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Platón / Aristóteles / Mímesis


Enviado por   •  31 de Mayo de 2022  •  Exámen  •  2.178 Palabras (9 Páginas)  •  135 Visitas

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 Filosofía – TP 1                                                                            Maximiliano Trincado Walton

Opción A

Cita 1: “En tal caso el arte mimético está sin duda lejos de la verdad, según parece; y por eso produce todas las cosas pero toca apenas un poco de cada una, y este poco es una imagen” (Platón, República, 598b).

Cita 2: “(…) no corresponde al poeta decir lo que ha sucedido, sino lo que podría suceder, esto es, lo posible según la verosimilitud o la necesidad. En efecto, el historiador y el poeta no se diferencian por decir las cosas en verso o en prosa (…) la diferencia está en que uno dice lo que ha sucedido, y el otro, lo que podría suceder. Por eso también la poesía es más filosófica y elevada que la historia; pues la poesía dice más bien lo general, y la historia, lo particular” (Aristóteles, Poética, 1451b).

Cita 3: “El imitar, en efecto, es connatural al hombre desde la niñez (…) y por la imitación adquiere sus primeros conocimientos, y también el que todos disfruten con las obras de imitación (…) pues hay seres cuyo aspecto real nos molesta, pero nos gusta ver su imagen ejecutada con mayor fidelidad posible (…) al contemplarlas, aprenden y deducen qué es cada cosa” (Aristóteles, Poética, 1448b).

        Los griegos consideraron la “techne mimetike” (arte mimético o imitativo) para señalar el saber o la destreza para producir imágenes, agrupándola a la categoría de “mímesis”, que significa a la vez “representación” e “imitación”. Como fin esencial del arte la mímesis es la imitación de la naturaleza. En última instancia, para Platón la techne mimetike se encuentra vacía de toda verdad y opuesta a la misma, es el vehículo del engaño y carece de seriedad. La Cita 1 contiene al arte mimético como una copia de una copia de las obras que crean los artistas, como imitación de la imagen de un objeto. En República, Platón prosigue con el ejemplo del pintor, quien tiene la habilidad de retratar a un artesano creando una mesa, aunque este no tenga ninguna experiencia en fabricarla; dirá, entonces, que engañará a niños y hombres insensatos haciéndole creer que es un carpintero de verdad. Luego menciona tres grados de la realidad para investigar más a la imitación, con el ejemplo de las tres camas, donde la primera es la creada por Dios, en el mundo de las Ideas, como una cama que es y no puede no ser; y la otra que pertenece al segundo grado de realidad, la cama que crea un carpintero, quien observa la idea de mesa correspondiente y produce un tipo de objeto sensible, siendo una copia de lo Ideal. Pero aquí Platón diferencia este saber productivo para la polis con la mera copia de la copia, la pintura del pintor, que pertenece al tercer grado de la realidad y contrario al carpintero no aporta nada a la ciudad. De cualquier manera, la ilusión de identidad entre la idea y su arte mimética es esencial, ya que dicha arte se representa con un medio diferente en el que existe la cosa imitada: el carpintero necesita del serrucho y la escofina, el pintor a su vez del pincel y la pintura. Lo que se juega en este arte imitativo es la relación de nuestros medios y en cómo pensamos y representamos a la realidad: la relación entre mundo, mímesis y racionalidad.

En la contemporaneidad, podríamos preguntarnos por qué tan verdadera es nuestra representación y si expresa realmente el ser de la cosa, asimismo para Platón no entramos en un juego de la verdad sobre la representación de un artista, con su objeto inferior a una copia, ya que para él el cosmos entero es un producto de una configuración mimética, realizada por el arte de un dios o demiurgo divino, del mundo material de la necesidad de acuerdo con el paradigma de las Ideas. Este dios creó una imagen del ser vivo perfecto, de tal modo que todo lo que hay en él es imitación de las Ideas siempre existentes, este individuo debe imitar la belleza del cosmos, ya organizado por este dios. Gracias a la contemplación e interpretación de la belleza del universo, existe la filosofía como el don más valioso y el que aporta a una ciudad justa, donde adquiere los medios, el lenguaje, las matemáticas para pensar y expresar la comprensión de todo lo existente en la naturaleza, medio donde se apoya la ciudad. El filósofo, a diferencia del pintor, utiliza e investiga la producción de imágenes de las cosas en relación con la búsqueda de la verdad. El pintor, por su parte, recreará los rasgos esenciales de un objeto, de una persona, una acción, de la naturaleza misma, buscará acertar su esencia de la manera más perfectamente posible, querrá adquirir su real forma de ser pero sin lograr llegar a la verdad; la imagen producida combinará de manera extraña el ser y el no ser, y al hacerlo estará produciendo una apariencia (phainomena) vinculada a lo sensible y que representa la realidad. La mímesis busca ser como la cosa original y sugerir que no hay diferencias. La diferencia es que la imagen no debe tener todas las cualidades de la cosa pero sí el rasgo esencial de ella para saber de qué es imagen la imagen. El problema del pintor es que no es hacedor como Dios y el artesano, es un mero imitador, que no alcanza a dar con una imagen material sensible de una idea sino que solo alcanza a dar una apariencia de algo particular, es por eso que “toca apenas un poco” de la cosa.

Se puede decir entonces que la mesa original es la cosa misma, creada por un demiurgo en el mundo de las ideas, y la imagen es la representación en la mesa del carpintero: el ser de la imagen no es verdaderamente original pero es verdaderamente existente gracias a su serrucho y escofina, donde adquiere existencia sensible y original, pero está limitada, ya que algo aparece en la mesa y algo no, siendo una imitación temporal. Se puede formular que de las ideas es posible hacer imágenes, objetos. Es lo que hace Dios, pero de las ideas, que solo se pueden captar por la razón, solo pueden ser percibidas por los sentidos, como lo hace el filósofo. En las imágenes materiales el artesano puede reconocer intelectualmente la forma de la cual son imágenes; en las apariencias, el pintor, como mucho, tener como modelo la idea de aquello que pinta.

Más adelante en República, Platón arremete sus argumentos contra la mímesis del poeta, que si bien la mímesis pictórica y la poética son igual de nocivas, al poeta lo ubica como alejado tres veces de lo real, por no conocer el uso material de las cosas; no tendrá opinión correcta sobre un objeto fabricado, puesto que es un imitador y no sabe cómo funciona. También emparentará al sofista con el poeta, ambos como grandes seductores que conocen las palabras, donde su arte es la producción de imágenes lingüísticas y poseen una ciencia que les permite opinar sobre todo, pero no decir la verdad, pretendiendo que sus imágenes siempre son reales, y diferenciándolos del filósofo, que sabe que la imagen es imagen de algo, sea pintada o verbal.

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