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La distinción entre sensación y pensamiento o, lo que es equivalente, entre "impresiones" e "ideas"

crazyshalalalaApuntes16 de Noviembre de 2015

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UNIVERSIDAD DE LIMA.-Programa de Estudios Generales. Semestre 2013-2

LECTURA FILOSÓFICA DE ALGUNOS PÁRRAFOS DE LA OBRA DE D. HUME: “INVESTIGACIÓN SOBRE EL CONOCIMIENTO HUMANO” (An Enquiry concerning Human Understanding) (1748).

1.-La distinción entre sensación y pensamiento o, lo que es equivalente, entre "impresiones" e "ideas" 

Tras la lectura del párrafo 1, dedicado a estudiar la relación entre las “ideas” (o “pensamientos”) y las  “sensaciones”, debe subrayarse que las ideas nunca son tan “fuertes y vivaces” (es decir, tan “verdaderas”) como las experiencias externas que las originan. Del mismo modo, negando lo que Descartes afirmaba, Hume sostendrá que, “a no ser que la mente esté trastornada por enfermedad o locura”, entre las ideas y las sensaciones habrá una diferencia gnoseológica imposible de conciliarse con la “indescernibilidad” cartesiana. En efecto, Hume comienza afirmando (párrafo 1) la diferencia existente entre la “sensación” y la “evocación” de la sensación, entendiendo por esta última el poder de la “mente” y de la “imaginación” en sus facultades de “imitar” o “copiar” lo recolectado mediante los sentidos. Y especifica al respecto: “Todos los colores de la poesía, por muy espléndidos que sean, no pueden pintar objetos naturales de forma que la descripción se confunda con un paisaje real”.  Y los mismo sucede, en el párrafo 2, con las experiencias internas (véanse los ejemplos sobre la “furia” y el “amor”). De todo ello se desprende una tesis gnoseológica que es extensiva a todo el empirismo: “El pensamiento más intenso es inferior a la sensación más débil” (párrafo 1).  Puede constatarse que la metodología humeana de exposición parte de ejemplos tomados de la experiencia y luego, en un segundo paso, desemboca en el enunciado de una posición (tesis) abstracta.

"El pensamiento más intenso -repetimos- es inferior ("en fuerza o vivacidad", es  decir, en verdad) a la sensación más débil"; por lo tanto, cualquier reflexión sobre una sensación o sentimiento no se identifica en intensidad (esto es, en grado de verdad) con el objeto de la reflexión misma. La abismal diferenciación gnoseológica existente entre el racionalismo y el empirismo con respecto a la verdad  contenida en la “idea” y en la “experiencia sensorial” aparece aquí con suma claridad.

En base a la supremacía que, en lo tocante a la verdad, muestran en el empirismo las sensaciones sobre los pensamientos,  Hume distingue entre  estas dos clases de "percepciones de la mente”: las impresiones y las ideas (a estas últimas las denomina también pensamientos) (párrafo 3).

Como ya se dijo más arriba, es importante, por contraposición, tener en cuenta que para Descartes las ideas son más claras y distintas que las percepciones sensoriales. Hume, sin embargo, voltea ahora el asunto: dice que los pensamientos son "menos intensos" (por lo tanto, más oscuros, menos verdaderos) que las "impresiones". Pero, además de esta diferenciación general, Hume define con claridad a ambos: "Con el término impresión quiero denotar nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos; o amamos, u odiamos, o deseamos o queremos", mientras que las ideas son siempre una reflexión sobre los datos de la experiencia externa (oír, ver, tocar, etc.) y de la experiencia interna (amar, odiar, querer, etc.) (párrafo 3). En consecuencia, puede trazarse el siguiente mapa gnoseológico en el empirismo humeano: la experiencia externa origina la experiencia interna (ambas son impresiones), pero sin ellas no puede haber ideas. Lo que afirmó Augusto Salazar Bondy queda aquí plenamente ratificado: toda idea tiene en Hume “una partida sensorial de nacimiento”.

Si se consulta el célebre párrafo 8 de la II Meditación cartesiana, puede arribarse -creemos que con justicia- a la siguiente conclusión: Hume entiende por impresión las experiencias internas que el racionalismo cartesiano atribuía a la res cogitans, exceptuando la de pensar. Pero el "pensar" no se produce en el vacío, no es una actividad intelectual a priori; el “pensar” es siempre para Hume una reflexión sobre la materia prima proporcionada por las impresiones. El "pensar" requiere, en consecuencia, de la experiencia y, por ende, no hay ideas innatas, sino derivadas de lo empírico.

Nota importante:

En esta coyuntura se leyó el soneto de Lope de Vega sobre el amor. Dos objetivos se persiguieron en su comentario: corroborar la tesis humeana de que toda idea es siempre un efecto de la experiencia (sea ésta externa o interna), y distinguir las experiencias externas de las internas, cerciorarse de que también pueden darse experiencias mixtas y detectar también las ideas o pensamientos para definir, con irrenunciable fundamentación en la experiencia,  lo que es el amor, entendido como experiencia interna y como idea.

2.-La génesis y el alcance del pensamiento

Hume asevera que el pensamiento puede "concebir" (es decir, “pensar”=mente concipere) todo,  a excepción de "lo que implica contradicción absoluta". Sin embargo, un examen atento de este poder aparentemente ilimitado llevará a la convicción de que, en realidad, el pensamiento "está reducido a límites muy estrechos", y que todo su "poder creativo" se fundamenta en "la facultad de mezclar, transponer, aumentar o disminuir los materiales suministrados por los sentidos y la experiencia". Los ejemplos de “montaña de oro” y “caballo virtuoso” representan, en el primer caso, la unión de dos experiencias externas, y en el segundo caso la vinculación, merced a la facultad de imaginar que posee el pensamiento humano, entre una experiencia externa y una experiencia interna. La mezcla y composición de dichas experiencias se lleva cabo mediante la mente y la voluntad, lo cual equivale a decir, en un lenguaje más abstracto, que todas nuestras ideas son copias endebles de nuestras impresiones más intensas (párrafos 4,  5 y 6).

Dos argumentos emplea Hume  para corroborar lo que dice. En primer lugar, la afirmación de que la idea de Dios consiste en aumentar indefinidamente las cualidades de bondad y sabiduría que, de algún modo, hemos percibido mediante nuestra experiencia externa o interna (párrafo 7), argumento que puede extenderse también, por la vía de la negación, a un eventual “genio maligno”. En consecuencia, aunque Hume sea agnóstico, no niega que el ser humano pueda formarse la idea de un ser omnipotente, aunque ello no significa que dicho ser exista independientemente del pensamiento que lo forjó.

El segundo argumento se basa en que un ser humano que, por carencias sensoriales, es incapaz "de alguna clase de sensación", será también incapaz de formarse ideas : un ciego o un sordo (de nacimiento) no podrán poseer una idea, respectivamente, del color o del sonido. Y lo mismo sucederá cuando si, a pesar de tener los sentidos externos en perfecto funcionamiento, se carece del objeto a experimentarse. Así, por ejemplo, un negro o un lapón -en los tiempos de Hume- no tendrán idea alguna acerca del sabor del vino porque nunca lo han probado. Está claro, entonces, que la idea, al poseer siempre un requisito sensorial, no puede establecerse sin la experiencia interna (actual feeling) o la sensación, que es siempre una experiencia externa (párrafo 8).  

3.-La división de los "objetos de la razón": "relaciones de ideas" y "hechos" 

La división de todos los objetos de la razón e investigación humanas es repartida bimembremente por Hume en las relaciones de ideas y las cuestiones de hecho (párrafo 9). Ya conocemos lo que significa la "idea" humeana, de modo que la "relación de ideas" versará siempre sobre lo que él considera "menos fuerte y vivaz". (Se explicó, en esta coyuntura, una aparente paradoja del empirismo referida a qué  verdad es más “segura”: la de las ciencias formales o la de las ciencias empíricas).

Ahora, sin embargo, ya no se trata del origen de las ideas, sino de relacionarlas entre sí. Hume afirma, al respecto, que las proposiciones acerca de relaciones de ideas no dependen de algo existente en el universo y que, por lo mismo, pueden ser descubiertas por un trabajo meramente mental; son, por consiguiente, proposiciones cuya verdad o falsedad no dependen de la experiencia y, en consecuencia, tendrán que ser “demostradas” a priori.

Se impone, sin embargo, una explicación menos urgente. Toda idea, según Hume, procede en último término de la experiencia; es, como ya se ha visto, una reflexión sobre datos de la experiencia (sea ésta externa o interna). Pero la relación ya no tiene que ver con la experiencia, sino sólo con las ideas entre sí, de ahí que dicha relación sea la de la geometría, el álgebra y la aritmética, esto es, la de las ciencias formales (también llamadas ciencias ideales o eidéticas). Ello significa que las ideas, por ejemplo, de "número" o de "figura" han tenido que ser extraídas necesariamente de la experiencia, pero que la matemática no se ocupa ya del material de la experiencia misma, sino en exclusiva de relacionarlo entre sí mediante un trabajo puramente mental. Por ello, afirma Hume que pertenece a las relaciones de ideas "toda afirmación que es cierta, bien intuitiva, bien demostrativamente" (intuitivamente significa aquí lo que Descartes denominaba "evidente por sí mismo", esto es, evidente para la mente; y demostrativamente no tiene nada que ver con la denominada "demostración" de las ciencias naturales, sino, más bien, con la demostración mental propia de las ciencias formales).

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