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El velo de la apatía


Enviado por   •  28 de Febrero de 2018  •  Documentos de Investigación  •  2.827 Palabras (12 Páginas)  •  65 Visitas

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El velo de la apatía

Cultura Política

Hoy retomo de forma oficial y más formal este hobby de escribir, que aún que me fascina, también me resulta difícil, sobre todo por aquello de la inversión y los tiempos. En los blogs de politóbloguenado           -quienes hayan leído antes- se habrán dado cuenta que escribo sobre temas que en lo personal me gustan con enfoque politólogico, totalmente apartidista y libre del planeta de los “ismos”, ello porque no estamos casados con ningún autor, teoría,  ideología, ni filosofía en particular, al contrario, se está completamente abierto al debate, dialogo e intercambio de ideas, y aún cuando el blog se escriba siempre enunciando la opinión propia sobre el tópico, esto es, con el afán simplemente de compartirla y no de presentarla como un axioma, siempre esperando que los temas sean de su agrado y les puedan trasmitir algo.

Siempre me es difícil elegir tema para el politóbloguenado, ésto por la basta cantidad de tópicos existentes, desde teóricos, conceptuales, filosóficos, coyunturales, históricos y hasta de la vida cotidiana que siempre me emocionan y suelen ser muy extensos y ricos en contenido, lo cual demanda un gran esfuerzo de síntesis. En esta ocasión decidí hacerlo sobre uno de esos conceptos que parecieran muy lejanos a nosotrxs, un concepto que generalmente supone no tener importancia en nuestras vidas y cuya carencia confunde las intenciones de la participación y enrolamiento cívico-político de quienes adquieren un estatus de ciudadano/ciudadana; situación que permea desde el comportamiento cívico de sociedad hasta en las entrañas del Leviatán hobbesiano; dicho concepto es: Cultura Política.

Reza un dicho mexicano que de futbol, religión y política no se debe hablar si es que se quiere conservar la paz, y es que la polarización ideológica y partidista puede ser causa de diversos fenómenos negativos, desde activismos violentos hasta separaciones maritales o familiares -aunque parezca broma-. Esto evidencia pobreza en el conocimiento de las bases histórico-político-culturales, una poca capacidad para participar activamente, para documentarse de forma critica y objetiva sobre la realidad política, así como de dialogar, debatir e intercambiar ideas sin dividirnos ni apasionarnos, con tolerancia y siempre con una mente abierta a la pluralidad, cosa que obligadamente se da en democracia, nadie es dueño de la verdad y somos todxs, lxs más interesados en participar y reclamar el verdadero bien común.

 

Factores como la mala imagen que tiene la política, la profunda desconfianza hacia todo lo que sea “gobierno”, la creciente inapetencia y apatía a lo que es de interés común y acción social, trascienden en un desorden de lo que a futuro como sociedad construimos, en un dividido comportamiento cívico-político, en una mala participación-relación ciudadano-Estado y también en un total hastío a entender y reflexionar críticamente los asuntos públicos y del poder. Olvidando que precisamente esto seria una obligación esencial para ejercer más cabalmente el estatus de ciudadano.  

Hay quienes argumentan, que hablar de cultura política ha sido una exigencia que mayor interés ha despertado en los últimos 50 años entre filósofos, organizaciones, politólogos, activistas sociales, sociólogos, antropólogos y gobiernos, debido a su discutida influencia en los sistemas políticos, así como en el desarrollo de la democracia y estabilidad de un Estado. A principios de los años sesentas la filosofía política prestó más atención a el controvertido concepto de cultura política, y es que éste constituye un instrumento que permite enlazar los elementos psicológicos particulares con los sistemas políticos, es decir, conectar la micropolítica con la macropolítica[1]. El concepto supone además, una relación e influencia directa en la construcción y aculturación de los valores cívicos-políticos, en el comportamiento social, así como en la estabilidad y en consolidación de los sistemas políticos; si, sé que suena un poco confuso, así que me iré por partes.

¿Qué es “eso” de la cultura política?

Es en el pasado siglo XX cuando el término toma fuerza y la inspiradora idea de analizar el comportamiento político en grandes grupos objetivos de la población (behavioural analisis) bajo técnicas cuantitativas cautivó a gran parte de las escuelas dominantes de la ciencia política. Como mencioné anteriormente, a principios de los años sesenta surge el libro “the civil culture” , de  Almond y Verba (1963), una obra pionera de política comparada en el tratamiento de las culturas políticas; el trabajo de estos autores consistió principalmente en un estudio sobre las conductas de determinadas poblaciones (Italia, México, Gran Bretaña y Estados Unidos) respecto a sus sistemas políticos buscando descubrir hasta que punto la cultura política posibilitaba el desarrollo de la democracia y estabilidad de un país. Sin embargo, esta aproximación pionera resultó ser cuestionada y criticada por 1 autor… bueno no menos, como por 5, entre ellos, Brian Barry, Carole Pateman y Arend Lijphart principalmente, quienes entre otras criticas, puntualizaron que era un modelo occidental de orientación norteamericana, con un sesgo ideológico, etnocentrista,  capitalista y democrático-liberal argumentando que el estudio de la cultura política debería estar ubicado dentro del extenso campo de valores, significados e instituciones de la cultura general[2].

Vagamente, el concepto se comprende como el conjunto de creencias, sentimientos y valores que las personas tienen respecto a la cosa pública, a lo político, al sistema político y a sus instituciones.

Bajo la visión de la democracia liberal en la sociedad occidental, resulta muy interesante, ya que en la civilización humanística de occidente, la cultura cívica democrática surge como un cambio cultural, económico, político y social que permitiría grandes cambios y permearia en los procesos de transición de los sistemas políticos; por ejemplo, en Inglaterra, donde el desarrollo de la cultura política fue consecuencia de fuertes choques entre modernización y tradicionalismo, describe Gabriel Almond y Sidney Verba, que elementos como la seguridad insular, la secularización, el nacimiento de clases comerciantes prósperas y la correlación de fuerzas entre monarquía y nobleza preestablecieron una condición de cultura cívico-política que revolucionaría y permitiría grandes cambios, preparándola para la transición del sistema tradicional feudal al parlamentario; así, Bretaña atravesó el absolutismo y la revolución industrial con una cultura política que absorbió sin dificultad los constantes y grandes cambios de la estructura social de los siglos XVIII y XIX[3].

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