¿Qué le estamos haciendo a los manglares?
Aide12345Documentos de Investigación24 de Julio de 2019
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¿QUÉ LE ESTAMOS HACIENDO A LOS MANGLARES?
Vivian Aide Castillo Fisher
Yoshira Morales Enríquez
Nataly Ramírez Ramírez
Se dice que como la música y el arte, el amor por la naturaleza puede hacernos trascender e inspirar el deseo común de ser mejores habitantes en un sentido consiente de la responsabilidad que implica el cuidado ambiental, esto quiere decir la protección de nuestro planeta tierra o, dicho de otra forma, “nuestra madre tierra”. Ese amor no ha sido plenamente inculcado en nuestra sociedad, pues el desarrollo industrial, gestado ya desde antaño, ha visto al planeta como un recurso para obtener los más gratos beneficios monetarios. Nuestra humanidad no se había percatado de lo importante que es fomentar el respeto y cuidado conciso para nuestro planeta; apenas a finales del siglo pasado se especuló sobre la importancia del asunto al comenzar a notarse las repercusiones, siendo éstas las detonantes que despertarían el interés por reducir la contaminación. Es bien sabido que en la actualidad vivimos la más grave crisis ambiental, pero lo peor es que esta se encuentra en ascenso. Entre algunas de estas problemáticas está la contaminación del aire, agua y suelo; cambio climático mundial, desertización de las planicies y mantos acuíferos; además de otros complejos problemas que afectan el medio ambiente. Es perene despertar totalmente la conciencia ambiental y aunque se ha visto que ya surgen las ideas, la sociedad y los gobernantes no suelen participar como corresponde, “se sabe” pero no se educa como se debe, pues los resultados no son los que se requieren y las empresas siguen manipulando al gobierno.
Se necesita reestructurar nuestro estilo de vida, dejar de ser egoístas y pensar en las generaciones futuras que habitarán el planeta. Ahora bien, hablaremos de la importancia de los manglares que forman parte de una gran problemática, siendo esta “la contaminación”. Al talarlos se afecta la calidad del aire, pues son estos uno de los principales productores de oxígeno; se hiere a la población que reside cerca de ellos, la cual soporta las fuertes corrientes de calor que se veían disminuidas gracias a los árboles de mangle; también se daña directamente a un pequeño pero importante ecosistema. El mangle es una especie de árbol adaptado para vivir en agua salina, así como también en agua dulce y en suelos inundados durante meses. Los mangles conforman el ecosistema llamado “manglar”, se dispersan en todos los continentes de la zona tropical de nuestro planeta, pero no toleran las bajas temperaturas. Específicamente se encuentran en las lagunas costeras o a la orilla del mar, incluso se encuentran en aguas totalmente dulces al borde de algunos ríos, de tal modo que en ocasiones son hallados inmersos en la selva y el bosque tropical. Suelen posar sobre las tierras bajas donde los ríos desplazan su cauce y se acumula el flujo del agua, aquí los manglares forman verdaderas praderas; siendo éste el hogar de cientos de especies que conforman la fauna: aves, anfibios, reptiles, mamíferos, insectos, peces y también una vasta cantidad de flora. Los manglares han sido y siguen siendo talados, las consecuencias son exorbitantes y lamentables. Actualmente se dice que están protegidos por la ley, pero al parecer esta ley sólo es vigente en zonas rurales en las que los campesinos talan estos árboles en menor escala, y no cuando las empresas implantan en las costas tiendas comerciales, hoteles o cualquier otra fuente de ingresos económicos, que no se comparan con el daño ocasionado al ambiente.
Quienes han tenido la fortuna de dar un paseo en lancha a la orilla de los mangles, afirman que es una experiencia inolvidable; por esto para fines informativos, decidimos recordar esta experiencia dando un paseo en estas magnificas zonas, existentes ya en menor medida en nuestro estado (Veracruz). Se puede argumentar que esta experiencia se vuelve inolvidable, siendo incluso mejor que dar un paseo por aquellas frívolas plazas comerciales que se disponen a remplazar dicha belleza natural. Se observan árboles de mediana estatura, otros altos que se doblan para tocar el suelo, raíces, troncos y ramas que se funden al compás de su belleza. Al recorrer este hermoso paisaje vemos también la barrera que hace posible que se frene la violencia de las inundaciones, las cuales se prolongan tras ocurrir continuamente tormentas tropicales. Los manglares forman una especie de red que detiene el flujo de las especies marinas que salen disparadas de los océanos. La importancia que recae sobre los manglares es evidente y nos hace pensar en lo afortunados que somos de aún poder apreciar lo que queda de su majestuosidad.
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Recuerdo cuando de pequeña solía ir de visita a casa de una tía y que para llegar debíamos pasar aquél puente que cruza el río Jamapa. Sumado a la vista que nos ofrecía el puente que atravesaba el ancho cuerpo de agua; la vegetación que se hallaba en el río era destacable y admirable, la sombra y el aire fresco que proporcionaba a la zona que le rodeaba eran gratos y causaban la cálida sensación de querer permanecer ahí durante mucho tiempo. Mi abuela y yo acostumbrábamos tomar un descanso en ese tramo del camino, pues íbamos a pie y nos quedaba a una distancia considerable, antes de continuar con nuestro trayecto. Mientras cruzábamos ese tramo era bastante común el hecho de encontrarnos con pequeños cangrejos que, desconociendo su entorno, cruzaban la carretera y morían a causa de un atropello en algunos -muchos- de los casos. También había personas que bajaban a la orilla del río y atrapaban a estos pequeños animales, ya fuera por diversión o por necesidad.
Hoy día, el cruzar aquel puente resulta en un verdadero martirio para quienes van a pie. Las ansias de permanecer un tiempo extra para disfrutar de la vista son inexistentes y en su lugar se halla el deseo permanente de terminar ese tramo lo más rápido posible para no resultar quemados por el intenso sol. Los árboles que antes se encontraban en esa zona, ya no existen más, por ende, la sombra y el aire fresco han desaparecido, dejando ahora la sensación directa del sol en nuestras pieles desprotegidas, que no alcanzan a ser cubiertas por la tela de la ropa, y el sudor caliente recorriendo nuestra frente. Ya no hay cangrejitos queriendo cruzar y probar su suerte ante el camino de asfalto, que en nada se asemeja al camino de tierra y lodo que se haya en su hábitat natural. Ya no hay sombra que te acoja en medio de aquel medianamente largo tramo, ya no hay un viento refrescante que te aliente a seguir tu camino con un poco de comodidad; sólo hay en su lugar un centro comercial con un nuevo cúmulo de tiendas que aparenta ser mejor que el anterior y, sin embargo, no es más que algo nuevo y sin algo destacable a lo que los ciudadanos se han acostumbrado demasiado rápido, dejando ese interés inicial a un lado y siguiendo sus vidas como si nada, acudiendo a la construcción muy pocas veces.
El gobierno (tanto municipal, como estatal y federal) parece ser indiferente ante este tema que perjudica sobre todo a quienes viven en la zona que le rodea, y muchos de los ciudadanos siquiera recuerdan que antes de la aparición de esa nueva estructura, que promete ser un sitio cómodo y de fácil acceso, había en su lugar un muy valioso recurso ambiental que nos proporcionaba aire y lograba que la temperatura no se elevara demasiado en los tiempos de calor. Este desconocimiento del entorno ha parecido algo favorable para las autoridades que presumen de un cuidado a sus recursos y zonas protegidas -que claramente no existe- ante los ciudadanos, mismos que creen ciegamente en los datos que se les exponen y no cuestionan a quien los proporciona. Nos prometen y dicen que cuidarán de nuestros preciados recursos naturales, que crearán leyes que sancionen a aquellas personas que osen dañar nuestra flora y fauna, que impedirán el incumplimiento de estas leyes; y sin embargo no se les ve haciendo, en absoluto, todo eso que profesan con fervor para calmar a los ciudadanos, para engañar y convencer al pueblo de votar en su favor.
Increíblemente, durante la gubernatura de Duarte, el mangle no se vio afectado entre todas las nuevas mejoras que realizó durante su mandato hasta el año 2016; sin embargo, en cuanto la batuta cambió de mando ni siquiera pudimos decirle adiós a nuestro preciado mangle.
La construcción llegó como por sorpresa a quienes vivíamos en la zona céntrica del municipio de Boca del Río, quienes lo vimos como un cambio radical cuando un día transitamos y, sin saber por qué, la vista nos pareció desconocida. Lo asimilamos como algo completamente normal y que evidentemente sucedería un día, no nos dio tiempo de procesarlo de la manera correcta y simplemente permitimos que el tema muriera como algo inevitable y que, por desgracia, no estaba en nuestras manos. Por ello, debemos conformarnos frente a tal suceso y continuar con la vida como lo hacíamos antes de ese gran error. Nos consolamos diciendo que siempre podremos recuperarlo, se puede reforestar y el asunto queda zanjado. Una solución que es en apariencia sencilla y fácil de llevar a cabo, empero no es realizada por la inminente falta de interés tanto gubernamental como ciudadana. Quienes se preocupan por esta pérdida suelen enfrentarse a la burla de quienes le rodean; complicando así el proyecto de reforestación.
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Los manglares están desapareciendo de nuestro ecosistema a pasos agigantados, la industria constructora está acabando con ellos sin que nos demos cuenta, o sin que podamos hacer nada. En la zona de Veracruz- Boca del Río, la construcción de la plaza comercial El Dorado ha causado daños irreparables a la zona de manglares, pese a que esta es un área natural protegida, la ausencia de la acción de los funcionarios públicos deja vulnerable a los humedales, pues las personas a cargo los desprotegen al velar por sus propios intereses financieros. En 2016 Leonardo Ortiz Lozano, investigador del Instituto de Ciencias Marinas y Pesqueras de la Universidad Veracruzana, declaró que la construcción de este centro comercial ha sido uno de los daños más severos a los manglares. Evidenció que no había una figura clara que diera cuenta de quién y cómo se manejan las áreas resguardadas y resaltó que la destrucción de estos lugares no solamente dañaba a la naturaleza con su flora y fauna, sino que también desprotegía a las personas de las inundaciones causadas en la zona por lluvias y huracanes.
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