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Fundamentos De La Ética


Enviado por   •  9 de Mayo de 2014  •  3.140 Palabras (13 Páginas)  •  206 Visitas

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Fundamentos éticos

El desligamiento de los lazos religiosos por las cruzadas y el esparcimiento de una prosperidad general a través de la reanimación del comercio estaban atados, tarde o temprano, a una insubordinación contra la Iglesia. Comenzó en Alejandría con Martín Lutero y sacudió al mundo.

No es difícil imaginar que Martín Lutero se considerara como pro-capitalismo. Él estaba de acuerdo con la Iglesia en condenar las tasas de interés, consideraba el comercio como un “Negocio sucio”, y se expresó con vehemencia contra los Fuggers, la familia comercial líder en Alemania. Juan Calvino se inspiró por los intentos de reforma de Lutero y, como Lutero, siguió la doctrina agustiniana de predestinación y trajo a la Reforma una sombría visión de la pequeñez y debilidad del hombre.

Él vio como ideal una combinación entre la Iglesia y el Estado lo cual lo llevó a su teocracia de Génova y repudió claramente la filosofía del Renacimiento. Su concepto de “Elegir”, a aquellos predestinados a ser salvados le dio un nuevo espíritu a sus seguidores. Debido a que todo estaba predeterminado, cada uno podía creer que era uno de los elegidos y, basado en esta divina elección, tendría el coraje de enfrentar tribulaciones de cualquier áspero mundo. ¿Suministraría el estricto protestantismo de Calvino y Lutero el aval religioso al capitalismo? Ciertamente sus ideas no son la causa del capitalismo, pero (como a menudo pasa cuando se le da rienda suelta a los discípulos) ¿Crearían sus ideas un nuevo hombre para una nueva época?

Max Weber respondería afirmativamente declarando que el protestantismo había creado el espíritu del capitalismo. Weber comenzó su búsqueda por una explicación del espíritu capitalista notando el abrumador número de líderes entre los empresarios protestantes, así como trabajadores más calificados y la mayoría de personal altamente entrenado técnica y comercialmente. En la visión de Weber, Lutero desarrolló la idea de un “Llamado” en el sentido de la tarea impuesta por Dios, una tarea de vida. Ésta fue una nueva idea, traída durante la Reforma, que llegó a ser un dogma central de las denominaciones protestantes. Descartó las nociones católicas de una vida de supervivencia y el ascetismo monástico, apremiando al individuo a cumplir a cabalidad las obligaciones impuestas sobre él en este mundo.

Calificó los asuntos mundanos como la forma más alta de actividad moral para el individuo y le dio al desempeño de tareas terrenales un significado religioso y aprobatorio. La ocupación de cada persona era un llamado y cada llamado era legítimo a los ojos de Dios. Weber no dijo que Lutero pretendiera que el capitalismo siguiera su concepto de llamado; por el contrario, fueron connotaciones posteriores las que guiaron el refinamiento de su idea hacia un espíritu de capitalismo abierto al éxito. El llamado le dio una nueva interpretación al propósito de vida: en lugar de esperar su turno para el Día del Juicio, el trabajador debía dedicarse a la ocupación que había escogido, no por el propósito de una ganancia material más allá de las necesidades, sino porque era la voluntad divina. El resultado de este dogma protestante fue un ascetismo mundano que le pedía a la gente renunciar a la sensualidad terrenal y trabajar en este mundo para la glorificación de Dios. Cada persona tiene que considerarse a sí misma como uno de los elegidos; de otro modo, su falta de confianza era interpretada como la falta de fe. Para lograr auto- confianza, cada individuo tenía que emplearse en intensa actividad mundana dado que ésta era la única que disipaba las dudas religiosas y otorgaba certidumbre de gracia. En la práctica, esto llegó a significar que Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos.

Los seglares católicos, en contraste, cumplían sus deberes religiosos conscientemente. Más allá de esto, sus buenas obras no necesitaron formar un sistema de vida racionalizado. Ellos podrían usarlas para expiar pecados particulares, para mejorar sus oportunidades de salvación, o como una clase de seguro compensatorio para sus años venideros. Para hacer una distinción más incisiva, Weber describió las demandas del calvinismo:

"El Dios del calvinismo les pedía a sus creyentes, no simplemente buenas obras, sino una vida de buenas obras combinadas en un sistema unificado. No había lugar para el ciclo católico de pecado, arrepentimiento, expiación, liberación, seguida de un nuevo pecado. No existía ningún balance de mérito para que una vida con miseria pudiera ser arreglada por los castigos temporales o los medios de gracia de las iglesias."

El calvinismo precisaba, por lo tanto, vivir una vida de buenas obras, no una serie inconsistente de males, balanceada por rectificaciones de arrepentimiento. Weber vio esto como una clave para desarrollar un espíritu de esfuerzo y ganancia; la gente ya no sólo podía darle rienda suelta a impulsos irracionales sino que se le exigía, por dogma, ejercer autocontrol sobre cada una de sus acciones. Probaban su fe en la actividad mundana actuando con empeño y auto-disciplina.

Este nuevo ascetismo protestante, que Weber también caracterizó como puritanismo, no condonaba la búsqueda de riqueza, pues la riqueza llevaría al placer y a todas las tentaciones de la carne. En lugar de eso, la actividad se convirtió en la meta para la buena vida. Numerosos corolarios se desarrollaron en la práctica: (1) que la pérdida de tiempo era el pecado más grave, dado que cada hora gastada estaba negando la oportunidad de laborar para la gloria de Dios; (2) buena disposición para trabajar: “aquél que no trabaje, no comerá”; (3) que la división y la especialización del trabajo fueron resultado de la voluntad divina, dado que llevaban a un grado más alto de habilidad el mejoramiento de la calidad y cantidad de producción y, por ello, servían para el bien de todos; que el consumo más allá de las necesidades básicas era un malgasto y, por lo tanto, un pecado: “No gastes, no desees”. De acuerdo con Weber, cada una de estas ideas tuvo un impacto significativo en las motivaciones de la gente, conduciendo a un espíritu empresarial.

La actividad intensa llevó a la gente de una vida contemplativa a una de continua labor física y mental. La buena voluntad para trabajar ubicó la carga motivacional en los individuos, y sus vidas auto – dirigidas, auto –controladas les daban un girscopi (un compás guía) interno. La especialización del trabajo ubicaba a cada persona en su llamado, le pedía hacer lo mejor, y el trabajador no especializado evidenciaba falta de gracia. La ética protestante postuló que Dios deseaba rentabilidad, que ésta era un signo de gracia, y

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