Filosofos De La Edad Media
pitzy1727 de Septiembre de 2014
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INTRODUCCIÓN
El presente trabajo tiene como finalidad analizar a los autores filósofos y teólogos más sobresalientes, dentro de los cuales encontramos a San Agustín de Hipona, Santo Tomas de Aquino, Santo Tomas Moro.
En los tesoros de escritos Agustinianos hay un tema reiteradamente tratado, difícil de sistematizar al que llamamos: el alma humana , este trabajo pretende ser un esfuerzo por presentar de manera ordenada los distintos aspectos que ocupan la vida de San Agustín , dentro de las cuales se encuentra su contexto filosófico, su conocimiento y su obra más importante “La ciudad de los Dioses”
Más adelante analizaremos la vida de Santo Tomas Moro así como una de su obras más importantes “Utopía” en la cual consideraba una Republica perfecta, la obra relata lo cotidiano de una una nación en la que gracias al sentido de la comunidad de todos sus felices habitantes la convivencia está basada en el respeto, la armonía, la justicia y la equidad
Por otro lado Santo Tomas de Aquino, se ha convertido en la figura más importante de la filosofía escolástica y uno de los teólogos más sobresalientes del catolicismo una de sus obras más sobresaliente fue la "Suma Teológica”, la cual era una demostración de Dios a través de las “cinco vías”.
1.- San Agustín de Hipona
Agustín de Hipona es el creador del sistema filosófico cristiano más influyente en la Edad Media y en el pensamiento cristiano hasta la aparición de Tomás de Aquino (s. XIII). Es, por tanto, el primero en elaborar un sistema completo de pensamiento cristiano. Al igual que Tomás de Aquino conciliará la filosofía de Aristóteles con el cristianismo, Agustín de Hipona hará lo propio con Platón y el neoplatonismo.
Aurelio Agustín nació el 13 de octubre del 354 en Tagaste, ciudad situada en la antigua provincia romana de Numidia (actual Argelia). Hijo de Patricio, pagano, y de Mónica, cristiana, que ejerció una influencia profunda en Agustín. Sus primeros estudios los realizará en Tagaste, continuándolos en las cercanas ciudades de Madaura y Cartago. Estudió gramática y retórica.
A pesar de todos los esfuerzos de su madre, que lo educó desde la infancia en el cristianismo, Agustín (“hijo de las lágrimas de su madre”) lleva en Cartago una vida “desordenada”. Convive con una mujer -cuyo nombre no revela en sus Confesiones- durante 14 años y con la que tendrá un hijo, Adeodato, en el año 372. (Si tenéis interés en la historia, en la biblioteca del Instituto encontraréis un libro de Jostein Gaarder titulado Vita brevis en el que se narra la ficticia carta enviada por Flora Emilia a Agustín tras recibir las Confesiones. Es un estupendo enfrentamiento entre el hedonismo, el carpe diem, y el pensamiento ascético del Agustín convertido.)
La lectura del Hortensius (exhortación a la filosofía donde pasaba revista a las doctrinas filosóficas más importantes, hoy perdida) de Cicerón le causa una honda impresión. Lee las Sagradas Escrituras y se adhiere al maniqueísmo en el que permanecerá durante nueve años, interesado por la explicación racional del universo y por su solución al problema del mal, acuciante para Agustín durante toda su vida. Da clases de retórica en Tagaste, Cartago y Roma. En el 384 consigue la cátedra de retórica en Milán, cuyo obispo, San Ambrosio, impresiona a Agustín abandonando un acercamiento al escepticismo. Comienza la etapa de conversión y bautismo que culmina en el 386. En el plano religioso, entra en la iglesia católica; en el moral, se separa de su segunda “concubina” y adopta una vida ascética; en el social, abandona la enseñanza como profesor remunerado; en el filosófico, se adhirió al neoplatonismo, abandonando el escepticismo.
En el año 391 se traslada a Hipona, ciudad cercana a Tagaste, en la costa, donde será consagrado sacerdote, en el 396 obispo auxiliar y, finalmente, obispo. Es la etapa más productiva de su vida, además de sus más de trescientos sermones y doscientas cartas, escribe sus obras más importantes. Muere el 28 de agosto del 430, estando sitiada Hipona por los vándalos de Genserico, poco antes de que la ciudad fuera completamente arrasada.
OBRAS
Agustín de Hipona escribió numerosas obras, las más importantes son:
Sobre la doctrina cristiana, Marca las líneas generales del cristianismo durante la Edad Media.
Confesiones, 400. Obra autobiográfica
Sobre la Trinidad, Expone su doctrina teológica
La Ciudad de Dios, 412-426. Escrita a raíz de las acusaciones contra los cristianos tras el saqueo de Roma en el 410 por Alarico. Es una síntesis de su pensamiento teológico, filosófico y político, en la que combate el paganismo y defiende el cristianismo. Su obra maestra.
a) Teoría de la verdad
Llamado por algunos el último sabio antiguo y el primer hombre moderno, San Agustín tuvo la genialidad de señalar una nueva dimensión del hombre: la intimidad, donde descubre a Dios. Dos notas caracterizan su existencia: su autenticidad en el obrar consecuente con sus convicciones en cada momento de su vida, y su apasionado amor a la verdad. Tanto histórica como sistemáticamente, la verdad es el punto de partida del pensamiento agustiniano. ¿Se da la verdad?. ¿Cómo llegamos a ella?. ¿Qué es la verdad?.
Lo que realmente le preocupa a Agustín es alcanzar la sabiduría, la verdad. Ya en la etapa de su adhesión al maniqueísmo, se cuestiona por la verdad, y al no encontrarla en la doctrina de Mani, se pregunta, desde el escepticismo, si existen verdades auténticamente fiables, absolutas, de las que no se pueda dudar.
Su orientación platónica le llevará a defender que la verdad no ha de buscarse en el mundo exterior por medio de los sentidos, sino reflexionando, volviendo la mirada hacia el interior de uno mismo: "No vayas fuera. Vuélvete hacia dentro de ti mismo. La verdad habita en el hombre interior".
Su pensamiento, centrado en la idea de la verdad, concluye en Dios: la Verdad por antonomasia es Dios, centro de todo como Verdad creadora y origen de todo ser; como Verdad iluminadora, luz de todo conocer.
Para San Agustín, la esencia de la verdad es Dios: La verdad, en sentido propio y absoluto, no consiste en la adecuación o semejanza entre el pensamiento y la realidad. Ésa sería la definición de verdad gnoseológica (o lógica), formulada por Aristóteles, que nuestro filósofo conoce y asume en su punto de partida. Sin embargo, esta acepción será posteriormente relegada a un segundo término para destacar, en toda su luminosidad, lo que propiamente considera como el fundamento de la verdad: las ideas y razones eternas en el espíritu de Dios. La verdad coincide con ellas, y ellas, las rationes, ideae, species aeternae, son las que constituyen el auténtico ser y esencia de la verdad. Y puesto que estas ideas son de Dios, puede decir que Dios es la verdad. De este modo, al igual que sucediese con Platón, la verdad se ha convertido en algo ontológico.
San Agustín distinguió tres niveles de conocimiento.
En el nivel más bajo de conocimiento, se sitúa la "sensación" que es común al hombre y a los animales.
El nivel más alto de conocimiento consiste en la contemplación de las cosas eternas ("sabiduría") por la sola mente, sin intervención de la sensación.
Pero entre esos dos niveles existe una especie intermedia, en la que la mente juzga los objetos corpóreos de acuerdo con modelos eternos e incorpóreos.
Según el Doctor de Hipona, las cosas o verdades eternas, que el hombre conoce sólo por medio de la inteligencia sin intervención de los sentidos, se hacen "visibles" a la inteligencia por medio de una "luz divina" que, procedente de Dios, capacita a la mente humana para que vea las características de inmutabilidad y necesidad de las ideas eternas, al mismo tiempo que imprime esas ideas en el alma.
Por consiguiente, las ideas, que están en Dios y son los arquetipos o modelos inmutables de realidades mutables, son conocidas por el hombre mediante una iluminación. Dicha iluminación, mediante la cual la verdad se irradia desde Dios sobre el espíritu del hombre, no consiste en una iluminación sobrenatural, ni en una revelación, sino que se trata de algo natural.
Dios es Verdad y Luz, es la luz increada. La luz natural y creada de la mente humana es una luz inteligible por la que conocemos las realidades suprasensibles. Así, Dios es luz espiritual y sol de los espíritus. El entendimiento humano, para poder conocer la verdad inteligible, necesita un cierto contacto con esa luz divina. Esa luz inteligible con que la mente humana conoce en el plano natural, es una luz que viene de Dios directamente. La iluminación divina de la mente humana es una especie de luz refleja por la cual ve las ideas no en la esencia divina, sino en su interior a modo de imágenes reflejas de la divinidad. Esta iluminación es natural y ordinaria cuando versa sobre el mundo sensible; natural y especial, cuando se trata de las verdades eternas.
b) La existencia de Dios y su esencia
Se puede afirmar que la prueba central o favorita de la existencia de Dios presentada por San Agustín es la que parte del pensamiento, es decir, la que se apoya en la intimidad de la conciencia pensante. El punto
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