Filosofia De Las Ciencias Humanas
pueblitax21 de Marzo de 2014
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ANÁLISIS DEL TEXTO EN COMÚN
FILOSOFÍA DE LAS CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
El trabajo en común, es simplemente una proposición, quizás, a lo largo de las escrituras se logre establecer un cuadro escueto, un intento de marco de referencia que pueda ayudar a situar el lugar que ocupa las Ciencias Sociales y las Humanas en el conjunto de las disciplinas de conocimiento. Pienso, o mejor dicho, creo, que éste es un asunto al que se le ha prestado hasta el momento escasa atención, pero que, a nuestro entender, va siendo hora de afrontar en profundidad. Existe una cuestión más teórica, al menos en apariencia. Se trata de que, cuando menos si no nos ceñimos a las consideraciones de las escuelas epistemológicas más férreamente positivistas, como menciona el autor, los datos, las observaciones del investigador, cualquiera que sea la materia sobre la que trabaja, pero especialmente si se dedica a las Ciencias Humanas, están orientados por una teoría. No existe observación sin teoría, no hay mirada pura, objetivamente desinteresada, sino que toda mirada está dirigida, determinada por una teoría que indica lo interesante, lo significativo, que muestra unas cosas mientras que oculta otras posibilidades.
Es por ello, que a través del siguiente texto, se pretenda contribuir modestamente en la reflexión sobre los principios que subyacen a los posibles planteamientos teórico-epistemológicos de la Didáctica de las Ciencias Sociales y Humanas, acertando algunos datos con el autor del texto en común, así como algunos que posiblemente surgieron en mi, a lo largo de la lectura.
Entrar dentro del campo de la filosofía de las ciencias sociales equivale a tropezar con la polémica. No hay consenso en las llamadas ciencias del espíritu, culturales, humanas o sociales, acerca de la fundamentación de su quehacer. Desde la aparición de las diversas disciplinas que se acogen al sobrenombre del espíritu, humanas o sociales (historia, psicología, sociología, economía, derecho, pedagogía...), se ha desatado la polémica sobre su estatuto de cientificismo. La aparición expresa, manifiesta, de estas disciplinas (dicho sea global mente y sin muchas precisiones) aconteció en el siglo XIX. ¿pero, eran verdaderamente ciencias tales intentos, explicaciones, reflexiones y quehaceres?
Para unos lo eran y para otros no. Unos exigían que las «nuevas» ciencias se acomodaran al paradigma o modelo de las ciencias verdaderas, es decir, de las físico-naturales, y otros defendían la autonomía de las nacientes ciencias.
Habría, pues, que decir que en el contencioso sobre la cientificidad o no de las ciencias humanas, sociales o del espíritu, se da cita el debate sobre la ciencia. De aquí su gran interés. Por esta razón, Mardones debate y denomina a este problema de la fundamentación de las ciencias sociales o humanas como tales ciencias, “la cuestión candente”. Dicho de otro modo: aquí se anudan actualmente los problemas más acuciantes que rodean a la ciencia y las preguntas que van más a la raíz.
Y es que al leer el texto en común, y ponerse a investigar un poco, la considencia surge al ver , que otros estudiosos denominan a este problema de la fundamentación de las ciencias sociales o humanas tales como “La cuestión ”. Existen dos tradiciones importantes una llamada aristotélica y otra llamada galileana.
Aristóteles consideraba que la investigación científica daba comienzo allí donde se percataba de la existencia de ciertos fenómenos. Es decir la observación.
Será la comparación de la hipótesis con las consecuencias deducidas mediante la observación de la realidad o experimentación, la que nos dirá su valor explicativo, dirá Kant, que la actitud del científico galileano no es la de un escolar a quien la naturaleza enseña, si no la de un juez que ciertamente va a aprender de un testigo, pero es sometiéndolo a un interrogatorio, previamente forjado por el juez, el cual prefija por tanto, que quiere averiguar.
Y lo mencionado anteriormente tiene que ver con lo mencionado a través del texto por Mardones, el cual, propone, que el método de Kant, surge la ciencia galileana de Comte; el monismo metodológico, ese modelo basado de las ciencias naturales exactas, la explicación causal, el interés denominador del conocimiento positivista, la comprensión se funda para Dilthey en esa identidad sujeto-objeto propio de las ciencias del espíritu. Se justifica de esta manera además la autonomía de las ciencias del espíritu frente a las ciencias de la naturaleza.
Hay dos características en esta teoría de Comte que quizás hoy se nos revelan como contradictorias. Por una parte la aceptación del hecho que probablemente el hombre nunca llegará al conocimiento total, y por otra parte la afirmación del estado positivo como punto final del recorrido del desarrollo humano. El ideal del conocimiento total ha sido aparcado de forma casi definitiva cuando hemos visto que en la propia ciencia una teoría ha sustituido a otra y, además, que cada nueva teoría creaba nuevos problemas que sólo eran resueltos por una nueva teoría, que a su vez (Quizá deberíamos otorgarle a Comte el mérito) de haber sido de los primeros en afirmar la imposibilidad del conocimiento total. No obstante, esta idea de provisionalidad del conocimiento, se enfrenta con la idea del estado positivo como punto final del desarrollo humano. Porque, en definitiva, si todo conocimiento es provisional y, por tanto, susceptible de ser superado por un conocimiento superior, ¿cómo afirmar que el estado positivo, que no es más que una forma de organizar el conocimiento, no puede ser superado por otro estado?
Pero Comte no está especialmente muy interesado en la epistemología, (desde un punto muy personal) tan sólo se sirve de algunas características básicas para abordar el estudio científico de la sociedad humana con el objetivo manifiesto de conseguir el orden y el progreso. Y es que en si, el espíritu positivo tiene que fundar un orden social. La constitución de un saber positivo es la condición de que haya un autoridad social suficiente, y esto refuerza el carácter histórico del positivismo. Comte propone una “ religión “positivista, puesto que el germen de la idea ya se halla en este intento de fusión de razón teórica y práctica a través de la ciencia.
"El pueblo es ahora, y debe seguir siendo en adelante, indiferente a la posesión directa del poder político"
Esta ciencia positiva es una disciplina de modestia; y esta es su virtud. El saber positivo se atiene humildemente a las cosas; se queda ante ellas, sin intervenir, sin saltar por encima para lanzarse a falaces juegos de ideas; ya no pide causas, sino sólo leyes. Y gracias a esta austeridad logra esas leyes; y las posee con precisión y con certeza. Una y otra vez vuelve Comte, del modo más explícito, al problema de la historia, y la reclama como dominio propio de la filosofía positiva. En esta relación se da el carácter histórico de esta filosofía, que puede explicar el pasado entero.
El pensamiento de espíritu positivista de Comte se incardina en su época con el de otros
pensadores entre ellos Nietzche (el cual no tienen tanta diferencia en sus apartados metódicos) que, viendo la inestabilidad social que les rodea, se sienten obligados a buscar y conocer sus causas para establecer nuevos sistemas sociales que eliminen de una vez por todas los altercados sociales.
Mientras Bentham lo hace a través de la búsqueda del placer y Marx a través
del trabajo, Comte lo fiará todo a su pensamiento positivista que,en su postura de las tres leyes de estado. En resumidas cuentas, habrá de convertir al sabio en ingeniero y director de empresa (igual como Platón colocó al filósofo en la cima de su República) porque así se pueden materializar los ideales de Orden y Progreso que Comte considera consustanciales con el espíritu humano. Pero, si el estado perfecto debe ser conducido de forma absoluta por estos sabios (positivistas, naturalmente) como únicos intérpretes de las leyes objetivas de la historia y de la sociedad, ¿que queda en el positivista Comte de su espíritu positivo?.
Siguiendo con la lectura del texto, se visualiza la postura de Emile Durkheim, el cual, recoge las aportaciones de sus antecesores, ya sea para apoyarlas o para refutarlas, siguiendo la línea positivista iniciada por Comte. En Las reglas del método sociológico pone en práctica la tarea que considera que debe ser la principal de todos los teóricos de la sociedad de su época si quieren avanzar en su conocimiento de los fenómenos sociales: dotar a sus estudios de un método científico propio. Esto permitirá a la sociología constituirse como una ciencia autónoma, de manera análoga a lo sucedido en el campo de las ciencias naturales, establecidas en siglos precedentes.
Su labor va a ser, con respecto a la sociología, muy parecida, como él mismo dice, a la realizada por Descartes con respecto a las ciencias naturales: eliminar los prejuicios morales, religiosos o psicológicos, de tal modo que los elementos de estudio- la sociedad y sus componentes- puedan ser analizados y entendidos como cosas, como objetos
independientes de instancias psicológicas o divinas. La función que otorga Durkheim a la ciencia social es esencialmente conservadora: la ciencia social debía dedicarse a comprender la sociedad buscando lo permanente en medio del cambio, es decir, relaciones causales y fenómenos regulares, para así establecer leyes que permitieran predecir los procesos de cambio y fortalecer los
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