Circulo De Viena
camilapalacios7 de Julio de 2015
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EN EL SIGLO XX
En este período las interpretaciones anteriores se llevan a extremos de
elaboración, de detalle y de profundización, casi siempre bajo una referencia
sumamente importante de la que no disponían los pensadores
de antes y que ahora se mostraba en toda su magnitud: las conquistas
tecnológicas derivadas de determinados logros del conocimiento
científico, especialmente en Física. Puede decirse que todas las
interpretaciones de la investigación científica durante el siglo XX se han
visto obligadas a confrontarse, en un eje histórico y socioeconómico, con
los fundamentos teórico-metodológicos de los hallazgos más productivos
y „rentables‟ en el plano del control de la naturaleza y de las sociedades.
Dado que las más significativas necesidades humanas estuvieron
diagnosticadas en función del confort, la sobrevivencia y el dominio
social y dado que dichas necesidades dependían estrechamente del
aprovechamiento de recursos materiales (tecnologías militares,
medicinales, industriales, etc.), sucedió que el conocimiento científico se
evaluó exclusivamente por su relación con la satisfacción de tales
necesidades, casi primarias, y por su rendimiento en la explotación de
recursos materiales. La Física, de modo muy particular, fue entonces el
área de desarrollo científico más adecuada y más presionada, promovida
y favorecida. Sus logros se convirtieron, de ese modo, en referencia
obligada para el estudio de las vías y de la naturaleza del conocimiento
científico. A medida que, con el tiempo, aquellas necesidades iniciales se
fueron diversificando y contextualizando, se fueron también ampliando
las referencias sociohistóricas y los intereses hacia otras áreas del
conocimiento científico, hasta tocar el área de los procesos psicológicos
y sociológicos, incluyendo el caso de la Educación.
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En todo caso, sobre la base de estas referencias progresivamente más
amplias, las interpretaciones del conocimiento científico y de sus respectivos
procesos de producción estuvieron agrupadas, durante el siglo XX,
en torno a cuatro claves sociohistóricas esenciales, que se exponen a
continuación. En estas claves se forjan, durante el siglo XX, tres
modelos básicos de interpretación del conocimiento científico que aquí
se llamarán: Empirismo Lógico, Sociohistoricismo Humanista (o
"interpretativo") y Racionalismo Crítico.
2.1. La reacción contra el Pensamiento Especulativo (Religioso,
Metafísico, Político, Retórico, etc.)
Después de Arquímedes y de su hidrostática, hasta los aportes de Galileo
(¡más de setecientos años!), la humanidad dejó de producir conocimientos
científicos actualmente registrados. En todo ese tiempo, tanto
los productos de conocimiento como sus procesos investigativos de
producción fueron anulados, respectivamente, por „verdades‟ impuestas
desde los vértices de la autoridad político-religiosa y por artificios
retóricos de especulación confusa. El mundo concreto observable y
constatable y, por tanto, las necesidades materiales humanas
(enfermedades, pobreza, ignorancia...) quedaba totalmente ignorado
ante los „dogmas de fe‟ y ante el discurso ambiguo manipulador. El
discurso religioso imponía aseveraciones indiscutidas e indiscutibles,
mientras el discurso filosófico imponía temas y modos de pensamiento
que eran inmunes e impunes a toda crítica, a todo análisis. No tenía
valor alguno el mundo sensible ni el mecanismo biológico para percibirlo
ni la capacidad mental para explicarlo. A excepción de las verdades de
fe, casi el único parámetro de „conocimiento‟, no había medios ni referencias
para evaluar la realidad ni para analizar las interpretaciones
del mundo.
Llegada la época del Renacimiento y el consecutivo auge de las demandas
comerciales, surge el EMPIRISMO como pensamiento críticorevolucionario
y como propuesta para la producción de conocimientos
científicos (discutibles, validables). Paralelamente, el RACIONALISMO
se ofrece también como vía revolucionaria para la liberación del
pensamiento de las cadenas del dogmatismo y de la especulación. Pero,
a pesar de las conquistas y aportes empiristas y racionalistas (Bacon,
Leibnitz..., Newton, Kepler...), el dogmatismo religioso aún controlaba
buena parte de los centros académicos y la filosofía se encerraba en la
„metafísica‟ (= lo que está más allá de lo físico), con un lenguaje
imposible de evaluar. El dogma y la especulación se enfrentaban a los
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hallazgos de la Física, la Biología y la Química, los cuales, ya en el siglo
XIX, comenzaban a influir sobre ciertas disciplinas „humanísticas‟ tales
como la Sociología y la Lingüística (Linneo, Darwin, Curie, Comte, Saussure...).
El siglo XIX, precisamente, fue el gran escenario del debate
entre el discurso ambiguo y el discurso exacto, entre el dogma y la
crítica, entre lo “metafísico” y lo “físico” y, en fin, entre la especulación y
la ciencia. Por una parte, en este siglo se aceleraron los descubrimientos
generadores de tecnología; pero, por otra parte, el dogma, el
escepticismo y el pensamiento ambiguo recibieron un fuerte impulso de
parte del ROMANTICISMO, el cual pregonaba la desconfianza en la razón
y en la capacidad sensorial a favor del sentimiento, la intuición y la
emotividad. Al comenzar el siglo XX, el EXISTENCIALISMO añade aún
más fuerza al pensamiento metafísico, ambiguo e incontrolado. Frente a
estas amenazas, fue el EMPIRISMO inductivo, mucho más que el RACIONALISMO
deductivo, el que evidenció mayores aportes tecnológicos
y mayor fuerza polemizadora. De ahí que el empirismo inductivo, bajo
ciertos cánones identificados con la palabra POSITIVISMO, se
convirtiera en la primera y más influyente interpretación del
conocimiento científico en el siglo XX, reaccionando contra el
pensamiento anárquico o especulativo y propugnando el conocimiento
riguroso, sometido a reglas de validación fundadas en la experiencia
constatable.
CÍRCULO DE VIENA
Después de 1920, en la ciudad de Viena se conformó un célebre grupo
conocido como „CIRCULO DE VIENA‟. Fue un grupo de académicos que
se inició como equipo informal de reflexión, discusión e intercambio
intelectual, con ocasión de un seminario dirigido por Moritz Schlick en la
cátedra de Filosofía de las Ciencias Inductivas de la Universidad de
Viena, en 1922. Algún tiempo después, este grupo se convirtió en un
núcleo influyente de concepciones definidas en torno al conocimiento
científico y a sus procesos de producción, sobre todo a partir de 1929,
cuando declaran sus convicciones a través de un documento público
titulado “La Concepción Científica del Mundo. El Círculo de Viena”. Inmediatamente
después, publicarían muchos documentos más a través de
artículos de una revista propia (“Erkenntnis” o “Conocimiento”) y de
ensayos monográficos sucesivos. Aunque esta escuela era, en general,
de procedencia alemana, pronto adquirió carácter internacional,
especialmente a través del mundo anglosajón (los psicólogos
conductistas en EU, Alfred Ayer en Inglaterra, Jorgen Jorgensen en
Dinamarca, Philipp Frank en Checoslovaquia, etc.). Su mayor grado de
internacionalización e influencia tuvo lugar a raíz de la invasión y
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persecución nazi en Austria, cuando sus miembros emigraron a distintos
países donde continuaron, cada quien a su manera, difundiendo las
ideas del Círculo (“International Enciclopedy of Unified Science”, desde
Chicago; “The Journal of Unified Science”, desde La Haya, etc.). Los
miembros del Círculo fueron, en su gran mayoría, profesores
universitarios de formación científica: Rudolph Carnap, Kurt Gödel, Hans
Hahn (lógicos y matemáticos), Otto Neurath (economista), Hans
Reichembach, Philipp Frank, Carl Hempel (físicos) y muchos otros, todos
vinculados de alguna manera al trabajo filosófico en torno a la
investigación científica.
En general, las posiciones del Círculo de Viena estuvieron directamente
influenciadas por cuatro antecedentes básicos, los primeros dos de carácter
filosófico, el tercero de carácter histórico y el otro de carácter
instrumental.
En primer lugar, el “empirio-criticismo” del físico austríaco Ernst Mach
nacido en 1838 y muerto en 1916, con fuertes implicaciones
neopositivistas, el cual sólo reconocía como datos válidos de
conocimiento aquellos elementos ubicados en la experiencia y traducidos
en señales de captación sensorial, excluyendo todo enunciado `a priori‟
y todo juicio que no pudiera ser confrontado con datos sensoriales.
En segundo lugar, las posiciones
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