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Parcial Semiótica II

Lucas CatalanoExamen15 de Junio de 2023

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1. Explique, desarrolle y compare la concepción de signo de Charles Peirce respecto de la de Ferdinand de Saussure tomando como disparador el siguiente enunciado: “(...) Un signo es algo mediante cuyo conocimiento conocemos algo más (...)” (Peirce, 1974, p. 116). Especifique, entre esas diferencias, por qué la lingüística saussuriana resulta un impedimento para abordar la problemática de la construcción social de lo real, según E. Verón.

2. En “Semiosis de lo ideológico y del poder” Verón expresa la idea de que una teoría basada en la discursividad social no trabaja con “objetos significantes homogéneos” (Verón, 1984, p. 23). Fundamente dicho postulado y explique cuáles son las dimensiones de análisis que atraviesan “de lado a lado” a la sociedad, apoyándose en la crítica que el autor le realiza al marxismo.

3. Fundamente cómo operan las reglas de la contigüidad, la similaridad y la convencionalidad en la constitución del cuerpo significante de acuerdo con los planteos que E. Verón (1998) formula en su texto “El cuerpo reencontrado”. En su respuesta, utilice como referencia la siguiente cita: “[se trata de] un sujeto que no es tal, sino que lo irá siendo en tanto que su cuerpo soportará progresivamente la inscripción de ciertas reglas del funcionamiento del sentido” (Rocha-Alonso, 2008, p. 1).

1) A partir del enunciado, Peirce da cuenta de su idea principal del signo como modo de acceder a la realidad. Esto significa que el modelo de Peirce no habla de signos como entidades psíquicas sino que son externas e independientes al sujeto a diferencia de lo que explica Saussure en su curso de lingüística general, correspondiente a la semiótica de primera generación, también llamada semiología cuyo periodo de referencia es de 1960 a 1975. 

El modelo ternario de Peirce pertenece a la semiótica de segunda generación, aquella que transcurre desde 1975 en adelante. Piensa en signos como cualidades percibidas por los sentidos, por ejemplo el uso de la vista, oído u olfato que nos permiten no solo intervenir sino también modificar o transformar la realidad. Es decir, hacen más accesible la realidad en la que vivimos, a diferencia de Saussure que plantea que el signo es un código que se utiliza meramente para comunicarnos. 

El modelo de Saussure es un sistema binario con una estructura fuerte. Propone una lingüística sincrónica, o sea aquella que realiza un estudio en un momento determinado, y que trabaja con pares conceptuales que se definen por oposición, por ejemplo sincronía con diacronía, significado y significante, lengua con habla. Su objeto de estudio es la lengua, definida como práctica social a diferencia del habla que es psíquica e individual. No le interesaba estudiar el lenguaje, siendo la suma de la lengua con el habla, porque tiene una dimensión psicológica y antropológica, por ende multiforme y heteróclito que es imposible de abarcar. La lengua es esencial, homogénea e involuntaria; tiene niveles en la que conviven unidades mínimas como los fonemas, que se combinan para formar unidades mayores como los sintagmas. Se le impone al sujeto, por su carácter convencional y arbitrario ya que no puede crearla por sí solo y piensa en un sujeto ideal capaz de comunicarse con un oyente mediante las mismas circunstancias. Saussure la estudia desde un paradigma positivista, por lo que la emparenta con las ciencias duras. 

Esta semiótica de primera generación es un modelo inmanentista, por lo que los significados y significantes se dan dentro de los límites del sistema. En este caso los signos son la asociación entre un significado, es decir un concepto o idea y un significante, que es la imagen acústica como huella mental que queda depositada en nuestro cerebro. Esta relación es totalmente convencional y arbitraria, es decir que cada lengua establece sus propias reglas inmutables a corto plazo y mutable en el largo plazo. El significante funciona linealmente a través de relaciones paradigmáticas o sea asociativas, por ejemplo el aprendizaje con la enseñanza, y sintagmáticas que se dan en presencia como decir buenos días o buenas tardes. A su vez todo signo tiene un valor dentro del sistema de la lengua, cuya finalidad es comunicar algo. Los signos se definen por oposición dentro del sistema de la lengua, por lo que un significado vale por su carácter negativo, es decir algo significa esto porque no es aquello. 

La semiótica de segunda generación abandona el inmanentismo porque incorpora al objeto, que tiene una relación existencial con el signo. En ese sentido no hay ningún sistema como tal, los signos son herramientas que vuelven más eficientes las relaciones con otros signos que a su vez significan por su representación. Peirce propone un modelo de sujeto e incorpora la figura del representamen, es decir el sujeto emisor tiene la intención de comunicar mediante un código. Se piensa al sujeto atravesado por el sentido, por ende se encuentra dentro de los signos.

En ese sentido la mente accede al conocimiento de la realidad a través de la mediación de los signos, es decir nunca tenemos contacto directo con la realidad, pero si operan condicionamientos como políticos, etarios o de género. Dentro de este proceso, el sujeto es un soporte para la semiótica, por lo que accedemos a una verdad relativa, fragmentaria que nunca abarca la totalidad de las cosas. Dicho conocimiento no se estanca, siempre está en crecimiento hasta que en un determinado momento es necesaria una pausa para poder establecer conceptos que luego si es necesario reactivar, por ejemplo la pandemia del coronavirus que necesitó recabar mucha información al principio, para luego encuadrarse y volver a empezar.

Este pensamiento de Peirce, define una categoría más amplia de signo en lo que se conoce como ideoscopia, es decir “la clasificación y descripción de las ideas que se corresponde con la experiencia ordinaria y que surge naturalmente sin tener en cuenta su validez o invalidez”. Esto implica que los signos nos permiten conocer algo más de la experiencia que nos rodea. Dicha teoría se asocia con el modelo lógico de Peirce basado en tres categorías; la de primeridad, segundidad y terceridad. La primeridad refiere a una cualidad, que no se encarna con otra cosa. La segundidad si va a pertenecer a lo que se antepone y existe, mientras que la terceridad se asocia a la convencionalidad o legalidad. Por ejemplo, una primeridad sería percibir un sonido como una alarma, la segundidad puede ser identificar el vehículo como una ambulancia y la terceridad ya es detectar el peligro.

Estas características están presentes en el modelo ternario de Peirce; la de primeridad que hace referencia al fundamento del representamen, un objeto a la segundidad y un interpretante a la terceridad. Primero se percibe el signo o representamen como algo que representa para esa persona, luego el objeto que remite al representamen y por último hay un interpretante o tercero que dispara una idea o efecto de sentido, a partir de una acción, experiencia o pensamiento. Es decir que todo interpretante se puede convertir en un nuevo representamen, porque así funciona la red infinita de la semiosis. Por eso es que el conocimiento se amplía porque la producción semiótica es ilimitada y siempre están en movimiento. Para que haya interpretación, debe haber conocimientos previos, los que Peirce denomina anteriores o colaterales, caso contrario no habrá ningún signo porque no aparecerá nada en la mente. 

Dentro del plano del interpretante, hay 3 modos de razonamiento; el método abductivo que es del orden de la primeridad, por lo tanto como posibilidad son elementos que pertenecen al mismo orden semántico, por ejemplo unir un pensamiento. El siguiente método es el inductivo, que confirma lo particular para elaborar una ley general y por último el deductivo que parte de lo general para llegar a una conclusión específica, como por ejemplo el silogismo retórico. Peirce sobre estos razonamientos va a decir que tanto el método inductivo que alimenta la confirmación de una teoría ya existente y por lo tanto tiende a la especulación, como el deductivo que arriba a la conclusión y no difiere tanto de las premisas, no son el mejor método para acceder y ensanchar el conocimiento. El adecuado es el abductivo, ya que es el único que alimenta la pregunta.

Sobre esta teoría, Eliseo Verón recupera el modelo ternario de Peirce para abordar la problemática de la construcción social de lo real en la semiosis. A diferencia de lo que plantea Saussure de no pensar ninguna correspondencia entre lenguaje y realidad por el carácter estático y binario del sentido, Verón retoma la segunda tricotomía de Peirce de cómo el signo representa al objeto. Esta segunda tricotomía Peirce la clasifica en icono, índice y símbolo. El icono actúa con la semejanza como primeridad al vincularse con un objeto. El icono por su parte, actúa a través de la regla de la coexistencia porque establece una conexión física y dinámica con el objeto que está representando, por ejemplo los síntomas de una enfermedad, por eso es que los índices tienen la capacidad de llamar nuestra atención. El símbolo trabaja a través de la regla de la convencionalidad, y réplica esos modos de representar la realidad. A su vez los 3 pueden estar presentes, pero siempre predomina uno sobre el otro. Los signos funcionan en Peirce como un sistema en relación y siempre hay una tendencia a ampliar ese conocimiento, es decir la semiosis por la que accedemos a la construcción de lo real de forma intersubjetiva y comunitaria, mediante la interpretación de los signos. Esta es la diferencia que plantea Verón de Saussure, el no dar cuenta de toda la actividad social del lenguaje por el carácter inmanentista del curso del lingüística general.

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