El escritor
miguel1999_kkTrabajo3 de Diciembre de 2017
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EL ESCRITOR
Miguel Ángel Barragán Calderón
Editorial Clío
1ra Edición
Salamanca, Guanajuato, México
06-04-2016
Era 10 de Enero, una mañana un poco más helada de lo habitual; León no se levantó de su cama como ya era costumbre, siempre lo hacía alrededor de las 8 a.m., le gustaba salir a pasear por los distintos lares que se encuentran cerca de su hogar, pero ahora no tenía un motivo por el cual hacerlo. Derrotado por la enfermedad y pereza este se mantuvo atado a su cama durante unos cuantos minutos, hasta que la claridad del día entro por los ventanales de su habitación obligándolo a proseguir con su rutina. Arrastrando las cobijas por el suelo se dirigió a la cocina en busca de algo cálido que beber. Parado debajo del pórtico analizaba vigorosamente que podía tomar de aquella desierta habitación. Mirando de forma poco placentera hacia la cafetera color negro mate que le había sido regalada por su madre desde hace muchos años, fijándose peculiarmente en las abolladuras que denotaban su antigüedad recordó que esta no había funcionado desde antier. Busco quisquillosamente dentro de su refrigerador y en su alacena pero estas estaban vacías, no pudo encontrar ni un simple alimento el cual pudiera saciar su hambruna, esto le recordó que no había comprado los víveres esta semana.
El hombre sin ningún anhelo, le parecía imposible realizar cualquier simple tarea. Su padecimiento no era nada físico o biológico, sino que era la máxima expresión del desamor, de la falta de afecto. Durante mucho tiempo había estado solitario, no era una persona a la cual le sobraba compañía, algunos de sus amigos solo estaban presentes dentro de páginas, en forma de verso. Siempre acompañado de los libros, egresado hace poco de la facultad de filosofía y letras, podía hacer sus tardes amenas pasándola junto sus autores favoritos como eran Benedetti y Bécquer. Motivado por su apetito, aun con las cobijas encima, se asomó por la ventana para ver que tal estaba el crepúsculo matutino, viendo que no pasaron más que unos minutos cuando la luz del día había desaparecido y el cielo estaba recubierto por un mar de cúmulos negros. Sin ganas de nada tomo las primeras prendas que se encontró y un grueso abrigo negro salió en búsqueda de un lugar para poder almorzar, y leer de forma serena algunas líneas.
1
Después de haber caminado unas cuantas cuadras se encontró frente a la cafetería “La vie de bohème”, él nunca había ido a aquel lugar, pero había escuchado que el café era de buena calidad aunque el ambiente algo austero. Tomo asiento mirando hacia fuera como era de costumbre, postrado exactamente frente a un parque, le gustaba apreciar los exteriores antes de empezar una lectura, aunque no estar en ellos.
-¿Qué desea ordenar?- Pregunto la mesera se le acerco de manera cautelosa, ya que alcanzo a percibir que estaba observando por la ventana. Sin saber que ordenar, redujo su petición a cuatro palabras –Un café por favor- volvió la mirada hacia el paisaje que previamente estaban deleitando sus ojos.
Un momento antes de comenzar su lectura de entre las arboledas de aquel parque una silueta que paso a paso se iba esclareciendo se acercaba hacia aquel local, segundos después una mujer de aproximadamente unos 27 años de edad, lucía un cabello rubio y largo que llegaba poco antes de su espalda baja, una mirada penetrante la cual te podía llegar a paralizar por sus grandes y hermosos ojos color celeste. Esta mujer entro por aquella puerta, dejando a su paso una fragancia floral, a la cual León no pudo resistir voltear de reojo ya que le pareció conocida. Atrapado por un recuerdo del pasado se paró de forma poco sutil para reconocer el rostro de aquella despampanante mujer, al fin cuando estaba justo frente a ella fue cuando vio por primera vez en mucho tiempo un rostro familiar.
Una mujer, de nombre Polett la cual fue compañera de aquel hombre en la facultad, sorprendida tanto como el de encontrarse lo invito a tomar el desayuno junto a ella.
-¿Y qué tal te ha ido?- pregunto el de forma tímida.
2
-No tan bien como yo esperaba, recientemente me mude por aquí en busca de un nuevo empleo, ya que me despidieron del que tenía últimamente, es bueno encontrase con alguien conocido en estos días- sonriendo al decirlo.
Charlaron por horas y horas, perdiendo la noción del tiempo y recordando viejas anécdotas de la universidad, así como también platicando que habían hecho una vez que se graduaron de la facultad; todos esos viajes que hicieron, todas esas promesas que no cumplieron y todos aquellos falsos ideales que tenían en un principio sobre cómo sería su vida y como realmente es.
Cuando ya no quedaba nada que decir y a la vez todo que hablar una llamada inoportuna interrumpió aquella amena charla que se había entablado.
-Me tengo que ir- Dijo ella.
-¿Te veré después?- Pregunto aquel joven con esperanzas de poder volver a ver a aquella mujer con la que se había encontrado de forma tan esporádica en aquel día.
-¡Claro!- Exclamo la mujer, acompañado de una risa un poco escandalosa y extendiendo su mano, en ella una servilleta con su número escrito.
Los minutos se convirtieron en horas mientras esta mujer desaparecía de su vista ante aquel bello atardecer; una vez que sus ojos no alcanzaban a percibir su figura se levantó de la mesa, paso a la barra a pagar y salió de la cafetería.
Antes de llegar a su departamento, esas bellas luces que pintaban el atardecer de anaranjado desaparecieron, tornándose todo en obscuridad acompañado de vientos fuertes y descontrolados.
3
A la puerta de su edificio saco la nota que la mujer de la cafetería le había dado, mirándola fijamente con la imagen de su rostro en mente y una gran sonrisa sobre su cara. Distraído en su pensamiento, el papel le fue arrebatado de sus delgadas manos por aquellos vientos tan inoportunos. Sus intentos por alcanzar aquel papel fueron inútiles, ya era demasiado tarde.
Con una cara larga y una postura decaída caminaba lentamente hacia las escaleras cuando se encontró a uno de sus vecinos de enfrente. Su nombre era Baruc, un hombre alto y de tez morena, a simple vista podía parecer alguien sumamente serio pero una vez conociéndolo más a fondo sabrás que es alguien que siempre busca sacarte una sonrisa. Conocía a León desde hace tiempo ya que estudio artes cerca de su facultad, desde entonces eran buenos amigos.
-¿Por qué tan triste?- Pregunto Baruc.
-Hoy no fue un buen día- contesto León, prosiguiendo con todo lo que le había sucedido en el día mientras subían las escaleras.
-Vaya, creo que tu día si fue algo malo, pero no hay nada que no se pueda solucionar con unos tragos- Dijo Baruc señalando una botella de whisky que había en la mesa de su comedor e invitándolo a pasar.
-Hoy no estoy de humor para eso- Dijo León, rechazando la oferta de su amigo y entrando a su apartamento.
Tras un día largo y cansado entro a su habitación se recostó sobre su cama y solo estaba esperando el momento para caer plena y pacíficamente dormido, esperando con un poco de suerte que mañana fuera un mejor día.
4
Despertó a la mañana siguiente, un poco adormilado y con vagos recuerdos de lo que había soñado. Rara era la vez que recordaba completamente un sueño, a menos de que fuese muy significativo para él.
Aun acostado en su cama, mirando hacia el techo, pensando que era lo que podría realizar el día de hoy. Este joven tenía de vocación la literatura pero hacían años que no ponía sus manos cerca del papel y la tinta. Tenía planeado retomar la escritura por estos días, ya que tenía un proyecto en mente.
Era un lunes como cualquier otro. Se alisto en pocos minutos y como siempre salió temprano para ir por algo de desayunar. Poco antes de salir del edificio recordó que no fue muy cordial con su amigo y quiso pasar a darle los buenos días y a pedir una disculpa por tomar esa actitud ayer por la noche. Toco un par de veces su puerta pero nadie atendió, el creyó que pudo haber salido. Siguió con su camino y se dirigió hacia afuera, su apetito no era muy bueno el día de hoy así que decidió tomar un paseo por el parque que estaba cerca de su edificio antes que ir por su desayuno.
Un clima cálido y muy soleado lo acompañaba parecía que iba a ser un buen día, pero todo podía pasar aquí, los cambios de clima esporádicos eran muy comunes recientemente. El joven caminaba de forma tranquila en el sendero del parque, este era inmenso, abarcaba gran parte de la cuidad, eran hectáreas y hectáreas de árboles, se caracterizaba por ser verdoso, y con una flora muy diversa. Decidió sentarse en una banca debajo de un gran árbol el cual generaba una sombra que le brindaba protección ante los rayos del astro rey.
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