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Fundamentos andragógicos “El reto de la andragogía en la educación formal y no formal”


Enviado por   •  15 de Mayo de 2021  •  Ensayos  •  2.786 Palabras (12 Páginas)  •  89 Visitas

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Universidad Autónoma de Yucatán

 

Fundamentos andragógicos

 

“El reto de la andragogía en la educación formal y no formal”

  

Autor:

Bryan Zárate Quezada 

 

Profesor: Mtro. Francisco Ramón May Ayuso

 

 

25 de enero de 2021

El reto de la andragogía en la educación formal y no formal

Introducción

La educación en la época actual se caracteriza por estar supeditada a las necesidades y requerimientos de una sociedad globalizada que se desarrolla de manera vertiginosa gracias a los constantes avances en materia de ciencia y tecnología. En este sentido, la educación del s. XXI tiene que responder a las necesidades de una población que en promedio se podría catalogar como joven y en proceso de consolidación, pero que de manera simultánea tiende a envejecer prematuramente debido a las rutinas laborales extenuantes y a los hábitos alimenticios deficientes. Sin embargo, también requiere una preparación continua que vaya más allá de la educación universitaria para mantenerse vigente.

En este orden de ideas se plantea la necesidad de cambiar el paradigma tradicional basado en un enfoque meramente pedagógico por uno que incluya las TICS en el proceso E-A, como un medio para el desarrollo continuo del ser humano, al permitir la formación en ambientes no presenciales que rompan la barrera espacio tiempo y que por otro lado también considere al alumno como el centro de la acción educativa, al considerarlo como un ser maduro capaz de pensar y decidir por sí mismo.

Desarrollo

Cuando se habla de la palabra educación, la mayoría de las personas asocian el término de manera inmediata con la escuela y la formación en valores que se inculcan a las personas desde una edad temprana hasta los primeros años de adultez. Sin embargo, es un proceso que está presente a lo largo del ciclo vital y por ende va más allá del contexto escolar o de la condición generacional. Por ello resulta importante hablar de los tres tipos de educación según su regulación: formal, no formal e informal.

La educación formal es de carácter institucional y está regulada por la ley, es proporcionada por organizaciones públicas y privadas como escuelas, colegios y universidades que a su vez forman parte del Sistema Educativo Nacional, el cual se divide en diferentes grados y niveles en concordancia con las etapas del desarrollo humano, que abarca desde el inicio de la educación primaria hasta el término de la formación universitaria (Elías, 2018, p 64). En México la escolaridad obligatoria, comprende un rango de edad que va desde los 3 hasta los 17 años, como la etapa ideal para cursarla, mientras que a partir de los 18 a los 29 años, se espera que las personas estén cursando la educación superior o alguna capacitación profesionalizante para insertarse a la vida laboral (INEGI, 2019, p. 7).

La educación no formal  está organizada sistemáticamente, pero que a diferencia de la educación formal, se realiza fuera del marco del sistema oficial  ya que sus procedimientos no están regulados por la ley y carecen de una estructura curricular como la de los planes y programas de estudios (Elías, 2018, p. 64). Sin embargo, esto no significa que sea una educación de baja calidad, sino al contrario, se considera como una educación complementaria, puesto que sirve para satisfacer necesidades que surgieron durante la formación profesional. Por otra parte, autores como  Marenales (1996) argumentan que la ENF representa una opción para que muchas personas con escolaridad inconclusa puedan especializarse en un tiempo mínimo y obtener una certificación que interese al empleador.

La educación informal es aquella formación que no se recibe en algún centro ni ofrece ningún título profesional o certificación, pero que sigue siendo igual de importante para crecer como personas y también intelectualmente (Sirvent et al., 2006, p.3). Esta educación es de carácter vitalicio y consiste básicamente, en que las personas adquieren y acumulan conocimientos, habilidades, actitudes y modos de discernimiento mediante las experiencias cotidianas y la interacción con el  medio ambiente. Por ejemplo: escuchar a la gente mayor, cometer errores y aprender de ellos, ver documentales, leer por cuenta propia, etc.

Así como se habló en párrafos anteriores de una clasificación de la educación con base en su regulación, también es pertinente abordar el tema desde una perspectiva de accesibilidad, ya que si bien el artículo 3° constitucional establece que la educación debe ser universal, laica y gratuita desde el nivel básico hasta el medio superior (Diario Oficial de la Federación, 2012). Sin embargo, en muchos casos dista de ser una realidad ya que, en pleno s. XXI todavía existen millones de adultos que por circunstancias económicas geográficas, culturales, etc. no acceden a la educación básica y, por tanto, la adquisición de las habilidades y actitudes indispensables para tener una mejor calidad de vida.

A  partir de la paradoja existente con respecto a la obligatoriedad de la educación, valdría la pena enfocarse en una perspectiva que oriente hacia la educación de las personas adultas, ya que muchas veces se les consideran como generaciones pérdidas debido a que se mantiene una concepción arcaica basada en lo que los teóricos del aprendizaje de inicios del siglo XX denominaban el modelo deficitario del desarrollo humano, la cual argumenta un inevitable declive intelectual a partir de los 20 años. El principal exponente de esta corriente fue Edward Thorndike en su investigación El aprendizaje en los adultos que afirmaba que a partir de los 22 años el aprendizaje en el ser humano alcanza su punto más álgido, para posteriormente iniciar un declive paulatino (Instituto de Tecnologías Educativas, s/f, p. 16-17).

Sin duda alguna para los impulsores de la teoría del declive, la niñez y la juventud es la etapa del ciclo vital por excelencia ya que se concibe al aprendizaje como sinónimo de desarrollo. No obstante, se ha demostrado que el desarrollo y recuperación del cerebro no se detiene en la adultez, sino que al contrario, es flexible y modificable como resultado de un proceso adaptativo que se origina frente a cambios internos o externos y obedece a cambios reorganizacionales de carácter cognitivo (Garcés & Suárez, 2014, p. 120-121). En este sentido, los avances obtenidos en materia de neurociencia en los últimos 35 años refutan el modelo del cerebro inmutable ya que, el cerebro es neuroplástico y que la experiencia y la ejercitación mental pueden alterar su estructura (Triglia et. al, 2018, p. 126).

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