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Filosofia Mexicana


Enviado por   •  12 de Diciembre de 2012  •  1.336 Palabras (6 Páginas)  •  1.248 Visitas

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La identidad cultural, al igual que la identidad personal, podemos entenderla como la propiedad mental de auto-reconocimiento. Tener identidad es saberse reconocer como alguien específico en medio de una diversidad de otros. Esta “propiedad” de la mente puede darse aún en caso de que el individuo o grupo de individuos sea tan sólo una entidad pasiva frente a otro que lo somete. Pero esta conciencia de ser “víctima”, no es lo que aquí queremos entender por identidad, sino que es más bien una fase muy primitiva en el desarrollo de la verdadera identidad. La realización de ésta, por tanto, se hallará en el ejercicio activo de la reflexión sobre nosotros mismos y en la organización efectiva de la propia existencia, individual y social.

Dada esta definición de la identidad cultural tenemos que en Latinoamérica no siempre se ha gozado de tal identidad. Ello requiere el ejercicio de la libertad tanto en un sentido externo como interno, mental y físico. Por ello, aunque la liberación del yugo español significó un avance en la libertad de nuestra América en el terreno político (externo, físico), no lo fue en el terreno cultural o ideológico. Trescientos años de hegemonía occidental sobre el individuo de América le impidió adoptar esa actitud de reflexión sobre sus propias circunstancias. Acostumbrado a la verdad impuesta por Europa, no pudo romper con ella, antes bien la siguió buscando para dar sentido a su existencia todavía “colonial”.

Será hasta fines del siglo XIX, con José Martí, cuando se manifieste con mayor claridad la necesidad de no “trasplantar” a nuestras conciencias la cultura europea, sino “injertarla”, dejando que el tronco sea el propio; tomar de Europa los instrumentos filosóficos que han dado base a su cultura, las ideas de libertad, democracia, nación, etc., pero dándoles el sentido que les sea más apropiado para las circunstancias de los países latinoamericanos. Martí plantea ya la necesidad de revalorizar creativamente la filosofía europea.

Aún con este manifiesto de la filosofía martiana, ya en 1925, cuando el pensador peruano José Carlos Mariátegui se cuestiona acerca de la existencia del “pensamiento hispanoamericano”, éste se contesta que no hay tal, que está a penas en formación. Al igual que Martí, considera que para que pueda haber una filosofía propia (como cualquier otra forma de expresión cultural genuina), ésta debe tener en cuenta los elementos propios de la nación. Pero, dice:

Todos los pensadores de nuestra América se han educado en una escuela europea. No se siente en su obra el espíritu de la raza. La producción intelectual del continente carece de rasgos propios. No tiene contornos originales.[1]

En este mismo escrito aparece también una engañosa analogía entre la formación de la raza mestiza y la de un pensamiento nacional: «El espíritu hispano-americano está en elaboración. El continente, la raza, están en formación también». En países como Argentina, donde la mezcla de las razas se ha efectuado a cabalidad, el problema de la constitución de un estado nacional no ofrece las mismas dificultades que en los países donde dicho mestizaje no se ha completado. Pero si algo le proporciona mayor ventaja, ello es la uniformidad social inherente a la uniformidad racial, no esta última por sí. En cambio, pueden existir otros factores de desigualdad social diferentes a la raza que obstaculicen la realización de un verdadero pacto social, incluyente y democrático, como debe ser todo verdadero nacionalismo. Así, la identidad nacional depende más de la organización efectiva de un estado que de cuestiones biológicas como el mestizaje. Pero, por supuesto, tal organización debe de tener su origen en la voluntad de todos sus miembros, sin exclusiones.

Por otro lado, Leopoldo Zea, en su libro Filosofía americana como filosofía sin más [2], plantea la última experiencia de auto-reconocimiento en el individuo latinoamericano como un correlato de la crisis de la cultura europea al término de la segunda guerra mundial. No obstante, esta toma de conciencia de las propias posibilidades parece darse en un acto de mera expectación:

En la conciencia de su propia crisis el europeo encontraría las limitaciones de la misma y, con ellas, su ineludible semejanza con hombres a los que sólo había

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