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El Nombre De La Rosa


Enviado por   •  9 de Junio de 2015  •  1.843 Palabras (8 Páginas)  •  259 Visitas

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El Nombre de la Rosa, Umberto Eco (1980)*

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El Nombre de la Rosa es una obra excepcional, pues combina de manera afortunada elementos de la novela histórica y la novela negra. Parte del mérito de esta novela consiste en ser escrita por un conocedor del medioevo, con lo cual tenemos una ventana que muestra el espíritu de esos tiempos, conflictos, maneras de sentir y razonamientos. Si se lee esta obra con buen juicio y atención, de seguro el lector se convierte en un medievalista, o por lo menos, un medievalista en ciernes.

La acción de la novela se desarrolla a finales del año 1327 (noviembre) en una abadía benedictina del norte de Italia. En la abadía construida sobre una meseta habitan sesenta monjes junto con ciento cincuenta servidores. Una sucesión de crímenes deben solucionarse a través de una serie de pistas, en medio del escenario de una disputa histórica entre el Papa Juan XXII y el Emperador Ludovico el Bávaro.

Como novela histórica se presentan una serie de hechos reales, así como personajes y problemas propios de la época que permean el desarrollo de la trama. De esta forma son muchos los hilos que se entrecruzan para ser analizados, aunque bien podemos generalizarlos en dos sentidos: el sentido histórico y el sentido filosófico.

Sentido histórico

En el aspecto histórico, el siglo XIV fue un tiempo de crisis. Fue el siglo de la peste negra, la cual se estima mató a 25 millones de personas (un tercio de la población), y con ésta, la angustia escatológica relacionada con el anticristo y la ira de Dios. También fue el tiempo del Papado de Aviñón (1309-1377) y el Cisma de Occidente. Las tesis hildebrandianas (Gregorio VIII) concebía al Papado como líder espiritual y secular de la cristiandad, sin embargo, tal pretensión entraba en conflicto con el poder secular, en concreto con el Emperador del Sacro Imperio, lo que llevó a intensas disputas políticas y confrontaciones militares entre güelfos (a favor del Papa) y gibelinos (a favor del Emperador).

En ese contexto, se presenta en la novela una reunión entre una delegación papal y otra delegación franciscana. Tal reunión tenía como fin discutir la herejía o no de los fraticelli, quienes predicaron la pobreza franciscana y la renuncia de toda propiedad, salvo la necesaria para la existencia. Estas ideas se constituyeron como una amenaza al poder y riqueza acumulada por el Papado, así como también de la jerarquía y legitimidad de la iglesia como institución.

Sentido filosófico

En este aspecto haremos el hincapié de este comentario. Para ello, tomaremos la figura de fray Guillermo de Baskerville, un monje franciscano de Inglaterra quien es enviado a la abadía en los montes de la Italia septentrional, con la misión de organizar la citada reunión. Toma como compañero al novicio Adso de Melk, narrador de la historia.

Si bien Guillermo de Baskerville es un personaje ficticio, el propio Eco reconoce que en principio quería tener a Guillermo de Ockham (1280-1349), fraile franciscano y filósofo, como protagonista de la novela, pero lo descartó al no poder superar la antipatía que le suscitaba. Por otra parte, algunos comentaristas han puesto de relieve la semejanza del método seguido, la capacidad inductiva y la personalidad con Sherlock Holmes del autor inglés Sir Arthur Conan Doyle. Incluso el nombre de una de las obras de este autor se titula El sabueso de Baskerville. Y similar a Watson, Adso de Melk también actúa como narrador-protagonista de la historia.

Durante la novela son varias las referencias que hará Guillermo de Baskerville de los ingleses Guillermo de Occam y Roger Bacon (a quien cataloga como su maestro). Esta circunstancia va más allá de una simple coincidencia, puesto que a través de Guillermo de Baskerville (otro inglés), Eco nos comunica con los pensadores del siglo XIV, cuyas doctrinas serán en buena medida la columna del pensamiento moderno y científico.

En Apostillas a El nombre de la rosa, Eco acepta que si bien conoce mejor los siglos XII o XIII, “necesitaba un detective, a ser posible inglés, dotado de un gran sentido de la observación y una sensibilidad especial para la interpretación de los indicios. Cualidades que sólo se encontraban dentro del ámbito franciscano, y con posterioridad a Roger Bacon; ademas, de los occamistasa encontramos una teoría desarrollada de los signos” (p. 748).

En este sentido, y si se lee con cuidado, asistimos a una interesante lección de filosofía, donde la trama de un múltiple asesino es el pretexto.

En primer lugar, Guillermo de Baskerville no se enorgullece de su pasado como inquisidor, puesto que como él mismo confiesa, se retiró por la desconfianza a los métodos empleados en la confesión. Por otro lado, en el juicio que realiza el inquisidor Bernardo Gui a Remigio da Varagine (cillirero de la abadía) por los cargos de herejía, Guillermo le confiesa a Adso que “a Bernardo no le interesa descubrir a los culpables, sino quemar a los acusados. A mí, en cambio, lo que más placer me proporciona es desenredar una madeja bien intrincada” (p. 563). En tal sentido, vemos a un Guillermo comprometido con la búsqueda de la verdad como fin en sí mismo, o en otras palabras, una ética del pensador que busca la verdad más allá de la riqueza o las recompensas.

La anterior idea no debe entenderse como el saber por el saber. Guillermo de Baskerville critica a Bencio quien es “víctima de una gran lujuria (…), la lujuria del saber. Del saber por sí mismo” (p.

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