Mujer, seguridad alimentaria y econfeminismos.
Leticia Doble HEnsayo8 de Diciembre de 2016
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Mujer, seguridad alimentaria y econfeminismos.
LA.Claudia Leticia Hernández Hernández.
Las mujeres en nuestro país con relación a la seguridad alimentaria y la agricultura juegan un papel importante. El presente texto analiza de manera breve el panorama actual de las mujeres con la finalidad de colocar los primeros planteamientos sobre la seguridad alimentaria para la realización del proyecto de tesis titulado Investigación Acción Participativa con perspectiva feminista .para el dialogo intercientifico-transdisciplinario sobre la seguridad alimentaria, biopiratería, bioprospeccion y bioterrorismo que actualmente se desarrolla en la Maestría de Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
Para este análisis se rescata el planteamiento de Pierre Bourdieu sobre la dominación masculina, los aportes de los ecofeminismos en América Latina y algunas metodologías y acciones planteadas desde esta perspectiva para la seguridad alimentaria.
La seguridad alimentaria se entiende cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana.” [1] El acceso a los alimentos, así como su producción, consumo y distribución esta normada dentro de las lógicas económicas del capitalismo, por lo cual quien no padece por la falta de comida, tiene una alimentación poco nutritiva. Lo anterior es efecto de una serie de causas interrelacionadas que afectan mayoritariamente a los sectores marginados de nuestro país, en especial a la infancia y las mujeres. Uno de cada cuatro de los niños en el mundo padece de retraso en el crecimiento debido a la falta de alimentos, y por su parte las mujeres, no tienen el mismo acceso que los hombres a los recursos para acceder a los alimentos de calidad.[2]
Las cifras que generan las entidades gubernamentales difícilmente logran evidenciar los problemas sociales en su totalidad, ya sea por sus metodologías o por el manejo y falsedad de informaciones, porque inminentemente su realización obedece siempre a intereses políticos. Sin embargo, pueden servir como referencia para evidenciar un problema siempre y cuando se tenga en cuenta que las cifras son debatibles y problematizables. Con la precisión anterior, tomamos como ejemplo para nuestro país la información generada por El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) [3]la cual afirma que en México para el 2014 habitan 600 mil personas en estado de carencia alimentaria y para el caso de San Luis Potosí, el 21.6 % de la población se encuentra en esta situación [4]. Dentro de dicho sector poblacional, las mujeres indígenas y rurales son las más afectas. En relación con lo anterior, el Censo de Población y Vivienda de 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), señala que la población rural de nuestro país equivale a 22.2% de la población total (estimada en 112 millones 336 mil 538 habitantes) de la cual el 50.4% de la población rural del país son mujeres, mientras que los hombres representan 49.6%.[5]. Vale la pena señalar que cada día, la población rural de nuestro país abandona sus tierras en busca de “mejores oportunidades” de vida en las ciudades. Guiadas por el discurso de superioridad que ejerce sobre las comunidades y “la gran ciudad” dejan la riqueza de la tierra, que potencialmente puede ser la generadora de sus insumos alimenticios, y migran a las ciudades; donde la mayoría de las veces terminan por agravar su situación alimentaria y de marginalidad. Lo anteriormente expuesto muestra lo emergente de la situación que se enfrenta en la actualidad y la necesidad de que nuevos planteamientos teóricos con enfoque feminista intercedan para el cambio de la situación que las mujeres enfrentan.
Que las mujeres no puedan acceder a los alimentos de buena calidad y que la crisis alimentaria sea una más de las múltiples manifestaciones de la crisis global actual, se puede leer y actuar a través de una visión posestructuralista desde la teoría critica. Lo anterior permite hacer frente a las estructuras ideológicas dominantes como parte de un análisis teórico practico.
Parte de la subordinación y desventaja que las mujeres enfrentan en la actualidad, se debe a las ideologías dominantes sobre el género y sus roles. El género se refiere al conjunto de prácticas, creencias, representaciones y prescripciones sociales que surgen entre los integrantes de un grupo humano en función de una simbolización de la diferencia anatómica entre hombres y mujeres, por media de esta clasificación cultural se definen no sólo la división del trabajo, las prácticas rituales y el ejercicio del poder, sino que se atribuyen características exclusivas a uno y otro sexo en materia de la moral, la psicología y la afectividad.[6] Es decir que, a través de las lecturas sociales, culturales e históricas de los cuerpos, se realiza una lectura del deber ser social. Lo anterior limita las posibilidades de las mujeres en la sociedad, subordinan y dirección su vida, lo cual copta una serie de posibilidades de vida de las y los sujetos; a través de la asignación especifica de tareas, las cuales se denominan roles de género.
Para hacer frente a esta situación, ha surgido en la época de los 60 el movimiento feminista.[7] El cuál puede entenderse como un movimiento social y político que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación, y explotación de que ha sido y son objeto[8] Sin embargo, a pesar de los alcances logrados por dicho movimiento en la actualidad aun vivimos en una sociedad patriarcal, atravesada por las lógicas capitalistas y neoliberales.
Lo anterior puede abordarse desde el planteamiento de Pierre Bourdieu, quien no se asumió como feminista ni estudioso del género sin embargo colaboro en el entendimiento de las situaciones que subordinan a las mujeres desde su lectura sociológica de las ideologías sociales dominantes. Su principal aporte se centra en la compresión de las formas mediante las cuales se constituyen las instituciones sociales, las representaciones “oficiales” de la realidad, las formaciones ideológicas y las estructuras temporales. Para el autor, la sociedad, es entendida como: un espacio social diferenciado, desigual y jerarquizado atravesado por las clases dominantes, estructurado por grandes capitales en disputa y constituido por campos sociales. En la sociedad rige el principio de la diferenciación y división y jerarquía[9]
La aportación de Pierre Bourdieu a los estudios de género y feministas se centran en la teorización que establece del orden social, ejercido a través de las estructuras ideológicas dominantes, el cual está dictado por el orden simbólico y se asienta sobre la imposición de estructuras cognitivas, que dan sentido y coherencia al mundo social. [10] Para el caso del género, este orden social funciona por medio de asignación de roles que obedecen a construcciones ideológicas y estructurales del deber ser de lo masculino y femenino. La sumisión de la mujer a través de las estructuras de dominación, y para el caso del hombre, establece una serie de privilegios sobre la mujer que son parte de este orden social establecido.
En términos estructurales, las políticas diseñadas en los noventas con discursos como el desarrollo y la competitividad, hundieron gran parte del campo mexicano. A finales del siglo XX se transitó de una sociedad agraria, en la cual predominaba el sector agropecuario, a una sociedad rural, en donde este sector no sólo coexiste con otras actividades económicas, sino que es la actividad menos importante tanto en términos de la población económicamente activa involucrada.[11] Aquellas tierras comunales en las cuales se entretejían las redes de cooperación y producción de manera equilibrada en términos ambientales y sociales (si bien no completamente, pero si más que en la actualidad) ahora están rotas por la propiedad privada y la tecnificación agrícola desmesurada que no benefician al grueso de la población, si no solo a unos cuantos. En consecuencia, el capitalismo globalizado obliga a enfrentar la devastación galopante del planeta, a vivir cotidianamente bajo la amenaza de extinción no sólo de especies animales y vegetales, sino de la propia especie humana. [12]
Según la Organización de las Naciones Unidas las mujeres producen entre el 60% y el 80 % de los alimentos de los países en “desarrollo” y la mitad de los de todo el mundo[13]. Recientemente se empezó a reconocer el papel de las mujeres como productoras y suministradoras de alimentos, su contribución a la seguridad alimentaria y su función como pilar de la agricultura de pequeña escala, del trabajo campesino y de la cotidiana subsistencia familiar, sin embargo, las mujeres aún tienen más dificultades que el hombre para acceder a recursos como la tierra, el crédito, los insumos y servicios que aumentan la productividad.[14].Lo anterior tiene como origen que “tradicionalmente” las labores del campo, su comercialización y distribución son tareas públicas y se atribuyen a los hombres, y la identidad masculina, que recaen en los roles de género que se expusieron con anterioridad; sin embargo es necesario recalcar que esto pasa solo discursivamente ya que en la práctica algunas mujeres también participan en las tareas públicas. La dicotomía público/privado es una herramienta ideológica que justifica las limitaciones que enfrentan las mujeres para participar en actividades políticas y económicas, funciona como una“polaridad artificial” que ignora el continuum de actividades de la vida cotidiana.[15]Lo anterior, es parte de esas lógicas duales que rigen el mundo, en las cuales Bourdieu propone para su análisis el método relacional, el cual desenmaraña el sistema de oposiciones simbólicas entre lo femenino y lo masculino.
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