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Los procesos de transformación en el Bachillerato de la Universidad Autónoma de Sinaloa

Sonia Raquel Romero GarciaEnsayo26 de Febrero de 2017

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Los procesos de transformación en el Bachillerato de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Socorro Ivonne Barraza Pérez.

Catedrática

Dra. Elvira Álvarez

Política Educativa y Formación Docente.

Doctorado en Gerencia y Política Educativa

Tepic, Nayarit, noviembre de 2015.

No es ninguna novedad que en México, el sistema educativo atraviesa una situación crítica que no ha podido superar en las últimas décadas. Prueba de ello son las reformas y políticas educativas que se han implementado durante los últimos años con el fin de disminuir el desfase entre los avances científicos y tecnológicos que se están dando en el mundo, lo que el Estado quiere que los alumnos aprendan, lo que el maestro sabe, y lo que los alumnos quieren aprender. Por tanto, uno de los grandes desafíos es elevar la calidad de la educación.

        La formulación de políticas de un país, es respuesta de la situación política, económica, histórica, social y cultural en que se encuentre. Por lo tanto, no necesariamente una política de cierto lugar va a funcionar en otro. Se ha discutido sobre las políticas y sus sistemas de aplicación sobre los tiempos e impactos sociales de los diferentes entornos, llegándose a la conclusión que uno de los parámetros principales o definitorios sobre el cuándo y cómo aplicarlos, sacada de un contexto único, en ocasiones ha sido infructuoso porque pertenecen a un contexto único y en ocasiones alejados de la realidad en que se vive. Se ha concluido que éstas, por su importancia, no se pueden aplicar como método, es decir, al aplicarlas no es la misma situación durante momentos de expansión económica que en momentos de crisis, ni tampoco es igual aplicarlas cuando existe una sociedad estable y actores sociales e institucionales fuertes, que cuando existe inestabilidad en la sociedad o en la administración central.

        Por otra parte, es importante también, dejar en claro que, dentro de la educación, una reforma es para realizar cambios o transformaciones, tanto estructurales como organizacionales en uno o más de sus niveles educativos. De acuerdo a esto, Zaccagnini (2004; citado en Guzmán, 2006) expone:

“Cuando se cambia el diseño curricular y los consecuentes planes de estudio; cuando se pretende modernizar al sistema en su conjunto, imprimiéndole una dinámica más ágil y efectiva al funcionamiento institucional, al descentralizar la burocracia central; cuando se pretende elevar la calidad general de la enseñanza, en aras de mejorar el rendimiento académico de los alumnos y disminuir el fracaso escolar; cuando se pretende adecuar y ajustar la formación educativa a las demandas del mercado laboral; cuando se quiere introducir cambios en los estilos pedagógicos de los docentes; cuando se busca transformar las culturas institucionales de las escuelas; cuando se busca mejorar los criterios de organización y gestión institucional de las escuelas, etc.”

        En este sentido, Martinic (2001; citado en Guzmán, 2006), hace distinción entre reformas de primera, segunda y tercera generación. Las primeras estarían referidas a la ampliación de cobertura de la enseñanza. La segunda generación de reformas son las de la calidad y la equidad. Finalmente, la tercera generación que se estaría llevando a cabo en la actualidad, está centrada en la autonomía de las escuelas y en la denominada descentralización pedagógica, por tanto el punto medular en ésta, es el proceso enseñanza aprendizaje –PEA-. En relación a esto, en el presente trabajo, se abordará un poco de los tres tipos de reformas, haciendo mayor énfasis en la actual generación.

CAPÍTULO I. LOS PROCESOS DE TRANSFORMACIÓN EN EL BACHILLERATO DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA.

        Es de aplaudir la preocupación que se tiene por tratar de identificar la problemática que existe en México, en relación a políticas públicas en educación implementadas en el nivel medio superior; más lo es, cuando al querer elevar el nivel de educación, y en bachillerato, que es lo que concierne en este caso, se apliquen pruebas a los estudiantes, docentes, directores, Instituciones, etc. con la intención de responder a las demandas de información sobre los resultados y la de establecer mecanismos de rendición de cuentas.

        

        De la misma manera, es preocupante y alarmante que teniendo información y resultados, se han expedido una serie de reformas educativas, originadas en el senado o cámara de diputados, pero que son de personas que están realmente lejos de tener un conocimiento pronto de la realidad educativa en México y con incapacidad para plantear un programa a futuro y así obtener generaciones de egresados que realmente aporten al cambio social que tanto necesita el país. En este sentido, De Hoyos (2014) plantea que:

“De poco sirve tener una prueba que mide el nivel de logro de todos los alumnos todos los años si los actores relevantes (autoridad educativa, supervisores, directores y docentes) no utilizan estos resultados para diseñar políticas que aborden los problemas identificados y mejoren la calidad de los servicios”.

        En los siglos XIX y XX se optó, en América Latina, por institucionalizar la educación copiando los modelos educativos de algunos países, pero esto de manera errónea, se hizo sin tomar en cuenta su contenido cultural. Cabe mencionar el ejemplo de las escuelas republicanas francesas, la escuela soviética y la escuela chilena, las cuales comparten un mismo programa sin siquiera tomar en cuenta el ámbito, económico, social y cultural de cada uno de los países.

        La descentralización o neoliberalismo se vio promovida por un conjunto de valores que se concibieron en su tiempo, como sagrados, homogéneos y fuera de la intervención del mundo y que no debían en ningún momento justificarse. Los valores promovidos en ésta, como la virtud, la vocación y el principio fundamental de que la escuela es un santuario, no se justifica, porque por ejemplo, en países como Francia y en Chile la educación estaba enfocada en formar ciudadanos y en cambio, en E.U. el enfoque de la educación era la de formar individuos americanos.

        En México se optó por implementar un modelo neoliberal acorde a nuestro entorno económico, social y político, que se ve reflejado en los fracasos y las metas que observamos en la actualidad, la meta que no se logra fácilmente. Emprender este camino, en estos momentos, no sólo presenta problemas teóricos o metodológicos; la crisis económica que vive el país hace que resulte difícil garantizar resultados satisfactorios.

        

        En este país, el parteaguas del mejoramiento educativo a nivel superior fue indudablemente los movimientos estudiantiles de 1968, ya que en ese tiempo la educación superior de calidad estaba acaparada por instituciones particulares y las diferencias en cuanto a preparación y oportunidad de trabajo entre los egresados de las universidades públicas y de las privadas era abismal, no por esto quiere decir que la educación superior pública fuese mala, sino que no se tenía acceso a los niveles de financiamiento y a las herramientas de enseñanza que las universidades privadas poseían.  

        En este sentido, Arnaut y Giorguli (2010) afirman que fue en los noventa que se impulsó una serie de transformaciones en educación basada en la filosofía neoliberal en las que se hizo una reformulación de planes y programas de educación primaria y secundaria; una reforma al artículo tercero, en la que se prolongó la obligatoriedad de 6 a 9 años escolares y se diluyó la responsabilidad estatal en la educación superior.

        En consecuencia, en la educación básica también se implementó la Ley General de Educación, con la que se respaldaron los cambios emprendidos con el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica - ANMEB -. De la misma manera, fue obligación del Estado, ofrecer oportunidades educativas y satisfacer las necesidades básicas de todos los que demanden educación. Implantando en 1990 Escuela Digna y el Proyecto de Transformación de la Gestión Escolar.

        En 1992 se llevó a cabo la Federalización educativa. Se transfirieron a los gobiernos de los estados las escuelas de educación básica y normal. En esta misma década, se consolidan los programas de Evaluación de la Secretaría de Educación Pública -SEP-, implementándose en el ‘93 el Programa de Carrera Magisterial –PCM- con el fin de estimular a los docentes, con políticas orientadas al mejoramiento de sueldo y formación inicial y continua de los maestros. Las transformaciones en cuestión educativa, como puede apreciarse, estuvieron basadas en la educación básica y secundaria.

        Cabe señalar que en la educación básica, a pesar de todas las reformas y de toda la infraestructura que el gobierno ha puesto a disposición de la población, es obvio observar el detrimento educativo de las generaciones de sus egresados, todo en pos de llevar a sus últimas consecuencias el programa neoliberalista a este nivel, sin tomar en cuenta a la educación como un ente orgánico y sin preocuparse por ligar a la educación básica con las instituciones de educación superior, volviendo aún más grande al reto para estas instituciones de transmitir los conocimientos a un alumnado carente de bases suficientes.

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