Las escuelas de la ética
Viancy NuñezResumen18 de Noviembre de 2020
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UAI - Profesorado en VIANCY ARANTXA NUÑEZ
Ciencias de la Educación Sede Centro - Turno Noche
- El Hedonismo:
En el siglo IV a.C. Aristipo de Cirene, que fundó la escuela Cirenaica después de la muerte de Sócrates, sostenía la moral del placer. Según él, para el hombre no existe más que un bien: la “hedoné” (el placer); por ello la suprema regla es el goce inmediato, ya que el placer, una vez perdido, no se recobra más. El sumo Bien de la vida consiste en el placer sensible y actual; como los placeres corporales son los más intensos, son, por consiguiente, los más deseables, y deben ser preferidos a todos los demás. La sabiduría y la virtud consisten en buscar los medios para obtener la mayor cantidad posible de placer. Pero se debe obrar con prudencia, acomodándose a las circunstancias y conservando siempre la libertad interior y la tranquilidad; hay que dominar los placeres y no dejarse dominar por ellos. La prudencia aconseja también ajustar la conducta a las leyes establecidas, sobre todo a las leyes penales.
Un poco más tarde, hacia fines del siglo III a.C. aparece Epicuro, natural de Samos, maestro de “los filósofos del jardín” y fundador de la escuela que lleva su nombre, el epicureísmo. Epicuro también coloca en el placer el fundamento del comportamiento humano, pero rechaza la regla del goce inmediato: hay que buscar los placeres que no van seguidos de ninguna pena, los que no nos privan de un placer mayor, los que no son artificiales, los placeres tranquilos más bien que los placeres violentos. Los placeres del alma (el gozo) son más elevados que los del cuerpo, que son carnales. Mediante la prudencia el hombre debe buscar el equilibrio, la paz interior y la tranquilidad. El hedonismo de Epicuro no es tan grosero como el de Aristipo, y hasta propone, mediante el ejercicio de las virtudes, como el valor, la templanza y la justicia, la búsqueda de un cierto estado de tranquilidad o indiferencia, en el cual consistiría la felicidad.
- El Utilitarismo:
Es una corriente que caracteriza al siglo XIX, siglo del positivismo, de la exposición industrial, científico y técnico. El bien útil avala, fundamenta, excusa y justifica cualquier procedimiento en el seno de una sociedad que es típicamente materialista. En la mente de los poderosos se produce una desviación: los ojos de la inteligencia quedan fascinados por los medios conquistados (el dinero en el sitial de honor) y los fines pierden su condición de tales.
Según Jeremías Bentham (1784 – 1832), hay que aplicar el criterio de lo útil para procurar la mayor cantidad de dicha sensual; es necesario fijar una aritmética de los placeres que permita elegir entre estos los que sean superiores, por su intensidad, duración y pureza; colocado el hombre entre el bien y el mal, que son inseparables, necesariamente elige lo mejor y más útil, aquello en que el placer excede al dolor, de modo que este exceso o utilidad es la base y medida de la moralidad. James Stuart Mill (1773 – 1833) adopta una postura semejante, pero aclara que no sólo hay que tener la cantidad de placer, sino también la calidad; y que, en caso de conflicto entre el interés general y el particular, este debe ser sacrificado (“Moral del interés general”).
- El Evolucionismo:
Herbert Spencer (1820 – 1903), propulsor junto con Augusto Comte (1798 – 1857) de las teorías de la evolución, expone en “Los datos de la Ética” que el hombre obra primero por egoísmo y después por motivos altruistas, y que todo acto promueve la vida y la evolución es moralmente bueno (“Altruismo evolucionista”). Para Spencer las costumbres y las virtudes humanas son una parte de la historia natural: la moral no es otra cosa que una aplicación de la biología. Puesto que el hombre salió de la pura animalidad, la humanidad se elevó gradualmente hasta la razón y a todas las virtudes sociales. Por consiguiente, no hay que separar la moralidad humana de las costumbres de los animales. Usando términos bien modernos habríamos de afirmar que según el evolucionismo ético “Ética” y “Etología” se confunden. La única diferencia entre el hombre y el animal reside en que el altruismo del hombre se hace consciente y se extiende de la familia a la sociedad y a la humanidad entera (virtudes domésticas, virtudes sociales, filantropía y caridad).
- El Positivismo Moral:
En el siglo XIX declaraba que el último fundamento de la Moral lo constituyen las leyes positivas de la sociedad. Comte respaldó también esta teoría; enumera tres leyes que estableces el progreso de la sociedad: ley del progreso intelectual, ley del progreso de la actividad y ley del progreso afectivo. El sociólogo Emilio Durkhelm (1858 – 1917) aseguraba que la distinción entre el bien y el mal depende exclusivamente del influjo social, que puede ir cambiando con los tiempos. Juan J. Rousseau (1712 – 1778) afirmaba que antes del “Contrato Social” no había Derecho ni Moral; con la vida social comenzaron la moralidad y el derecho.
La Moral depende del Estado, puesto que por el “Contrato Social” se verifica la total enajenación de cada asociado con todos sus derechos a toda la comunidad.
- El Estoicismo:
Tiene su principal representante en Zenón de Kition (336 – 264). Fundándose en que el hombre es una mínima parte del universo, y en que este está gobernado por la “Razón Divina”, sostiene que el principio supremo de la virtud es “vivir conforme a la Naturaleza, vivir conforme a la Razón”, la vida virtuosa consiste en obrar racional y libremente, ajustando la propia conducta al orden universal de toda la Naturaleza, regida por la Razón Universal.
Este es el medio de asegurar la verdadera felicidad, que va unida siempre a la virtud, así como el sufrimiento al vicio. La moral estoica se basa en la relación objetiva de las acciones humanas con un principio superior al hombre: la Razón Eterna que rige toda la Naturaleza y el orden cósmico universal. La razón humana es recta cuando se adecua exactamente a la Razón Universal, es decir, a una ley eterna fija e inmutable. “La ley natural es una ley divina y posee como tal la fuerza de regular y medir lo que es justo y lo que es injusto”, decía Zenón, Crisipo de Sole, a quien se debe principalmente el desarrollo y la precisión conceptual de la Moral estoica, afirmaba: “A uno y lo mismo llamamos Zeus, común naturaleza de todo, destine y necesidad; y esto es también la justicia y el derecho, la unidad y la paz”.
El ideal estoico de la virtud y de la moral estaba matizado con un sello de cierta insensibilidad (o aparente insensibilidad) que se conserva bastante en las actitudes estoicas de la Era Cristiana, por ejemplo, en el español Séneca. Esta imagen del hombre estoico, del “sabio” según la concepción estoica, ofrece un esquema en el que los rasgos humanos quedan totalmente desdibujados:
- El sabio no debe dejarse impresionar por nada.
- Debe mantenerse impasible ante el sufrimiento físico y moral, ante el dolor y la enfermedad, ante la muerte, los bienes de fortuna y las opiniones de los hombres.
- Debe distinguirse por su firmeza ante las contrariedades.
- Ha de ser como una roca contra la que se estrellan todas las alas. Ella está firme y el oleaje se amansa en su derredor.
- Debe mantenerse siempre en un mismo querer y no querer.
- Aguantate y renuncia.
- La Moral Kantiana:
En la segunda mitad del siglo XVIII, se ubica este sistema ético cuyo fundador fue el filósofo alemán Emmanuel Kant (1724 – 1804), Kant distingue la materia de la forma en los actos humanos. La materia es el objeto del acto, el contenido. La forma es el aspecto bajo el cual aparece el espíritu. La materia es lo que se hace, o lo que se omite, la forma es el por qué se hace, el por qué se omite. Las éticas MATERIALES pueden ser éticas de BIENES, éticas de FINES y éticas de VALORES. Las éticas de bienes apuntan a bienes materiales, a bienes espirituales, a bienes sociales. Las éticas de fines pueden versar sobre fines naturales o sobre fines sobrenaturales; pueden estar orientadas hacia la felicidad temporal o hacia la felicidad eterna. La ética cristiana es una ética MATERIAL de fines ESPIRITUALES SOBRENATURALES.
Kant trata el problema ético en su obra Crítica de la Razón Práctica. Su Ética no es una Ética material sino una Ética Formal. Kant se opone a cualquier tipo de Ética material porque piensa que una acción denota una voluntad pura y moral cuando es hecha no por consideración al contenido empírico, sino simplemente por respeto al deber. La moral no tiene que estar determinada por ningún fin bien, aunque se trate del Bien Supremo, de la suprema felicidad.
La razón es que una Ética de esa índole sería una Ética hedonista y, además, no sería universal. Por otra parte la moral ha de ser autónoma, y una Ética material es siempre heterónoma, porque depende de algo que desde afuera de la voluntad impone leyes a esa misma voluntad.
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