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Competitividad


Enviado por   •  5 de Octubre de 2014  •  4.305 Palabras (18 Páginas)  •  277 Visitas

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Competitividad, ¿buena o mala?

Hay un tema al que le llevo dando vueltas unas cuantas semanas y no sabía muy bien qué contar de él, pero me parecía importante. Y, dado a casualidades de la vida, el lunes salió este tema con un profesor y estuvimos debatiendo sobre él un buen rato.

Este tema, que lleva tanto en mi cabeza es el tema de la competitividad en los estudios. Empecé a pensar en él cuando, antes de empezar los exámenes, la gente se quejaba de lo mucho que le pedían sus apuntes o de las pocas personas generosas que los dejaban sin poner problemas.

Y la verdad es que el tema de la competitividad está a la orden del día en todas partes ya que, con el panorama que se nos presenta, solo nos queda la opción de destacar por encima del resto. Pero, ¿es necesario ser tan competitivo?

Este profesor nos habló de dos tipos de competitividad, él las llamaba la buena y la mala; nombres simples pero muy descriptivos.

La competitividad buena es aquella en la que tú estudias cómo están las cosas: el nivel de tu clase, la tasa de paro respecto a los estudios que estás cursando, cuáles son tus capacidades y tus puntos fuertes… Con toda esa información te vas poniendo metas y objetivos que debes ir cumpliendo a lo largo del curso y así, poco a poco, te superas a ti mismo y te formas mucho mejor.

Por otro lado, está la mala. Este tipo de competitividad es la que más llama la atención, por eso seguro que encontráis alguien en vuestra clase con estas características. Es aquella en la que el único objetivo del estudiante es ser el mejor, destacar y tener un expediente brillante. No es mala por todo eso ya que tener esas metas está genial, el problema aparece cuando no facilita a sus compañeros que también sean los mejores. Estudia muchísimo pero se guarda todo para sí mismo y, es por eso que en ocasiones, ninguno de sus compañeros se convierte en un amigo.

Con esto no quiero decir que hay que ir regalando los apuntes o dejándoselos incluso a esos estudiantes que no conoces de nada. Lo que hay que intentar es estudiar para ser el mejor en lo que más te gusta pero, por otro lado, ayudar a tus compañeros a llegar a ser lo que ellos quieren. Por ejemplo, si necesitan una explicación de algo que tu entiendes, no dudes en ofrecerte, ¿quién sabe si ellos algún día te podrían explicar otro tema?

Los estudios superiores son el momento perfecto para encontrar tu vocación ir a por ella, pero recuerda que eso no lo puedes hacer solo por mucho que te empeñes. Tanto tus compañeros como tus profesores son fundamentales en tu desarrollo. ¿De qué sirve tener un expediente brillante si luego no sabes relacionarte con nadie?

Recordad que, a la hora de elegir candidatos para las entrevistas, las empresas no solo miran el expediente. Las empresas buscan mucho más en una persona. Además, puede que algún día ese compañero con el que competías en clase termine siendo quién te contrate.

No desarrolles solo tu cerebro, el compañerismo siempre es un plus.

La competitividad no es mala sino que es insana. La competitividad no es saludable. Si compites, entonces luchas. Miras al otro como enemigo. Entonces desconfías. Si desconfías, recelas, celas, sientes envidia. Si envidias no admiras. Si no admiras no creces. Si desconfías y no admiras entonces no amas. No amas a alguien ni amas lo que haces ya que tu interés y satisfacción no esta en la acción misma sino en la obsesión por el resultado de tu acción. Te envilece.

Lo ideal es no competir. No compararse. Ir a tu propio ritmo.

A crecer por desarrollo en el deseo e intencion de ser mas y conocer mas y no crecer por complejo de inferioridad o superioridad.

Si vas a tu propio ritmo haras cada vez mejor las cosas. Lo haras con mas amor. Con mas alegria y tranquilidad. Y cada vez mejor!

Haga esta prueba. Escuche el discurso de un responsable gubernamental, un representante empresarial o un asesor de políticas hablando sobre las salidas de la crisis. Cuente el número de veces que utiliza la palabra competitividad. Verá que son muchas. Este término se ha convertido en una palabra mágica y, para muchos, con solo mencionarla se arreglan todos nuestros males. Como economista, tengo una relación ambigua con el término. Paul Samuelson, el gran economista norteamericano que mayor influencia tuvo en el análisis económico de la mitad del siglo pasado, decía que «los buenos economistas no hablan de competitividad». Entonces, ¿de qué hablan los que hablan de competitividad? Es posible identificar tres grupos.

EL PRIMERO está formado por personas que no saben de qué hablan. Cuando se les piden propuestas, simplemente dicen «competitividad» porque no logran formular ninguna otra propuesta.

Para un segundo grupo, competitividad es sinónimo de bajos salarios y condiciones de trabajo precarias. De esa manera, dicen, los productos y los servicios españoles se harán más competitivos en los mercados internacionales. Dado que ahora no tenemos moneda propia, no podemos devaluar para ganar competitividad a corto plazo por esta vía, como sí lo puede hacer, por ejemplo, Inglaterra, que pertenece a la UE pero no está en el euro. Este grupo propone la devaluación interna de salarios como sustitutivo de la devaluación de la moneda. El problema con esta visión es que para mejorar la competitividad externa hay que empeorar las condiciones de trabajo y de vida de mucha gente. Sería, dicen, un coste social inevitable, al menos a corto plazo. Pero un corto plazo que puede ser una eternidad.

¿No hay otras visiones más benéficas de la competitividad? Las hay. Para un tercer grupo, competitividad es la capacidad de una economía para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Desde esta visión, un país es tanto más competitivo cuanta mayor capacidad tiene para aumentar el bienestar social a largo plazo.

Como ven, la competitividad es como el colesterol: la hay buena y mala. La competitividad buena mejora las condiciones de vida de la gente; la mala las empeora mucho. La competitividad mala es la que se vincula exclusivamente a la rebaja de salarios. La buena es la que viene de las mejoras en la productividad. Uno de los 10 mandamientos de la economía dice que, a largo plazo, la mejora de las condiciones de vida y de la riqueza de un país depende únicamente de las mejoras de productividad. Con la ventaja añadida de que una economía más productiva es, a la vez, más competitiva.

¿Qué tipo de competitividad domina el discurso oficial y las políticas públicas en este momento? Hay una deriva peligrosa hacia la competitividad mala. Este

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