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FILOSOFIA DE ESTOICOS Y EPICUREOS


Enviado por   •  7 de Junio de 2021  •  Ensayos  •  2.256 Palabras (10 Páginas)  •  74 Visitas

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Epicúreo y Epícteto: La esquiva felicidad

Raúl Hinojosa Bolívar

“Ser o no ser, he aquí la cuestión. ¿Que es más elevado para el espíritu, sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna o tomar armas contra el piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? Morir..., dormir; no más ¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y al los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne...!”  La pregunta de Hamlet sigue resonando a través del tiempo y replica las interrogantes que atraviesan la filosofía desde la antiguedad hasta hoy, ¿qué es el hombre?¿ por qué existe?¿por qué existe bien y  mal? Queremos encontrar la explicación, el sentido de la existencia humana que se articula en la gigantesca dialéctica de dolor y felicidad. Según Sócrates, Platón y  Aristóteles, el hombre debe ir en pos de la felicidad. Ser feliz es un deber, dirá Kant, cientos de años más tarde. Si ese es nuestro propósito, máximo anhelo y deseo, ¿por qué nos estrellamos contra el dolor? ¿Por qué nos desgarra y  despedaza una y otra vez? ¿por qué el dolor parece prevalecer en el mundo? ¿por qué morimos? ¿hay algo después de la muerte y estamos a merced de los dioses de la Iliada  y la Odisea? Hay otros filósofos, en cierta forma más realistas y pesimistas, como Epicúreo y Epícteto que, ante el vacío que se extiende frente a la existencia humana, se conforman con huir de dolor y  buscar el placer como es el caso de Epicúreo;  o enfrentar el dolor con una visión determinista y serena resignación, como plantea Epícteto, en esta incesante búsqueda de la felicidad humana.

Las premisas intelectuales  de las que parte Epicúreo lo hacen un adelantado para su época. El filósofo, es fiel seguidor de Demócrito, un atomista. El universo es eterno, infinito, se compone  descompone por las múltiples interacciones atómicas. La lógica de estas interacciones revela que no hay dioses creando o manejando nada.  Las relaciones entre los átomos crean la realidad material tangible, e incluso la intangible, como el alma. No ha nada más allá de esto. Y cómo la materia se compone y descompone, no hay vida después de la muerte. El conocimiento del hombre, pues, consiste en aprehender la causas-efecto de estas interacciones atómicas.

Epícteto, es directo heredero de la filosofía de Heráclito y Zenón. Es materialista como Epicúreo. El universo es una totalidad material en constante movimiento que tiene su origen en el fuego, logos, divinidad. El alma, material, es la suma de fuego y aire y  el conocimiento se logra a través de las percepciones materiales. Las ideas son impresiones de los objetos que llenan el alma. Esta, las reelabora a la luz de la inteligencia para llegar a conceptos y juicios generales. A diferencia de Epicúreo, Epícteto sí cree en la existencia de una divinidad o logos que determina todo en el universo, en especial la existencia humana, pero su imagen está lejos de los dioses caprichosos y castigadores del pasado.

Ambos, entonces, fundarán una filosofía basada en estas concepciones de la naturaleza, pero que descansa que en una ética poderosa entendida, no como un conjunto de normas morales obligatorias, sino como una especie de  estética o arte de la existencia. Para Epicúreo, esta ética es más necesaria que nunca, porque si se saca a los dioses de la ecuación de la existencia humana,  sólo queda para el alma la libertad, “la  responsabilidad humana inmersa en los trajines de su propia potencialidad y finitud”(Lenis, 2016, p. 3). El sabio o el filósofo es aquel que se mueve buscando esta felicidad, en cuyo centro están -ni más ni menos- que los deseos individuales:De los deseos unos son naturales, otros vanos; y de los naturales unos son necesarios, otros sólo naturales; y de los necesarios unos lo son para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo, otros para la vida misma [...] un recto conocimiento de estos deseos sabe, en efecto, supeditar toda elección o rechazo a la salud del cuerpo y a la serenidad del alma, porque esto es la culminación de la vida feliz” (Epicúreo, p. 413).  La satisfacción de estos deseos mediante el placer “es principio y  consumación de la vida feliz, porque lo hemos reconocido como bien primero y congénito (Epicúreo, p. 416). Pero este placer nada tiene que ver con los desbordes irracionales: Cuando nos referimos a los placeres de los disolutos o a los que se dan en el goce, como creen algunos que desconocen o no están de acuerdo o mal interpretan nuestra doctrina, sino al no sufrir dolor en el cuerpo ni turbación en el alma.” (Epicúreo, p.419). Es placer sin culpa pero templado intelectualmente, limitado por la reflexión.

Para Epícteto el alma también debe vivir serena. Esta serenidad sólo se consigue siendo dueño de nuestra propia alma, mirar hacia nuestra interioridad, abandonando todo temor, todo lo que la esclaviza, como los deseos o placeres, porque como dice el filósofo: “ la divinidad no es algo temible, la muerte queda fuera de nuestra conciencia, el bien es fácilmente asequible y el dolor es fácilmente soportable"(Epícteto,  p. 6). La razón es la que guiará al sabio  hacia la virtud. Para Epícteto el verdadero gozo nace de aceptar que el cumplimiento de deber ser, sea alegre o trágico, reconocer la existencia de una  plan divino, leyes inmutables  eternas  de las que ni siquiera un dios puede escapar. Y en este universo en movimiento,  el mal toca, de alguna manera,  a todas las criaturas porque es sustancial. Nadie puede huir  de sus embates. Pero, aunque  no somos libres para escoger la vida que nos toca, si, como individuos, podemos elegir cómo la vivimos,  con valentía, aceptación, y es virtuosa en la medida que alcanzamos esta paz permanente, ajena a todo deseo insatisfecho o Ataraxia.

¿Qué tipo de sociedad se puede construir a partir de estas filosofías?

Epicuro, en este punto  es apasionante.  En el siglo IV a. C. , este pensador creó “El Jardín”, una escuela de hombres y mujeres, esclavos y    extranjeros, alejados de la sociedad, donde los lazos sociales se forjan a través de un elemento clave, la amistad, que es anterior a y superior a cualquier otra institución,  es ésta la que nos hace felices, generosos, justos. Pero acá el hombre no es un ser social por naturaleza, como dice Aristóteles, cada uno se preocupa de sí mismo y  se une al otro  por su propio interés. Un grupo de amigos  forma comunidad, no Polis. El Estado es concebido como un bien que surge a partir del lenguaje humano complejo, dando la posibilidad de crear pactos para estar más seguros, evitar conflictos, ,defenderse,  o para obtener ventaja. Pero Epicuro lo desprecia, al propugnar la libertad del individuo e incluso la abolición en un futuro idílico del Estado, la mayor fuente de males.  A diferencia de Sócrates o Aristóteles, Epicúreo no vota y rechaza los cargos  públicos como inútil búsqueda de oro, poder y fama. La amistad, en cambio, es el mayor bien que nos trae la sabiduría, un estilo de vida placentero, calmado, donde los individuos pueden buscar lo que más les place pero sin dañar al otro. Una vez más se adelanta a su tiempo al señalar que la justicia no es algo en sí mismo,  “sino en las  agrupaciones de unos con otros, cualesquiera que fueran los territorios y, en cada caso, las circunstancias temporales, una especie de convenio de no dañar ni ser dañado”(Aoiz, 2003.p.3) una especie de contrato social con un fin utilitarista, el de la convivencia armónica. La ley, entonces es posterior a este pacto, en base al interés común y queda plasmado en su constitución para dar la necesaria seguridad.

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