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Filosofia De La Liberacion


Enviado por   •  14 de Octubre de 2013  •  1.441 Palabras (6 Páginas)  •  359 Visitas

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I. b. La filosofía de la liberación

Presentaremos ahora, algunas ideas centrales de otro de los importantes movimientos teórico-políticos que se han desarrollado en Latinoamérica en aquél período: la filosofía de la liberación. A fines de los sesenta, en sintonía con los complejos procesos políticos que recorrían gran parte de los países en situación de dependencia colonial o semicolonial, un conjunto de pensadores latinoamericanos empezaría a darle forma a un original proyecto filosófico, de raíces profundamente anti-imperialistas.

El filósofo argentino Enrique Dussel, uno de los principales exponentes de dicho movimiento, ha sistematizado y reformulado en varias ocasiones los puntos nodales de este programa. Retomaremos ahora algunas de las características centrales la filosofía de la liberación, tomando como referencia el libro homónimo que este autor publicara en 1977[1].

Desde el inicio del libro, Dussel enfatiza la necesidad de pensar el discurso filosófico en estrecha relación con sus condicionamientos geopolíticos. La distinción entre centro y periferia que analizáramos en el apartado anterior será, en este sentido, fundamental. Aventurando una polémica tesis, Dussel asegura que la verdadera filosofía siempre ha surgido en las periferias, tornándose ideología en las apropiaciones y reformulaciones que se realizan desde el centro. En sus palabras:

No advertidamente la filosofía nació en este espacio. Nació en los espacios periféricos en sus tiempos creativos. Poco a poco fue hacia el centro, en las grandes ontologías, hasta degradarse en la mala conciencia de las edades morales o, mejor, moralistas. – E inmediatamente agrega – Se trata entonces de tomar en serio al espacio, al espacio geopolítico. No es lo mismo nacer en el polo norte o en Chiapas que en Nueva York.[2]

Las filosofías del centro serían, entonces, meras ideologías encubridoras de las prácticas políticas realmente existentes en el mundo. Serían, así, filosofía de la dominación. Motivo por el cual requerirían, estratégicamente, borrar su propia condición geopolítica. Cuanto más pretendidamente universal y objetivo un planteo, más ideológico resulta; si es que no logra poner en cuestión el sistema vigente y le resulta funcional.

Dussel afirmará que el capitalismo, como sistema y forma de explotación del hombre por el hombre, ha necesitado borrar la condición humana de aquél/aquello a lo cual impone su dominio. La Ontología misma es interpretada, así, como la ideología de las ideologías; como el acabamiento o el cumplimiento teórico de la opresión práctica de las periferias[3]. En ella se impone, pues, una concepción existencial que privilegia la relación hombre–cosa; mediante ella se olvida la relación fundamental, metafísica, hombre-hombre[4]. Tal operación redunda en la invisibilización de la dimensión ética y política de los problemas filosóficos: y eso es la ontología.

Según Dussel, la filosofía tradicional reduce su alcance a un puro discurso de la identidad. Incluso la dialéctica, el momento más elevado de la misma, adolece de un claro límite: pues aunque halla y expone los fundamentos últimos del sistema, no logra interpelar ni ser interpelada por la exterioridad del mismo. Explica el todo, sí; puede incluso tornarse profundamente crítica de dicha totalidad, eso también es cierto: pero no resulta interpelada por aquello que va más allá de la totalidad. A lo máximo que puede aspirar la dialéctica, en el plano de la conciencia, es a la moralidad. Pero la ética, la verdadera ética, la cual implica trascenderse a sí mismo, le está vedada. Se requiere, para ello, otro punto de partida.

La analéctica, en cambio, es presentada como el método propio de la filosofía de la liberación, aquello que sí permite trascender los límites de la crítica eurocéntrica. La analéctica es, dice Dussel, trasontológica[5]. Con ella se responde al llamado silencioso del otro, y es allí que se encuentra el sentido del propio decir. De aquí, justamente, que el punto de partida de esta propuesta filosófica sea la categoría de exterioridad[6], como paso conceptual, ética y políticamente previo a la liberación.

Ahora bien, si focalizamos en el discurso ideológico-filosófico de la modernidad podemos apreciar que:

Desde el “yo conquisto” al mundo azteca e inca, a toda América: desde el “yo esclavizo” a los negros del África vendidos por el oro y la plata logrados con la muerte de los indios en el fondo de las minas; desde el “yo venzo” de las guerras realizadas en la India y China hasta la vergonzosa “guerra del opio”; desde ese “yo” aparece el pensar cartesiano del ego cogito.

Consecuente con esta línea argumentativa, Dussel señala que la filosofía de la liberación tuvo su origen en Mendoza, un territorio geopolíticamente periférico en relación

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