UNIDAD XII El ensayo
mariela012323 de Octubre de 2013
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UNIDAD XII El ensayo
Desarrolla las cuestiones siguientes:
1.- ¿Qué es un ensayo?
Es un escrito en prosa con unas características que resultan particulares en grado sumo. Tiene la objetividad de la ciencia y la subjetividad del arte.
2.- Describe el papel de las funciones denotativa y connotativa del lenguaje en el ámbito del ensayo.
El ensayo es al mismo tiempo arte y ciencia donde lo denotativo y lo connotativo conviven en estrecha unión, sin que ninguno de los dos intente disputarle su espacio al contrario.
3.- El ensayo es una reflexión personal del autor. Sin embargo, se recomienda hacer una documentación del tema antes de empezar a escribir. ¿Por qué?
Porque todo ensayo debe poseer una solida estructura cultural y una buena dosis de carisma para despertar el interés de los lectores.
4.- ¿Cuáles son las características del ensayo?
En las características del ensayo podemos señalar:
-Que sea realmente breve.
-abarca una gran variedad de temas.
-Con una estructura básicamente libre.
-La denotación y la connotación conviven en el ensayo en completa armonía, y hasta se requieren mutuamente.
-con tonos diverso.
-Estilo cuidado, se requiere escribir bien.
-Prioriza la amenidad sobre el rigor científico.
-Pone de manifiesto la solidez o escases del bagaje cultural del autor.
-Es asistemático, pero no carece de rigor científico.
-No se propone ser exhaustivo ni es concluyente. Ósea es una construcción abierta no cerrada.
II.- Lee detenidamente el siguiente ensayo. Responde las interrogantes que aparecen al pie del mismo:
Para un arte de escribir
Jorge Mañach
Cubano (1898 – 1961)
Evidentemente, escribir es sólo cuestión de tener algo que decir y de decirlo lo mejor posible. Por lo tanto, de substancia y de forma.
Prescindamos por el momento de lo que resulta anterior aún a eso, que es la preparación general, el fondo de cultura y de adiestramiento específico indispensable para tener algún depósito contra el cual girar. Sobre eso vendremos luego, aunque sea previo. Asumamos que ese fondo existe en mayor o menor medida, y que nuestro escritor en ciernes experimenta unas ganas irresistibles de expresarse literariamente. Lo primero, repito, en ese trámite, es lo que se quiere decir: la substancia.
La substancia puede ser de índole muy variada; substancia de pensamiento, substancia de cosas o substancia de emoción. En otras palabras: el escritor se pone ante la cuartilla como un meditador, como un “reportador” o como un poeta…aunque sea en prosa. Obviamente, el trance menos severo es el del que llamo “reportador”. Tiene éste el mundo, o una parcela de él, frente a sí. Las cosas que se propone entresacar de él y revelar o destacar al lector están ahí: es sólo cuestión de elegirlas con acierto, por lo que tienen de insólitas o, al contrario, de características; por lo que tienen en todo caso, de significativas. Si no ve eso, no vale la pena que escriba. El escritor es por definición, un señor que cree ver más o mejor que los demás. No hay modo de quitarle al oficio esa vanidad. Y ya el ver claras las cosas significativas, el verlas con su propio perfil, no es poca substancia. De los buenos informadores, entran pocos en libra.
Otro modo de substancia es la emoción que se experimenta ante las cosas o por la ausencia y nostalgia de ellas. Es la materia del poeta; del escritor de sensibilidad o el escritor de fantasía. El primero es el que se conmueve con presencias; el segundo, el que se emociona con ausencias. Aquél podrá informar primero de las cosas que le impresionan, como en el caso del cronista o del narrador, pero lo más importante de su materia será siempre la herida que ellas
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