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EL SERVICIO COMO FUNDAMENTO DE LA POLITICA


Enviado por   •  16 de Junio de 2012  •  2.479 Palabras (10 Páginas)  •  580 Visitas

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El servicio como fundamento de la política

I. Introducción: Santidad y Bien Común

Los tiempos contemporáneos son, en términos del sociólogo francés Gilles Lipovetsky, tiempos de hipermodernidad . El individuo es el centro de la vida cotidiana, pero no en tanto persona como tal, sino como un elemento más de una dinámica contextual que no controla y a la que debe adaptarse. La persona ha dejado de aspirar, en el sentido amplio de la palabra, y ha transformado la experiencia de la vida en la experiencia del placer.

La desilusión reinante en el pensamiento filosófico y político de hoy es patente. A lo lejos ya no aparecen posibles soluciones políticas e ideológicas que en otros tiempos se pensaban imbatibles. Desde la perspectiva de otro sociólogo, éste polaco, Zygmunt Bauman, la modernidad se fue y dejó tras de sí una estela de frustración, un tufo de pesimismo que hoy más que nunca ha quedado consolidado en la esfera íntima del hombre. Esto evidenciaría, entonces, las razones por las que el hombre se ha permitido su propia transformación de individuo racional y conciente, a mero organismo casi biológico, cuya razón de ser, aun sin proponérselo, está en la satisfacción de impulsos, instinto, y cuerpo.

Lo público vendría a ser sólo una expresión del pasado, algo que sólo valía la pena cuestionar en otro tiempo. Hoy ya no. ¿Por qué habría el hombre de cuestionarse su relación con los otros? Desde el enfoque hipermodernista, esta pregunta halla respuesta sólo cuando se piensa en la instrumentalización del otro. Únicamente cuando el otro sea capaz de colaborar en la satisfacción del interés particular cobrará sentido esta búsqueda, antes no. Y volvemos a preguntar: ¿entonces en dónde está lo público? Diluido, extraviado, perdido en el anhelo del pasado.

En el fondo, el problema que hay detrás de todo esto es que el individuo se ha desconectado del entorno en el que vive y ha renunciado a la vida en comunidad, lo que no significa necesariamente aspirar a un ideal propio de la modernidad. ¿Cómo construir justicia? ¿cómo redimensionar y volver a valorar el papel de la política en la vida de comunidad? ¿cómo volver a dar sentido a las acciones que realiza el gobierno? ¿cómo el hombre puede volver a dignificarse a partir de la vida social y política?

La única manera de responder a estas preguntas fundamentales para la vida, convivencia y futuro del hombre es apelar a la santidad , como ya había dicho Bauman. Es cierto que la situación hipermoderna actual del hombre ha sido provocada en gran medida por la dinámica histórica, política, social y económica; es decir, por el contexto en el que se ha desenvuelto la humanidad en los últimos siglos, sin embargo es por ello que hoy más que nunca es necesario volver la vista al individuo, al ser, a la persona en todas sus dimensiones. Por ello, insisto, es urgente voltear y hacer voltear la mirada hacia la santidad como un modelo vital.

Por estas razones, en este ensayo reflexionaremos sobre el bien común como el elemento sobre el cual debe sustentarse todo quehacer público. Ello porque asume que el principio de la satisfacción de las necesidades particulares viene, en principio y de forma imprescindible, a partir de una comprensión de la comunidad en la que vive de parte del individuo. Ello resulta seductor en tanto que el bien común es un concepto acuñado por el Papa León XIII y que ha regido por completo a la doctrina social de la Iglesia durante el último siglo y es también, de forma paralela, aunque no explícita, la responsabilidad frente a los demás de Bauman.

II. Carpe diem y espacio público

“Parece que desde el momento en que (los hombres democráticos) pierden la esperanza de vivir una eternidad, están dispuestos a obrar como si sólo fueran a durar un día” , sentenció alguna vez Alexis de Tocqueville. Estas palabras resuenan en el pensamiento filosófico y político de hoy. La guerra, el hambre, la pobreza, el narcotráfico, la violencia, el abuso y la corrupción son males presentes en el mundo y a los que nos hemos acostumbrado. La búsqueda de transformación de estas realidades se perdió en el idealismo propio de la modernidad.

La máxima latina que se menciona en el título de esta parte del ensayo hace referencia, en efecto, a la búsqueda de la satisfacción de los placeres y deseos individuales en la medida que sea posible. La idea de que la vida es demasiado corta y hay que aprovecharla al máximo no es negativa en sí misma, pero se ha desvirtuado hasta el punto al que hace referencia Tocqueville. Es decir, el hombre se convierte en esclavo de sus pasiones y niega toda capacidad para la práctica de las virtudes cuando lo único que importa es “aprovechar el día”.

En la vivencia de la vida pública, en relación al espacio público, al quehacer político, el Carpe diem es bastante dañino porque hace surgir lo que Weber llamó la “vivencia de la política” . Provoca que personas sin vocación política se inserten en el servicio público, de modo que éste queda pervertido por esa búsqueda intrínseca de la satisfacción de intereses particulares. Un individuo que vive “de la política” lo única que asume es la resolución de su necesidad, antes que la de cualquiera, ya no se diga la de la sociedad en su conjunto.

El Carpe diem en el espacio público, específicamente en la vida política, también puede ser visto desde los lentes de Hanna Arendt y es igualmente preocupante. Desde este punto y hasta lo que Arendt llama la”banalidad del mal” sólo hay una delgada línea nada difícil de cruzar. La banalización del quehacer político, el no respetar la naturaleza de los cargos públicos es peligroso en sí mismo. Por ello, es mucho más factible que el mal aparezca detrás y se instale como una práctica sistemática del individuo cuyo objetivo es cualquier otro, menos el de servicio a los demás a través de la política.

Esta ruptura entre el deber ser de la política y la realidad es, sin duda, un elemento imprescindible en el ambiente de decepción que se percibe en el pensamiento de la filosofía política. Aunque es un hecho que esta dicotomía ha sido materia de estudio para numerosos hombres de poder a lo largo de la historia, también es cierto que el hecho de que no ha sido resuelta empieza a generar una especie de decepción y frustración que, muy acorde a la época hipermoderna que vivimos, llevan a buscar suturar esta herida con la apuesta a la evasión.

Ante este panorama, no es lícito renunciar a la transformación política de las estructuras sociales y mucho menos mantenerse

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