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Aprender A Comunicarse


Enviado por   •  3 de Diciembre de 2014  •  2.120 Palabras (9 Páginas)  •  208 Visitas

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La voz es el instrumento con el que los humanos nos expresamos habitualmente, por lo que no es de extrañar que en un medio como el que nos ocupa, eminentemente hablado, ésta sea, como se ha comentado en más de una ocasión, la columna vertebral del sonido radiofónico. El profesor Balsebre advierte que ninguna de las materias primas que constituyen el lenguaje radiofónico es por sí misma fundamental para la producción, pero reconoce que la palabra es indispensable en la radio. En este sentido, Balsebre sostiene que aquellos creadores que prescinden de la palabra en sus obras radiofónicas, rara vez consiguen un éxito comunicativo.

Ahora bien, en lo que podríamos calificar como la oscuridad radiofónica, es materialmente imposible ver la imagen del locutor que está transmitiendo un partido de fútbol o de aquel otro que está pinchando el disco que más te gusta. Sin embargo, nada impide que, fruto de tu propia imaginación, puedas recrear en tu mente el rostro de quien te habla, su aspecto físico o su estado de ánimo. Es más, en el caso del partido de fútbol podrías visualizar, incluso, la velocidad a la que un jugador se dirige a la meta contraria con intención de marcar un gol. Y todo ello con sólo escuchar el sonido de su voz.

Esto es así porque, como consecuencia de la particular relación emisor/receptor que se da en la comunicación radiofónica, la voz se dota de una especial significación, ya que ésta es la única herramienta de la que dispone el locutor para transmitir esa información complementaria (gestos, expresiones faciales, muecas, etc. ) que siempre aparece en aquellas otras situaciones comunicativas en las que sí es posible ver su imagen, como por ejemplo en el teatro, el cine o la televisión.

No debe sorprendernos, entonces, que en el libro Redacción y locución en medios audiovisuales: la radio, Amparo Huertas y Juan José Perona, profesores de radio en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona lleguen a decir que la voz es la sonrisa del radiofonista, su boca, sus ojos, sus manos, sus gestos... Su simpatía, su sentido del humor, su mirada... Sus movimientos, sus guiños, su vestimenta... La voz es amistad, confianza, credibilidad, misterio, alegría, tristeza, belleza, fealdad, miedo, seguridad... La voz es, en definitiva, todo lo que el oyente pueda llegar a imaginar.

En el capítulo ¿Cómo se hace? se habla de la locución radiofónica, así como de las técnicas que se pueden poner en práctica para manipular la voz según aquello que se pretenda comunicar. Sin embargo, antes de adentrarte en el mundo de la locución, conviene volver a recordarte que la voz es sonido y, como tal, cuando se emite presenta siempre un tono, una intensidad y un timbre determinados, al margen de otras características acústicas que se encabalgan sobre cualquier discurso verbal, como el ritmo, la entonación, etcétera.

Tono, intensidad y timbre. Definición y valores expresivos

El tono, la intensidad y el timbre tienen siempre un valor expresivo susceptible de variar en función de las variaciones tonales, tímbricas y de intensidad que efectuemos mientras hablamos. Pero para aproximarnos a esos valores, es prioritario definir estos tres conceptos. Para ello, tomaremos como referencia lo que al respecto señalan los profesores Amparo Huertas y Juan José Perona en su libro Redacción y locución en medios audiovisuales: la radio:

El tono es la impresión que nos produce la frecuencia de vibración a la que se manifiesta una determinada onda sonora. En el caso de la voz, la marca del tono (grave o agudo) viene dada por la cantidad de movimiento que se produce en las cuerdas vocales al emitirla, es decir, por el número de vibraciones que en ellas tienen lugar. Cuantas más vibraciones se produzcan, más aguda será la voz, más alto será su tono. Por el contrario, cuantas menos vibraciones acontezcan en la laringe -lugar en el que, como sabes, se genera la voz humana-, más grave será el sonido resultante, más bajo será su tono.

La unidad de medida del tono es el Hertzio o Hertz (Hz), que expresa la frecuencia a la que vibra un cuerpo. Esta unidad de medida debe su nombre a Heinrich Hertz, personaje del cual encontrarás más referencias en el capítulo de Historia y evolución del medio.

La sensación de gravedad/agudeza de la voz es mucho menos concreta que la que nos proporciona la intensidad de la voz (volumen más bajo o volumen más alto), por lo que no es fácil establecer dónde se sitúa la frontera entre un sonido verbal grave y uno agudo. No obstante, existe un cierto consenso que la coloca en torno a los 200Hz. Precisamente, por debajo de esta frecuencia se mueven las voces masculinas normales (80Hz a 200Hz), mientras que las femeninas lo hacen entre los 150Hz y los 300Hz. De la misma forma, también entraña una seria dificultad determinar con exactitud qué impresión tenemos cuando escuchamos una voz grave o una aguda. De la primera tendemos a destacar su "varonilidad" y a asociarla con ciertos adjetivos como "seria", "creíble", "segura", "adulta" y "poderosa". La segunda, en cambio, se nos presenta como más "infantil", "dulce", "familiar", "alegre". Por eso, en los casos extremos podríamos decir que una voz es más grave cuanto más ronca y profunda resulta al oído, mientras que es más aguda cuanto más chillona suena.

En ocasiones, el concepto de tono se confunde con el de intensidad, incluso en los medios de comunicación. Así, es habitual que desde la radio o la televisión algún locutor, cuando habla con alguien por teléfono, le diga al receptor: "¿podría subir el tono de su voz?",cuando en realidad lo que le está pidiendo es que hable más alto, que suba el volumen para que se le oiga mejor.

El tono juega un papel determinante en la construcción sonora de ambientes y escenarios (los tonos agudos se asocian con la luminosidad y los colores claros, y con todos aquellos conceptos que, de alguna forma, se relacionan con dicha asociación: brillo, día, sol...; por el contrario, los tonos graves tienden a asociarse con los colores oscuros). El tono interviene también en la generación de ilusiones espaciales. Así, en la descripción de un objeto con respecto a una determinada situación espacial, la agudeza del tono implica lejanía, mientras que la gravedad sugiere proximidad. De la misma manera, las asociaciones arquetípicas establecen una estrecha relación entre la audición de una voz grave y las sensaciones de tristeza, depresión, pesimismo, melancolía, etc. Por el contrario, la agudización del tono indica alegría, optimismo o sorpresa, pero también miedo, nerviosismo y tensión. Finalmente, los tonos bajos incentivan la imaginación y la creación de personajes sombríos, misteriosos y/o malévolos, mientras que los altos son más adecuados para la recreación de tipos joviales, cómicos, etcétera.

Por su parte, la intensidad de la voz depende básicamente de la potencia con la que el aire que procede de los pulmones cuando hablamos golpea los bordes de la glotis, de modo que, cuanto más amplias son las vibraciones que se producen durante la fonación, tanto mayor es la fuerza a la que se emite una voz. La intensidad equivale al volumen, por lo que es normal asociarla con la impresión de alta/baja o de fuerte/débil.

A diferencia de lo que sucede con el tono, este rasgo acústico es más fácil de diferenciar perceptivamente (a nadie le cabe la menor duda de que un grito es una voz emitida a una alta intensidad), al tiempo que despierta sensaciones mucho menos abstractas. Así, una voz fuerte suscita cólera, ira, agresividad, pero también alegría y optimismo, mientras que una voz baja evoca, por ejemplo, tristeza, pesimismo, debilidad... La unidad de medida de la intensidad es el Bel, aunque en la práctica se usa el Decibelio o Decibel (dB), que es una décima parte del Bel. Para que te hagas una idea, ten en cuenta que en una conversación normal, la intensidad de nuestra voz suele situarse en torno a los 50 dB.

Sobre la intensidad de la voz, resaltaremos su capacidad para expresar también actitudes emocionales. De hecho, las variaciones de intensidad son muy adecuadas para representar estados de ánimo y aspectos relativos al carácter de un determinado personaje: la agresividad, la cólera, el miedo, la tensión o el nerviosismo se ilustran con un volumen más alto que la tristeza, el cansancio, la debilidad o la depresión. Por otra parte, la intensidad ayuda a describir tamaños y distancias y, en combinación con la agudeza o gravedad del tono, refuerza la ilusión espacial de lejanía (volumen más bajo) o proximidad (volumen más alto).

Ahora que conoces el significado de los conceptos de tono e intensidad, te proponemos que leas el siguiente texto y que, en función de lo que en él se describe, es decir, atendiendo al significado de las palabras que se utilizan, procures descubrir en qué sentido debería evolucionar el tono y la intensidad para que, en una supuesta locución radiofónica, el oyente pudiera hacerse una idea exacta de lo que se le está narrando:

"Era un objeto extraño, muy extraño. Se aproximaba hacia la tierra a gran velocidad, cada vez más rápido. Parecía que iba a caer encima de nosotros. Pero luego, de repente, empezó a alejarse lentamente, muy lentamente, hasta que desapareció entre las estrellas"

Si escuchas cómo lo hemos sonorizado nosotros, te darás cuenta de que en un principio el tono es grave y la intensidad alta (proximidad del objeto), para, al final, acabar la locución del texto con una intensidad mucho más baja y, por supuesto, con un tono más alto (lejanía).

En cuanto al timbre, diremos que es la principal seña de identidad que presenta cualquier sonido. Es su cualidad más particular, su especificidad, aquello que en realidad posibilita que al percibir un sonido lo podamos diferenciar de otro porque lo hace distinto, aunque ambos presenten el mismo tono y la misma intensidad. Es, en definitiva, aquella característica que permite distinguir entre una trompeta y un saxofón, o entre la voz de nuestro mejor amigo y la de nuestro peor enemigo.

En el caso del ser humano, el choque del aire con las cavidades bucal y nasal, el velo del paladar, los labios, la lengua y los dientes, determina la forma que acaba adaptando una voz, originándose así esa especificidad a la que nos hemos referido: Yo sueno distinto porque la constitución física de mis resonadores es diferente a la de los demás. No obstante, la particularidad que el timbre otorga a una voz no es obstáculo para que éste no se pueda manipular parcialmente y, por tanto, el sonido de nuestra voz cambie. De hecho, si esto no fuera así raramente podrían explicarse, por ejemplo, las imitaciones con las que nos deleitan algunos humoristas.

Atendiendo a lo que representa el timbre, esta señal tiende a confundirse con otros rasgos, como lo demuestra el hecho de que algunas personas digan de otras: "tiene un bonito tono de voz". Y es que el timbre responde, para muchos, al atractivo de una voz, a su agradabilidad. Por este motivo, los oyentes de radio reconstruyen en su mente el rostro de su locutor preferido a partir, esencialmente, del timbre, aunque luego no concuerde con la realidad.

El timbre, por consiguiente, puede llegar a informar, más que cualquier otra cualidad acústica, sobre el aspecto del hablante (edad, atractivo, altura,...), por lo que se perfila como una señal que facilita la construcción de un determinado personaje o el retrato que del locutor radiofónico quiera éste que se hagan los oyentes. La complejidad del timbre dificulta establecer con cierto rigor cuáles son las modificaciones que conllevarían a asociar una voz con un físico concreto. No obstante, sí es posible, como ya se ha dicho, variar la estructura de los resonadores y los órganos articulatorios para imitar a ciertos personajes o simular la voz de un niño, un anciano o un galán . De hecho, estas variaciones ayudan, al igual que los otros parámetros tratados, a reforzar la descripción de texturas (suavidad, rugosidad, etc.) e impresiones (sensualidad, fortaleza, etc.).

Cuando escuchamos la voz de alguien que nos habla a través de la radio, las características acústicas a las que nos acabamos de referir emergen al unísono, de manera que se interrelacionan y constituyen lo que algunos autores como Balsebre definen como el color de la palabra radiofónica.

Además de lo comentado hasta este momento, la voz radiofónica se consagra también como un instrumento de gran utilidad para ser trabajada desde otra perspectiva, porque como escuchar la radio no resulta ser lo mismo que participar en una conversación, se detecta que un correcto uso de la expresión oral por parte de quien emite la información, la descripción verbal, la estructura gramatical y las frases cortas, entre otros elementos, facilitan la comprensión. Consulta el apartado Locución, en el capítulo ¿Cómo se hace?

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