual, pues el texto cohesionado y coherente es una consecuencia del cumplimiento de su meta o plan, es decir de sus intenciones.

La cuarta norma de textualidad se refiere a la actitud del receptor, es la aceptabilidad. Que un texto sea percibido como tal en tanto cohesionado y coherente depende de que tenga alguna relevancia para el receptor, quien posee la potestad de tolerar márgenes de imperfecciones textuales y de realizar ante ellas operaciones de inferencia, contribuyendo de este modo a obtener sentido del texto, sin deteriorar el proceso comunicativo.

La informatividad es la quinta norma de textualidad, y permite evaluar hasta qué punto las secuencias de un texto son predecibles o inesperadas, según la información que transmitan sea conocida o nueva.

La tarea de procesamiento de textos con alto nivel de informatividad requiere un mayor esfuerzo, pero al mismo tiempo puede constituirse en una actividad mucho más interesante que la del proceso de secuencia con bajo nivel de informatividad. Es clave para un productor textual evitar que la tarea sea tan ardua que la comunicación no pueda realizarse, ni tan fácil que sea muy poco interesante o absolutamente predecible por ser mínimamente informativo.

La sexta norma de textualidad es la situacionalidad. Esta refiere al contexto en el que un texto se produce, y engloba los factores que hacen al mismo relevante en una determinada situación –y no en otra-.  Por este motivo no tiene que ver con la claridad y cantidad de información que tenga el texto, sino con que el mismo sea apropiado a las circunstancias en una situación determinada.

Por último, la séptima norma que se señala es la de intertextualidad. Esta se refiere a los factores que hacen depender la utilización adecuada de un texto del conocimiento que se posea sobre otros textos anteriores.

Las normas enumeradas funcionan como principios constitutivos de la comunicación textual; si son quebrantados, dañan el proceso comunicativo.

Además de dichas normas, existen –desde la perspectiva de Beugrande y Dressler- tres principios regulativos: la eficacia, la efectividad y la adecuación.  La eficacia depende de que los participantes empleen un mínimo de esfuerzo; la efectividad, de que el productor alcance la meta comunicativa que se había propuesto; y la adecuación, de si se respetan o no las normas de textualidad.

        

Una vez descriptas las normas que regulan las condiciones de la textualidad, es importante considerar algunos factores fundamentales relacionados con la comprensión del texto escrito.  

La comprensión es un proceso general del intelecto que puede tener como objeto hechos físicos, naturales, sociales, etc., y no solo hechos del lenguaje, aunque este interviene decisivamente en toda operación comprensiva.  En sentido amplio, la comprensión se define como la asignación de un sentido coherente a un hecho. En el caso específico del lenguaje, existen procesos de comprensión que son comunes a todas las formas discursivas que este adopta, orales o escritas. (ALVARADO, M. y SILVESTRI, A., 2004, p.29)

La actividad mental realizada con la información proporcionada por un texto, con el objeto de asignarle un significado integral y coherente, se denomina procesamiento o tratamiento comprensivo.  En este procesamiento se realizan operaciones cognitivas generales: percepción, atención, memoria y pensamiento.

Al analizar el lenguaje, tanto oral como escrito, se distinguen distintos niveles que son objeto de procesamiento: subléxico, léxico, oracional y textual, que, si bien interactúan, al mismo tiempo poseen procesos específicos.  

En el caso de un lector experimentado, los distintos niveles son empleados de un modo equilibrado, con economía de procesamiento, sin consumir recursos innecesarios que produzcan sobrecarga cognitiva, para lo cual el nivel más básico –el subléxico- debe haber sido automatizado:  si ha habido una enseñanza eficaz, este nivel no consume recursos mentales durante la lectura, y el lector, al finalizar la lectura habrá elaborado una representación final coherente, integrando representaciones mentales parciales anteriores.

En todo texto se proporcionan al lector informaciones explícitas y otras implícitas. Al describir anteriormente las condiciones de la textualidad, se plantearon cuestiones relativas al proceso de inferencia. Este es un proceso que permite a un lector reponer información faltante, extrayendo de su conocimiento previo información ya almacenada.  Un lector es más experto en la medida en que es capaz de realizar mayor actividad inferencial; del mismo modo, un texto es más complejo y difícil de comprender en la medida en que requiera de un alto número de inferencias.

No es posible dejar de señalar los distintos aspectos que intervienen necesariamente en el proceso de comprensión e interactúan entre sí: por un lado, el lector, por el otro la situación, y por último el mismo texto.

 

Con respecto al denominado polo del lector y siguiendo a las autoras (ALVARADO Y SILVESTRI, op.cit.) se consideran aspectos relativos a diversos factores, entre ellos y fundamentalmente el desarrollo de sus habilidades lectoras y conocimiento previo o anterior sobre el tema del texto; con respecto a la situación, inciden los objetivos de lectura y las exigencias de la tarea; y en relación con el texto escrito, hay que considerar la variedad y grados de dificultad del mismo, sus características, estructura, tipos y contenido.

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