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Ensayo del Libro Antígona - Sófocles


Enviado por   •  11 de Septiembre de 2021  •  Ensayos  •  1.384 Palabras (6 Páginas)  •  217 Visitas

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Ensayo del Libro

Antígona - Sófocles

Karen Ivana Niño Reyes

Agosto 2021

Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia

Derecho

Historia del Derecho

Análisis exhaustivos que provienen de las más diversas tradiciones atestiguan la riqueza y la función heurística que Antígona habrá tenido a la hora de abordar el campo problemático de la ética y la política. Las sucesivas interpretaciones de la tragedia de Sófocles –desde el momento mismo de su insistente representación en el s. En la medida en que la ética precisa constituirse como un espacio de interrogación incesante, no puede desestimarse una tentativa –evidentemente política- de evitar la clausura de los sentidos que atribuimos a los textos y a los conflictos que en ellos se dejan ver.

¿Crítica a la tiranía o tiranía del género?

La querella que adquiere mayor visibilidad en la tragedia es la encarnada por Antígona y Creonte. No es del todo inverosímil afirmar que Antígona puede ser leída como una crítica a las tiranías. En este sentido, es sugerente la reticencia a la argumentación de ambos personajes, en clara oposición a la situación democrática en la cual la tragedia fue estrenada. Creonte, dejaría a Antígona en el lugar de víctima.

Así, la obstinación y autosacrificio de la doncella serían leídos como un efecto de la acción Creontina, por ende, como una crítica a la tiranía sin más. Esta lectura subrayaría apropiadamente las consecuencias nefastas de un gobierno despótico donde las leyes son dictadas por una sola persona, o más bien, donde la ley se identifica con la persona misma del soberano. Allí, tal vez, se inscribe la posibilidad de que los cuestionamientos al decreto de Creonte sean entendidos por éste como amenazantes de su propia persona, siendo el tratamiento dado a las diferencias -a las creencias y prácticas divergentes- el de reducirlas a un lugar de «oposición a», en lugar de tomarlas en su propia especificidad. Asimismo, no es sólo una acción determinada –la exposición del cadáver a los animales de carroña- lo que se impone, sino que a través de ella se instituye una jerarquía de valores, en la cual sentimientos amorosos, creencias religiosas y razones prudenciales son subordinadas a los «intereses de la ciudad» -que en este caso se identifican con los criterios de su soberano.

Con la misma lógica, al estar identificados el poder político y la virilidad, se opera una «sexuación» de los ámbitos de acción y las razones para actuar en ellos. En el caso que nos ocupa, se advierte una partición binaria y jerarquizante, a través de la cual se postula el ejercicio del poder gubernamental como modo masculino y privilegiado de ser, al tiempo que se descalifica el resto de las acciones, quedando éstas bajo la sospecha de responder a una «sumisión a las mujeres» y por tanto de «afeminamiento» e inferiorizadas. Pues bien, intentemos pensar si, en el caso que la orden de no sepultar a Polínices hubiera emergido de la deliberación de los ciudadanos en la asamblea Antígona se hubiera resignado a ella pacíficamente. Asentir a esta posibilidad exige su despliegue.

Antígona, en tanto mujer, no hubiera formado parte del grupo de ciudadanos que conjuntamente deliberaron y tomaron una decisión. Con lo cual, sus razones para acatar las leyes de la ciudad no habrían sido una consecuencia de haber presentado sus argumentos en el órgano democrático de la ciudad, de haberse hecho parte de la deliberación. Con ello, claro está, se debilita la posición que coloca el nudo conflictivo de la tragedia en el cuestionamiento a la tiranía. La pensadora estadounidense Martha Nussbaum manifiesta sentir admiración – muy parecida, quizá, a la compasión– por el personaje de Antígona, sentimiento del cual intenta dar razones en La Fragilidad del Bien Dicha admiración parece sustentarse en el hecho de que la joven padezca un dictamen que no acepta, al elegir sus argumentos ante los de Creonte, aunque optara así por la muerte pero también por su dignidad.

Ahora bien, las coordenadas interpretativas de tal «defensa de la propia dignidad» están dadas, creemos, por un resistir la aceptación de lo que aparece como injusto, siendo que la injusticia mana de un tirano que incluso es capaz de castigar con la muerte la desobediencia a sus decretos. Tanto como cualquier heroísmo, el que a nosotros nos sugiere la lectura de Nussbaum hace hincapié en una personalidad que acaso resuene «anacrónicamente» con los románticos del s. Lo cual deja, si no a un lado, al menos en un lugar secundario, las condiciones de posibilidad sociales e históricas de las decisiones y respuestas de Antígona en la coyuntura recreada por Sófocles. En primer término, en la medida en que las acciones –categoría en la cual algunos incluyen la muerte como sitio a través del cual Antígona verdaderamente se agencia de sus actos y de su ser - son reconocidas como «heroicas», la doncella no puede sino ser nombrada con adjetivos que describen lo más excelso de la virilidad.

Lo cual lleva a pensar que antes que una «super mujer», Antígona «deviene varón» en su hacer heroico. Factum que no podía cuestionarse, quizá, sin cuestionar a la vez las cláusulas de inclusión al conjunto de los ciudadanos. Precisemos a qué nos referimos con cláusulas de inclusión/exclusión, dado que abre a un plexo de referencias vasto. En principio aludimos a aquellas que regulan la dinámica de dos espacios diferentes.

Uno es el de deliberación e institución de leyes, de promulgación y ejecución de decretos, etc. Este es el espacio que llamaremos de ciudadanía, quedando configurado como aquel en el que los involucrados se constituyen en legisladores, con lo cual les es lícito considerarse autónomos. Ahora bien, el campo de acción de estas leyes no se reduce al espacio de ciudadanía, sino que regulan un espacio mucho más amplio, que incluye a mujeres, niños, jóvenes y toda aquella persona en territorio ateniense. Nótese que el espacio de legalidad contiene al de ciudadanía, con lo cual la inclusión al primero es condición necesaria pero no suficiente para pertenecer al segundo. La ciudadanía queda, entonces, regulada por cláusulas de inclusión/exclusiones diferentes.

Nos gustaría indagar las condiciones de posibilidad de tales delimitaciones. Teniendo esto en cuenta, pensamos que la sociedad instituirá modos de subjetivación diferenciales respecto de aquellos que serán incluidos/excluidos en/de un espacio u otro. De modo que quisiéramos enfatizar no tanto la «aplicación» de criterios «sobre» individuos ya constituidos –criterios que definirían a posteriori distintos regímenes políticos, sobre sujetos que son «naturalmente» de cierto modo o bien «neutralmente» constituidos en un espacio pre-político – sino más bien el hecho de que los modos de subjetivación intrínsecamente suponen un carácter político, los cuales serán los que configuren las cláusulas de inclusión/exclusión al espacio de la ciudadanía. En este sentido cabría, quizá, releer aquellos pasajes en donde Martha Nussbaum se refiere a la creación de la ciudad como un «instrumento», que sería aplicado a la naturaleza por parte de los seres humanos , lo cual abre la posibilidad de entender que en su concepto –el de la pensadora- la ciudad sería un ente trascendente a los ciudadanos, creado por ellos una vez que su subjetividad está completamente constituida.

Si tal conjetura fuera legítima, podríamos ver un cuestionamiento a una posición como la de Martha Nussbaum en los escritos de Cornelius Castoriadis, cuya lectura de Antígona transitaremos a continuación. Castoriadis observa que en el primer estásimo Sófocles claramente alude al carácter auto creador del ser humano. A diferencia de Esquilo, quien –en Prometeo Desencadenado– suponía una antropogénica, Sófocles explicitaría la condición esencialmente auto poética del hombre, quien se ha dado/enseñado a sí mismo las diferentes artes, incluido el lenguaje. Nos encontramos, entonces, con una lectura de Antígona diferente.

Sabemos que los varones ciudadanos podían considerarse autónomos, dado que siendo ellos mismos quienes deliberaban y dictaminaban leyes y penas, se daban a sí mismos las leyes con las cuales organizaban la ciudad. Los sujetos de la Grecia clásica se constituían como sujetos en tanto pertenecientes a la ciudad, sin ella no eran nada –tristemente célebre es el caso socrático, donde el filósofo prefiere morir a causa de las leyes de Atenas que vivir fuera de ella. Es decir, su destino ético estaba subordinado a su destino político. De este modo se subordinan a la Política el resto de las Ciencias Prácticas, incluida la Ética.

Ahora bien, dado que la actividad política de las mujeres era nula, lo que queda en cuestión es la posibilidad misma de una ética para las mujeres.

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