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El Elogio De Los Jueces


Enviado por   •  28 de Mayo de 2012  •  3.594 Palabras (15 Páginas)  •  2.468 Visitas

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EL ELOGIO DE LOS JUECES

El escritor manifiesta su creencia en el derecho; encarnado en el hombre a nivel simbólico y práctico que representa el juez y a su manera, lo idolatra y le establece un pedestal dentro del escrito. El escritor da la vuelta para describir una experiencia como abogado en un caso bastante peculiar.

El autor de la obra comienza haciendo una narración de la vida del litigante ante la figura de un juez, la creencia en algunas ocasiones fundadas de la imparcialidad con la que puede emitir una decisión, ya sea por elementos humanos o defectos de apreciación subjetiva en el momento del desarrollo de un procedimiento, y que pueda y por desgracia puede tener dicha autoridad, así mismo la contraposición a dicho pensamiento, la objetividad y falta de profesionalización con la que emite sus decisiones, sin importar las circunstancias antes señaladas.

Trata de igual forma de la superioridad con la que se observa a la figura de la autoridad (juez), sin embargo no se deja de observar a éste como una persona que puede impartir justicia sin importar la habilidad de los litigantes, siempre apegado a la legalidad de sus actos, señala que en algún momento la sentencia puede o no adaptarse a la verdad, hecho que en la vida rutinaria del litigante es de frecuencia reclamada ¿la verdad se reproduce en una sentencia? Así mismo señala en su obra, en algún momento, de forma un tanto aceptable que el juez es el derecho hecho hombre.

Abunda en algún momento, al realizar una reflexión de un científico y un jurista para acabar señalando: que si bien es cierto el científico debe su éxito a una hipótesis planteada y de fácil reproducción que en sentido afirmativo le concede la razón y con ello lo engrandece, no lo es el ámbito del jurista en donde su hipótesis e investigación depende en su comprobación de una serie de decisiones difíciles de comprobar y que recaen en una decisión pronunciada por una persona de carme y hueso (juez).

Cabe hacer la precisión que la presente obra y ejemplos son tomados de los juicios orales, si los cambios que regularmente se dan entre los comportamientos, lenguajes y gesticulaciones que tienen los litigantes, señalando que el comportamiento observado fuera y dentro de un juzgado son diferentes y se pregunta ¿sí con el cambio de actitudes sería tomado en cuenta más por los tribunales?

De igual forma que la actitud del litigante debe ser consciente y razonable, dominar los nervios y no dejar que el rival hablando de la contraparte en un juicio se apodere de su control, por el contrario debe responder las ofensas con amabilidad, lo anterior se puede interpretar como en no perder la cabeza y la objetividad en un asunto y mucho menos que los cambios de tesitura de voz o de sentido den la razón del de posante, lema que puede y debe ser tomado en consideración en la vida del litigante, no obstante no debemos de dejar de observar que el abogado que tenga la razón no necesita gritarla si no con plena convicción demostrarla ante cualquier tribunal.

Se acerca en la narrativa a quienes señalan, entre otras cosas el desacuerdo que tienen con algunos abogados, que lejos de defender una causa retan en conocimientos a los mismos jueces, causando molestia a éstos, que dice no adolecen de conocimientos y lejos de enseñar algo saben que las supuestas lecciones son tendientes a salvar su caso.

Lo anterior es comprensible si ponemos en un plano de desigualdad al abogado con la autoridad, ya que de ante mano se encuentran en diferentes planos y condiciones, dice que es mejor comenzar declarando la conformidad con éste que contradecirlo en su argumentación.

Efectivamente el abogado defensor no será nadie sin nombre, en cambio el juez embestido con tal calidad no necesita más que ésta para superioridad, tal caso es evidente y lo ejemplifica en la forma de presentarse en los juicios ingleses en donde la peluca de juez le da el grado.

La justicia señalada como tal, no sabe qué hacer con aquellos abogados los cuales presentan su caso, no para aclarar las razones de su cliente sino para mostrarse o evidenciarse con sus facultades oratorias. Caso en el cual, incluso la falta de respeto por parte del juez cuando el defensor lejos de realizar sus razonamientos en defensa de una causa, muestra sus vestimentas y su glamor.

Se realiza una reflexión constructiva derivada de la crítica de algunos abogados en la forma de dirigir una defensa y señala: que el abogado debe sugerir al juez discretamente sus argumentos para dar razón, que sus argumentos sean suficientes para dar convicción de la misma causa que defiende, con claridad en sus escritos, con la compostura de la toga, con la parsimonia de su discurso, con la puntualidad, etc. En contra posición el juez deberá tratar con respecto profesional a los litigantes para crear un orden y respeto del personaje que representa. Es menester puntualizar como se ha señalado con anterioridad, que el desarrollo de esta lectura se hace en un sistema de juicios orales, es decir se señala en cada capítulo el desenvolvimiento en la etapa oral de los litigantes frente a los jueces, haciendo notar habilidad o falta de ella en la argumentación de defensa, basándose en ésta etapa para realizar las reflexiones que se han hecho en los párrafos anteriores, indicando incluso el comportamiento que debería hacerse tanto de un lado (litigante) como del otro para crear una armonía en un procedimiento judicial, señalando incluso la amabilidad entre ambas partes en el entendido que de por medio siempre estará la libertad y el honor de un hombre.

El autor señala en el desarrollo de su obra enumera una serie de diferencias entre el abogado y los jueces, siendo una de ellas la experiencia, que sólo da la edad, remarca tal diferencia al referir el sistema ingles en donde los más ancianos ocupan puestos mayores en los tribunales, el abogado puede exigir más ingenio y más fantasía que la un juez, en cambio señala que el juez necesita carácter del cual adolece el abogado, para determinar el caso concreto.

Continúa enumerando otras diferencias, que por sí se crean y que pueden ser desde aquellas, sutiles como la ubicación física de los jueces en relación con la de los abogados, que en varios países siempre van colocados por encima de éstos, “arriba en los estrados que los lugares bajos de los abogados”, lo anterior no tendría relevancia aparente si no es que como algunos jueces esa diferencia de altura lo crea también de conocimientos, lo que aún más los engrandece es la misma forma de dirigirnos a ellos como en nuestro sistema “su señoría”, calidad que de antemano pone en evidente diferencia con el abogado postulante.

En su obra de igual forma hace alusión a la figura del ministerio público y lo pone en un dilema, ya que tiene

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