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Filosofía y Ciencias de la Educación en la Práctica Educativa

olucelApuntes6 de Noviembre de 2016

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4.2 Ensayo sobre las Tendencias del Cambio Sociocultural en la Educación

Curso: Filosofía y Ciencias de la Educación en la Práctica Educativa

Profesor Titular:

Dr. Fernando Mortera

Profesor Tutor:

Mtra. E. Ann Elizabeth  Mancillas


Equipo 3:

Elizabeth Vértiz Jiménez  A01313267

Domingo Arturo Ruiz Mejía  A01318173

Martha Argelia Meneses Hernández  A01306302

Olga Carreño León A01317360

17 de Noviembre del 2013

Introducción


El presente ensayo presenta la manera en que la actuación y la comunicación educativa se relacionan; así como la correspondencia que éstas tienen con las dimensiones teórico–prácticas del saber educativo desde una perspectiva de la filosofía de la educación. La primera parte analiza la  manera en la que encajan los hábitos y virtudes dentro de la educación de acuerdo con diversos autores entre los que sobresalen Frabboni y Pinto (2006). La segunda parte aborda la relación que guarda la comunicación y la educación en la época actual. La penúltima parte del trabajo, se enfoca en establecer la forma en la que la actuación educativa se relaciona con  la actividad de enseñar en la formación. Y por último, la cuarta parte, se enfoca en analizar el papel que juega la educación formativa en nuestra actual sociedad de cambio.

Con respecto a la primera parte sobre los hábitos y virtudes, es importante recordar que, a lo largo de la historia, cada escuela filosófica se ha centrado en promover valores que buscan satisfacer las demandas de la sociedad de la época.  Sin embargo, existen valores y virtudes básicos que la educación busca desarrollar en los educandos debido a que éstos contribuyen a establecer relaciones armónicas en una comunidad, tales como el respeto, la integridad y la solidaridad.

Por otro lado, definir la relación que existe entre la educación y la comunicación puede resultar muy complejo, ya que ésta tiene muchas aristas y puede ser analizada desde ópticas muy distintas. A pesar de que las posturas que han tenido las diferentes escuelas filosóficas con respecto al papel que juega la comunicación en la educación han sido muy diversas, ésta siempre ha sido una herramienta fundamental en la educación. Especialmente si se toma en cuenta que la época actual se enfrenta al surgimiento y evolución constante de nuevas tecnologías de información y que éstas han dado lugar a nuevos ambientes, métodos y estrategias de aprendizaje.

Finalmente, resulta de especial relevancia analizar el rol que juega la educación formativa en nuestra actual sociedad de cambio, ya que ahora más que nunca se requiere de una educación orientada a formar individuos con valores y virtudes a fin de tener una sana convivencia en contextos multiculturales.

Como ya se ha mencionado, las escuelas filosóficas se han centrado en promover valores. Como  ejemplo, Platón consideraba que la educación debía promover el orden y la disciplina a fin de ayudar a formar individuos útiles para el Estado (Villalpando, 1992).  Por otro lado, actualmente se sostiene que la educación debe promover valores fundamentales, tales como el respeto de la vida, la ética, la solidaridad y compromiso social, y la integridad (Frabboni y Pinto, 2006). Por su parte, Lampert (2011)  señala que uno de los mayores desafíos de la posmodernidad es la desvalorización de la sociedad y que la educación debe encargarse de promover valores fundamentales para la convivencia armoniosa entre los individuos, insistiendo en el respeto, el amor y la tolerancia. Se enfatiza que los contenidos de la educación no solo incluyen los fundamentos que dan las ciencias, sino que de manera transversal los hábitos y virtudes merecen ser reconocidos, actualizados y promovidos durante la actividad enseñanza - aprendizaje, como acompañantes de toda actividad pedagógica que pretenda la formación del estudiante.

Cada generación reconoce o redefine los hábitos y virtudes que fortalecen su cultura. En la realidad actual de nuestras escuelas se percibe lo valioso de compartir virtudes practicadas por estudiantes y maestros, como ser honesto en la respuesta a evaluaciones y en la preparación de asignaturas; ser justo en aceptar responsabilidades y valorar compromisos ajenos; practicar la bondad, ejercitar la paciencia, ser perseverante ante dificultades, entre múltiples expresiones. Se viven, se practican, pero también se espera que se amplíen y persistan a pesar de tendencias contrarias que afloran en cada época.

Frabboni y Pinto (2006) sostienen que es importante entender el trinomio “educación-instrucción-formación”, esquema donde la educación hace referencia a la reflexión valorativa, afectiva-relacional, y ético-social del saber-hacer que tiene lugar no sólo en la escuela, sino también en el hogar, en las iglesias y en las asociaciones libres del educando. De tal modo que los primeros educadores sean los padres, mientras que las instituciones educativas se esfuercen por reforzar y a veces, contrastar la educación que los alumnos han recibido en casa. Aunque autores como Millán, E. Romero, A., Martínez, C. (2011) señalan que la familia favorece el desarrollo de virtudes humanas reconocidas y requeridas por toda la sociedad, algunos padres de familia otorgan una excesiva carga de deberes y obligaciones a la escuela y sus docentes, quienes no logran asumir totalmente el desafío de educar en valores que impone una experiencia de formación compartida y de correspondencia entre familia y escuela.

Por lo anterior, ha surgido un interés por fortalecer la comunicación en la educación, ya que se constituye como un puente permanente y multidimensional que permite el intercambio entre los diversos factores vinculados con el desarrollo humano, como son  la escuela y la familia. La comunicación reconocida como uno de los siete derechos de la infancia, encuentra en la escuela un ambiente estimulante para madurar los lenguajes verbales y no verbales dentro de una pedagogía ejercida en contexto histórico (Frabboni y Pinto, 2006). La comunicación actual con y entre los alumnos se favorece al adaptarse a las nuevas tecnologías de información, donde se destaca el uso de redes sociales como medio de comunicación entre docente y alumnos; medio que debe ser manejado con mucho cuidado tomando en cuenta aspectos tales como la edad, el nivel académico y de madurez de los educandos.

Como parte de las nuevas tecnologías de la información, la comunicación en la educación experimenta hoy gran protagonismo por su competencia con los medios masivos en materia de consumo cultural en materia de valores. Frabboni y Pinto (2006),  cuestionan que hoy se dispone de acceso las 24 horas, a cantidades inconmensurables de información traducida como alfabetización débil al ser receptiva, estéril, inducida y lejos del contacto real de ensayar, probar, descubrir, ya que todo está mediado por la pantalla. Esta perspectiva crítica se convierte en una oportunidad y exigencia para que la comunicación en la educación sea rigurosa al enfocarse en lo constructivo, promoviendo una cultura fundada en el diálogo, en la problematización y en la interdisciplinariedad, buscando preparar al hombre para convivir armónicamente con sus semejantes, con la naturaleza y con todo el cosmos como sugiere Lampert (2008) para recuperar los valores fundamentales y la calidad de la educación.

En la actualidad, la comunicación en la educación se da en distintos niveles, es decir, se puede hablar de la comunicación del educando con el docente y viceversa y también se puede hablar de la que existe entre los educandos. Se continúa así la oferta desde las diversas escuelas filosóficas estudiadas que desde la antigüedad proponían la dialéctica o la mayéutica para ayudar a desarrollar el pensamiento crítico de los alumnos (Moore, 2009). Esta actuación educativa como desempeño de los docentes en relación con la responsabilidad de ayudar al alumno en su proceso de enseñanza-aprendizaje, implica no sólo la transmisión de saberes, sino también, cultivar valores esenciales y desarrollar hábitos a fin de que el individuo sea capaz de integrase efectivamente a la sociedad y de transformar positivamente su entorno. Como Freire (2002) sostiene: “… no hay docencia sin discencia”; este autor utiliza el neologismo discencia para referirse al conjunto de funciones y actividades de los educandos, de manera que docente y alumnos se enriquecen con la comunicación porque ésta va en dos vías, aprende el que enseña y aprende a quien se le enseña.

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