LOS GRUPOS Y LA QUEJA
ale203011Trabajo28 de Mayo de 2013
4.828 Palabras (20 Páginas)404 Visitas
Ana P. de Quiroga
LOS GRUPOS Y LA QUEJA
Introducción
Nos proponemos aquí solo una aproximación al análisis de la queja y su persistente presencia en el campo grupal. A nuestro entender esta conducta, para ser comprendida, requiere ser inscripta en la compleja relación entre procesos subjetivos, el orden socio-histórico y ese espacio de mediación y articulación que es el grupo. Esa dialéctica, mutuamente configurante, es un eje de investigación de la psicología social, particularmente la que se funda en el pensamiento de E. Pichon-Rivière.
Esta situación de queja, que hoy adquiere la relevancia de un emergente que expresa rasgos de la subjetividad, de la vida social y el acontecer grupal, debe ubicarse en una secuencia histórica que nos diga de sus antecedentes y actuales condiciones de producción. Suponemos que ese posicionamiento ante sí y los otros, ante el mundo, que se manifiesta en esa modalidad relacional-comunicacional que llamamos queja, tiene una existencia milenaria.
Hemos registrado y trabajado la queja durante décadas en diversos ámbitos grupales. Sin embargo, hoy se recorta con particularidad como objeto de indagación, plantea interrogantes y requiere hipótesis para su interpretación, dados los cambios cuantitativos y cualitativos de sus manifestaciones en distintos espacios vinculares Encuadraremos esta reflexión en algunas ideas centrales de nuestro marco teórico, las que remiten a la concepción de sujeto, de grupo y sus interrelaciones, así como al rol fundante del orden social.
El psiquismo se constituye en la interioridad del vínculo, el grupo y otras instancias interaccionales. En estos primeros ámbitos de experiencia el sujeto es “modelado” por el orden socio-histórico que lo sostiene y determina., en una dialéctica que requiere y se efectiviza en múltiples mediaciones. Ese orden se expresa en las instituciones sociales a las que da forma y contenido, y a través de las cuales alcanza no sólo presencia sino significativos grados de eficacia causal en el acontecer inter e intrasubjetivo. Por ello afirmamos, que el sujeto es “productor y producido”, y se configura como tal en y por una complejísima trama de vínculos y relaciones sociales. Es a la vez, actor y síntesis de esa multiplicidad de relaciones.
¿Qué lugar ocupan en esa trama y en esa configuración subjetiva el vínculo y el grupo? Vínculo y grupo son “locus nascendi del sujeto” (J.Moreno), “matriz modeladora del psiquismo” (Foulkes) y por tanto, necesaria condición de su emergencia. Allí éste surge y se gesta, como cuerpo en el interior de otro cuerpo, en un protovínculo, el que se desarrolla en la interioridad de un proceso grupal-familiar, normatizado, a su vez, por un orden sociohistórico concreto, del que forma parte. Por su rol fundacional en la constitución del sujeto, por la grupalidad subyacente a ese primer proceso vincular, por la articulación primaria cuerpo-madre-grupo, el grupo podrá ser, más tarde, metáfora del cuerpo, metáfora de la madre y estaría en condiciones de cumplir, en relación a los sujetos que lo integran, una función de sostén, continencia y desciframiento o función yoica. En ese sentido, sería heredero de esa función inicial, a la vez que puede erigirse en espacio transicional, convocando, evocando y provocando vivencias y mecanismos arcaicos.
La situación grupal -realidad objetiva y a la vez, construcción subjetiva- es recorrida por intensos procesos de proyección y transferencia. Así como resulta instrumento de trabajo y creación, desarrollándose en los aspectos de crecimiento, opera también como espacio en el que emergen fenómenos primarios. El grupo, reinterpretado desde el mundo interno de sus integrantes, puede ser significado o, mas aun, ilusionado, como sustituto de lo que nos completa, de aquello de lo que se carece.
Un rasgo de la función de sostén que adjudicamos a la estructura grupal es su condición de ámbito e instrumento de elaboración, procesamiento, transformación y simbolización. Sin embargo, con frecuencia, por su carácter escénico, y desde lo arcaico y fundacional de su presencia en el sujeto, el grupo se convierte en espacio en el que surgen y se despliegan procesos regresivos de mayor o menor intensidad. Sin la comprensión de estos contradictorios rasgos de lo grupal, resulta difícil abordar la problemática, o más precisamente, la “dramática” de la queja.
Hablamos del grupo o los grupos como instancias de mediación y articulación. ¿Entre qué y qué se darían estos procesos? Entre el mencionado orden socio-histórico y el mundo interno del sujeto constituido en una trayectoria vincular. La organización psíquica, aún alcanzados sus máximos niveles de desarrollo, complejización y organización, por su carácter de sistema abierto en relación dialéctica con la realidad, es siempre una estructura-estructurándose, (E. Pichon-Rivière) en permanente movimiento de modificación e integración. Ese movimiento incesante hace de la continencia y el sostén social, grupal y vincular una necesidad omnipresente.
A la vez, grupo y sujeto guardan entre sí una relación de doble y recíproca institución. El grupo es, por lo ya planteado, instituyente del sujeto, en su génesis y en cada aquí y ahora. Pero éste, dialécticamente, desde su hacer, su representar, internalizar, integrar, es instituyente del grupo, al que atribuye distintas significaciones. Despliega en él necesidades, fantasías, tareas.
Cuando hablamos de la inscripción de la situación de queja y su presencia en el campo grupal, encuadrándolo en la multidimensionalidad de la relación entre el orden socio-histórico y la subjetividad, lo hacemos desde la consideración de ese orden en tanto fundante. Sin negar la especificidad propia de los procesos subjetivos y del plano grupal afirmamos la determinación de los mismos -en última instancia y a través de diversas formas de interpenetración- por las relaciones sociales. Éstas, portadas por cada uno de los sujetos, se manifiestan con una modalidad particular en el sistema interaccional del vínculo y de la trama grupal.
Creemos que esta perspectiva de análisis, articulada con aquella que indaga la relación grupo /sujeto / función de apoyatura, resulta imprescindible para lograr un nivel de comprensión del tema que abordamos ya que, se interrelacionan necesariamente una sociedad que genera y fomenta una “cultura de la queja” (Hughes), un sujeto vulnerable -que oscila entre la idealización y la impotencia- y un acontecer grupal en el que se instala el reclamo.
El particular tipo de reclamo, al que caracterizamos como queja por su modalidad de enunciación, su insistencia, su tono, dice de la certeza de un destino de frustración. La queja habla de rasgos de la subjetividad y la grupalidad actual.
En el ámbito del grupo como espacio de articulación, tiende a reproducirse la cotidianidad. Esto es: la forma inmediata en que experimentamos las relaciones que sostienen la vida social y le dan forma. Las vicisitudes y crisis de la cotidianidad dan lugar a modalidades de encuentro o desencuentro con el otro, de incluirse en un proceso interaccional, de significarse a sí mismo y a los demás, así como a la situación grupal y su tarea1.
Ciertas fantasías y formas de vinculación, comunicación y aprendizaje, emergen o se intensifican en función de las alternativas del orden social y de los aspectos subjetivos que en ellas se gestan. Como ya lo anticipáramos, en ese escenario situamos la problemática de la queja.
La queja: ¿la encerrona de un malestar sin resolución?
El termino queja es multívoco, y por lo tanto equívoco. Con él haremos referencia, en este abordaje, a una conducta estereotipada, una manera congelada de tramitar el malestar en un vínculo o en una red grupal.
La queja se vehiculiza en un discurso en el que algo o alguien queda descalificado o denigrado, y en el que los sujetos que lo enuncian dicen de su frustración y escepticismo respecto de la reparación de lo que se vive como abandono, ofensa, daño o maltrato. Este acontecer, dado en un campo interaccional, trasciende el hecho puntual u objeto de la queja. Es una modalidad relacional e indica la creciente presencia o instalación del malestar. Más aun, podríamos hablar de un “situarse” subjetivo y vincular en el escenario grupal, que se da desde un malestar, que rápidamente deviene queja. Insistimos en la idea de malestar porque malestar y queja están profundamente entrelazados. Es necesario señalar que esa vivencia de malestar no conduce necesariamente a la situación de queja. Por el contrario, puede y suele ser el fundamento de otra forma de posicionamiento, de naturaleza activa, que intenta la transformación y que muchas veces se expresa como un tipo de protesta, la que apunta a un desenlace que revierta las causas de frustración.
En dicha forma de protesta, la relación con aquello que genera el malestar es de rebeldía e indignación, lo que moviliza un ejercicio explícito de poder, de lucha y creatividad. En la queja, por el contrario, encontramos señales de impotencia, desesperanza y resignación, cuando no de sometimiento. Estos sentimientos hablan de un padecimiento en el que la inermidad propia y lo que se vive como indiferencia del otro o lo otro se asumen como destino ineluctable, como la forma de ser de la realidad
La queja se liga a un proceso de victimización y particularmente de autovictimización, con un argumento interno que incluye a un otro, victimario, abandonante, implacablemente sordo ante el dolor y el reclamo. Desde una autoestima debilitada, desde las vivencias de vulnerabilidad, fragilización, soledad y aislamiento, desde el registro de una falta que se
...