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La fe filosófica. Kart Jaspers

lupita88guadaSíntesis28 de Agosto de 2015

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La fe filosófica.

Kart Jaspers.

Primera conferencia.

El concepto de fe filosófica.

Fuera de la fe en la revelación solo hay nihilismo. No habría filosofía, sólo una historia de la filosofía como historia de la incredulidad. Seria como si se privaría a la filosofía misma de su corazón

El entendimiento humano, las ciencias nos muestras en el mundo fines con sentido y nos enseñan los medios de alcanzarlos. Fuera de la ciencia solo hay ilusiones.

La filosofía fue antaño el camino a las ciencias.

Filosofando tenemos que prepararnos para todo, en vista de las amenazas aniquiladoras, con el objeto de contribuir con el pensamiento a que el ser humano preserve sus mas altas posibilidades. El filosofar volverá a tener conciencia de toda su independencia al encontrar la concordancia con el origen del ser humano.

Nuestro tema es la fe filosófica, dividido el planteamiento de la cuestión en seis conferencias.

En modo alguno hay que considerar que la fe sea lo irracional. Esa polaridad de racional e irracional constituirá más bien la confusión de la existencia.

La fe filosófica, la fe del hombre que piensa, tiene siempre la nota de que sólo es en alianza con el saber. Quiere saber lo susceptible de saberse, y verse a sí mismo totalmente.

El conocer ilimitado, la ciencia, es el elemento fundamental del filosofar. No puede haber nada que no quepa interrogar. Pero gracias a la crítica se ganan la pureza, el sentido y los limites del conocer. Quien filosofa, puede protegerse contra intrusiones de un seudo saber, contra los extravíos de las ciencias.

La fe filosófica quiere, luego, aclararse a sí misma. Filosofando no acepto nada simplemente, sin penetrarlo totalmente, como se me impone. La fe no puede tornarse saber de validez universal, sino que debe hacérsenos presente por auto convicción. Y debe incesantemente ser mas clara, más consciente, y ser puesta cada vez más de manifiesto por la conciencia.

¿Qué significa fe?

Son inseparables la fe que realizamos y la fe de que nos apropiamos al realizarla. El lado subjetivo y el objetivo de la fe son un todo. Si nos limitamos a tomar el lado objetivo, la fe queda en credulidad, en fe sin objeto, que es como si sólo creyera en sí misma, la fe sin la esencialidad del contenido de la fe. Si nos limitamos a tomar el lado objetivo, un contenido de fe queda en objeto, tesis, dogma, estado, en algo muerto.

La fe es una en lo que separamos como sujeto y objeto, como fe a base de lo que creemos y como fe en lo que creemos. Al hablar de fe tendremos presente eso que abarca sujeto y objeto. Ahí radica toda la dificultad cuando queremos hablar del concepto de fe. Es la idea de lo fenoménico de nuestra existencia en la dualidad sujeto-objeto, supeditada a espacio y tiempo como forma de intuición, a categorías como formas de pensamiento. Lo que sea el ser, tiene que hacérsenos objetivo en esas formas, tornándose fenómeno; siendo así para nosotros lo que es en sí.

Lo mismo la fe. Si la fe no es sólo contenido ni únicamente un acto del sujeto, sino que tiene sus raíces en lo que sostiene la fenomenicidad, entonces ha de hacerse presente solamente en lo que no es objeto ni sujeto, sino ambas en uno, en lo que se manifiesta en el dualismo de sujeto y objeto.

Denominamos “abarcador” al ser que no es sólo sujeto ni sólo objeto, antes bien comprende ambos lados del dualismo sujeto-objeto. Aunque ese abarcador no pueda resultar objeto adecuado, en el filosofar hablamos partiendo de él y con vistas a él.

Fe es, al parecer, una “inmediatidad” en contraste con todo lo mediado por el entendimiento. La fe seria una vivencia de lo “abarcador”, vivencia que puede concedérsenos o no.

La fe filosófica debe buscar siempre de nuevo la situación histórica partiendo del origen. No puede invocarse a sí misma como si fuera algo inapelable, antes bien tiene que ponerse de manifiesto en el modo del pensar y del fundamentar.

Mas lo universal de la verdadera fe no debe esbozarse a modo de contenido de validez universal, ni tomarse como inmediatidad, ni fijarse como estado histórico, sino sólo hacerse cierto históricamente por movimiento temporal.

Lo abarcador es: el ser en sí, que nos rodea, o bien es el ser que somos nosotros. El ser que nos rodea, se llama mundo y trascendencia. El ser que somos nosotros, se llama existencia; conciencia en general, espíritu, se llama ex –sistencia.

El ser que nos rodea. Es aun sin que nosotros seamos, y que nos rodea sin que nosotros seamos él, es de dos clases: es el mundo, el ser del cual un lado de nuestra esencia es parte diminuta; es la trascendencia, el ser que es simplemente lo diferente de nosotros.

Mundo. El mundo en conjunto no es un objeto, sino una idea. Lo que conocemos esta en el mundo, no es nunca el mundo.

Trascendencia. Es el ser que jamás se torna mundo, pero que pudiera decirse que habla por medio del ser en el mundo. Apunta más allá de sí.

El ser que somos nosotros. Los modos en que adquirimos consciencia de nuestro ser son:  

Somos existencia. Vivimos en un mundo ambiente como todo lo vivo. Lo abarcador de este ser-vivo se torna objeto de la investigación en sus manifestaciones, en las producciones de la vida, en la forma del cuerpo, en la conducta. El hombre, sólo él, produce lenguajes, instrumentos, creaciones y se produce a sí mismo objetivamente.

En el dualismo de sujeto y objeto, nosotros somos “conciencia en general”. Sólo lo que se presenta en esta conciencia es ser para nosotros. Nosotros somos conciencia abarcadora.

Somos espíritu. Vida espiritual es vida de ideas. Las ideas nos conducen, y ciertamente a modo de impulsos que hay en nosotros, como tracción de la totalidad de sentido que haya en la cosa, como método sistemático de penetración, de apropiación y de realización. No son objetos, mas aparecen en esquemas y figuras. Actúan en el presente y al propio tiempo son tareas infinitas.

Nosotros somos ex.sistencia posible. Vivimos desde un origen que se halla por encima de la existencia que se torna empíricamente objetiva, por encima de la conciencia en general y por encima del espíritu. Se manifiesta: 1° en lo insuficiente que el hombre experimenta en sí; 2° en lo absoluto, genuino auto-ser se somete su existencia; 3° en el impulso, el hombre no se da por satisfecho con un solo modo de lo abarcador por sí, ni con todos ellos, sino que siente el afán de la unidad de fondo, pues sólo ella es el ser y la eternidad; 4° en la reminiscencia inconcebible, como si tuviera una conciencia con la creación; 5° en la inmortalidad, que no es supervivencia en otra forma, sino un estar-alojado en la eternidad anuladora del tiempo, que se le aparece como el camino para seguir actuando incesantemente en el tiempo.

Yo soy a titulo de existencia: mundo interior y mundo ambiente, a titulo de conciencia en general: conciencia y objeto, a titulo de espíritu: la idea que hay de mí y la idea objetiva que me viene de las cosas.

Fe en el sentido mas lato significa estar presente en estas polaridades, pues esa presencia no puede obtenerse en ningún caso por imposición del entendimiento, sino que es siempre de un origen propio que yo no puedo querer, sino que partiendo de él quiero, soy y sé.

A titulo de espíritu estoy lleno de ideas mediante las cuales capto la idea que me sale al paso. Lo escindido en el pensamiento, se mantiene unido en cualquier momento, tornándose movimiento espiritual.

A titulo de ex –sistencia soy en cuanto me sé regalado a mí mismo por trascendencia.

Llamamos a la fe en sentido mas amplio certidumbre de realidad, evidencia, idea. Como existencia es algo como instinto; como conciencia en general, la certidumbre; como espíritu, convicción. Fe es el acto de la ex –sistencia, en que se adquiere conciencia de la trascendencia en su realidad.

Fe es la vida desde lo abarcador, es guiarse y cumplirse por lo abarcador.

La fe desde lo abarcador es libre porque no esta fija en un infinito absolutizado. Tiene carácter de lo fluctuante y al propio tiempo en lo absoluto.

Hablar de ella, requiere la operación filosófica fundamental de cerciorarse de lo abarcador franqueando toda objetividad en el pensamiento que inevitablemente seguirá siendo siempre objetivo, es decir, en la cárcel de nuestro ser que parece en la escisión sujeto-objeto, escapar de esta cárcel, aunque sin poder entrar realmente en el espacio que hay fuera.

Lo objetivo tiene que permanecer en movimiento y evaporarse, por decirlo así, de suerte que en decreciente objetividad se haga patente precisamente mediante esa desaparición una cumplida conciencia de ser. De ahí que la fe filosófica se encuentre en todo momento en la dialéctica fundidora y anuladora.

Dialéctica es la marcha lógica a través de antitesis para resolverlas en síntesis. Es el acaecer real en antitesis que chocan entre si, se combinan y producen algo nuevo. Pero dialéctica significa tan bien desatar la antitesis en antinomias sin solución, precisamente en la insolubilidad, en lo contradictorio.

La fe filosófica tiene en sí estructuras de esas dialécticas. Así como son inseparables el ser y la nada, estando entreverados ambos, y luego se rechazan de nuevo entre sí hasta el extremo, así son inseparables la fe y la incredulidad, para luego rechazarse de nuevo apasionadamente.

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