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Realidad Y Paradoja


Enviado por   •  15 de Diciembre de 2012  •  1.202 Palabras (5 Páginas)  •  303 Visitas

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ABDT

Realidad, ¿Paradoja O Premonición Absurda?

Para Damián, con el amor del que pude ser capaz…

“Crearemos nuestra propia literatura, no conversando de literatura, sino creando en orgullosa soledad libros que encierren la violencia de un cross a la mandíbula”

Roberto Arlt

Estaba sentada en la punta de la mesa. Cebaba unos mates en un comedor de abuela materna, con ese olor a pulcro y familia de esas casas de barrio. Metidas en una de las puntas del pueblo.

Todavía tenía la mirada triste por todo eso. Y todavía todo le seguía pesando un poco. Fueron esos días en que se habían terminado las palabras y los espacios se transformaban en algo indiferente. Y la vida, la vida un puñado de dolor incierto.

Pero todo seguía su curso natural y ya no esperaba nada. No sentía temor por nada y la nada, ese nudo cruel que le aprisionaba la garganta por la noche. Y aún no lograba salir de ese pozo oscuro y hostil en que sus propios demonios la habían arrojado.

Soledad tomaba un mate, y lo pasaba a su abuela y a su madre que cocían en una maquina Singer de la década del 40’. Y ella, abstraída, seguía colgada en ese atardecer de inercia mental, perdida en pensamientos que ya no trataba de hilar. Había perdido el hábito de buscarle la punta a la maraña que tejía la memoria. Esa tela la llevaba a Córdoba y de ahí a Monte Hermoso y pasaban por La Plata y culminaban en algún barrio de Buenos Aires. En Retiro, San Telmo o Avenida del Libertador.

De repente, la radio que suena lejana, como desde otro tiempo. Y algo se le colgó del inconciente, ese vals cargado de recuerdos de otro tiempo. De la otra vida quizá.

Y así fue como se le aparecieron detrás de la mente esas madrugadas tristes escuchándolo una y otra vez, llorando lo intrascendente. Eran esas noches en que sus lágrimas derramaban la tristeza profunda de su alma, recordando una y otra vez, escupiendo escenas que debía olvidar. Fueron las madrugadas que escribía lanzada al vacío de la noche, intentando dejar todo atrás. Y de golpe, todos esos recuerdos la arrastraron a una marea de sensaciones que se transformaban en añejas, lejanas. Se hacían pasado hasta perderse en el fin de esa canción.

Se daba cuenta casi como si hubiera recibido un golpe que todo aquello ya no le pertenecía, que la vida le había mostrado un lado oscuro y esas madrugadas también formaban parte de dichos momentos. Todo eso era el ayer triste y melancólico de una vida que había perdido el eje.

Amores intrascendentes, obsesiones inútiles, pasiones inconcientes ya no le pertenecían en esta vuelta. Tal vez lo que Soledad no racionalizaba aún era que el paseo por su propio infierno había terminado y ahora se encontraba en el purgatorio.

Un rato después, llegó la noche apacible. Las estrellas alumbraban la cama tibia de una plaza; acunaban los sueños que se perdían entre esos retazos de historias que imaginaba. Un poco por placer y otro poco para llamar el sueño que en ese tiempo se resistía en llegar. Pero cuando lo onírico llegaba, las impresiones eran tan fuertes que volvía a soñar lo mismo despierta. Aunque fueran tan solo un pedazo de incoherencias:

Estaban con su mejor amiga en un teatro viejo, una estructura descascarada y oscura. Había cuartos por todos lados y el lugar parecía un laberinto. Buscaban la salida para llegar a un recital del más preciado artista, del personaje buscado y ansiado

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