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Platon La Republica Libro 1


Enviado por   •  6 de Octubre de 2013  •  4.662 Palabras (19 Páginas)  •  432 Visitas

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Mucha gente se enamora de la filosofía por el personaje de

Sócrates que leemos en los diálogos de Platón. En mi caso fue La

apología. Sabemos que “apología” significa “defensa” y en este

diálogo leemos una defensa apasionada y muy elocuente de la

vida filosófica. Aun así, Sócrates no logra convencer a los

atenienses y en seguida le condenan a la muerte.

En este vídeo no vamos a analizar La apología sino La

república. En este diálogo, que en muchos sentidos es el libro

fundador de la filosofía occidental, encontramos su verdadera

defensa ya que aquí tiene tiempo para hacer y defender su

argumento. Hace falta un diálogo mucho más extenso porque la

conclusión a la que llega es radical - la idea de que los filósofos

deberían ser reyes.

A un alumno de filosofía quizá no suene tan radical, pero

tenemos que tener en cuenta las acusaciones que le hicieron a

Sócrates en el tribunal. Como sabemos, decían que no creía en

los dioses y que corrompía a los jóvenes. Esta acusación se hace

no sólo a Sócrates sino a la filosofía misma, a la vida filosófica.

Es que los atenienses consideraban la filosofía como algo

subversivo, algo que desestabilizaba la sociedad. ¿Cómo puede

haber orden si todo se pone en tela de juicio?

Esta situación se parece a la recepción en nuestros días de

ideas posmodernas de gente como Nietzsche, Foucault y

Derrida. Esta ideas parecen subversivas para mucha gente en la

misma manera que la filosofía socrática lo era para los antiguos

griegos. Para ser aceptadas, tienen que ser defendidas. Eso es

precisamente lo que hace Sócrates, de forma magistral, en La

república. Los ciudadanos de Atenas sólo veían el aparente

ateísmo del filósofo (al igual que nosotros vemos el aracionalismo

de los posmodernos) y el efecto que tiene en los

jóvenes. ¿Deberíamos aceptar todo lo que dicen los

posmodernos sin más? No. Tampoco, pensaban los atenienses,

todo lo que decía Sócrates. Pasemos entonces a este gran libro,

La república, y la fascinante cosmovisión que plantea.

Empezando con el título, hay que saber que “república” no es

una traducción del griego sino del latín de Cicerón - Res Publica

- que significa “aquello que tiene que ver con lo público”. En

griego el título es Politeia. Hay muchas variantes de esta palabra:

Polis = ciudad/estado; Polites = uno que pertenece a la ciudad;

Politikos = uno que sabe de las cosas de la ciudad; Politika =

aquello que tiene que ver con la ciudad. En el campo de la

política, la preocupación central de los antiguos griegos era la

mejor o más apropiada organización de la ciudad. Esto es lo que

significa politeia, el título de este libro que llamamos La

república. Ok, pasemos al primero capítulo.

Encontramos a Sócrates con uno de los hermanos de Platón,

Glaucon. Los dos están yendo al Pireo, un puerto cerca de

Atenas, para asistir a un festival. Un esclavo de un hombre que

se llama Polemarco los detiene y les dice que están invitados a la

casa de su amo a conversar. Aceptan la invitación y van a la

casa. Céfalo, el padre de Polemarco, está ahí y empieza Sócrates

a platicar con él. Céfalo es el patriarca y manda debido a su

edad. A pesar de ser una forma muy tradicional de organizar el

poder en la sociedad, la edad no confiere necesariamente

conocimiento o sabiduría, cómo veremos.

Céfalo le cuenta a Sócrates que en su juventud era muy

erótico, muy apasionado, pero ahora, habiéndose liberado del

yugo de las pasiones, está más calmado y se ocupa de cuestiones

del alma. Obviamente, tener un carácter templado le hace

contento en su vejez, pero Sócrates pregunta en que medida

contribuye el dinero. Responde Céfalo que le permite evitar

cometer injusticias. Con esta afirmación tenemos la primera

mención del tema principal de La república - la justicia.

Antes de seguir, hay que hablar un poco sobre esa palabra. En

primer lugar, el pretexto de todo el libro es la búsqueda por la

justicia. Sócrates y sus interlocutores quieren saber en qué

consiste. Entonces, a estas alturas no lo vamos a definir todavía,

pero sí quiero que entendamos la clase de cosa que es.

“Justicia” es el nombre que dan a una virtud humana,

específicamente, la virtud que permite que el hombre viva bien

en general. Ahora, ¿qué entienden por virtud? Para nosotros,

tiene connotaciones morales, de alguien que hace siempre el

bien y cumple sus obligaciones. Para los griegos es un término

con una aplicación mucho más amplia. La palabra en griego es

“arete” y significa literalmente poder o excelencia, un poder que

permite que algo funcione bien. En este sentido, todo tiene una

virtud. Un martillo, por ejemplo, tiene virtud si tiene una cabeza

dura y una manga que uno puede asir bien. Si no tuviera esas

cualidades sería muy difícil pegar un clavo. Casas con muros y

techos son virtuosos; coches con llantas y motores; ¿y seres

humanos? Sabemos que hacen martillos, casas, y coches, y por

tanto las cualidades que necesitan para funcionar bien. ¿Pero los

seres humanos? ¿Cuál es su función? La función de una planta

es crecer y reproducirse. Es fácil distinguir entre una planta

buena y una mala. ¿Pero los seres humanos? ¿Cómo distinguir

entre uno que vive bien y uno que no?

A lo que voy con todo esto es que el interrogante de Sócrates

y compañía es precisamente esto, ¿qué constituye una buena

vida humana? ¿qué significa vivir bien? ¿y cuales son las

cualidades o virtudes que necesita uno para lograr vivir bien?

Más adelante en La república van a llegar a una conclusión, pero

de momento sólo tienen el nombre de esta virtud: la justicia.

Volviendo a la discusión con Céfalo, vimos que el valor del

dinero para él consiste en evitar cometer injusticia, por lo cual

quiere decir que con el dinero puede pagar sus deudas y ofrecer

sacrificios en los templos. En pocas palabras, la justicia, es decir

vivir bien, consiste para él en obedecer las leyes y pagar las

deudas. No quedar mal con nadie.

Como de costumbre, Sócrates no está de acuerdo con esta

definición. ¿Debemos siempre

...

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