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Primavera silenciosa rache l lcarson


Enviado por   •  27 de Marzo de 2016  •  Ensayos  •  13.754 Palabras (56 Páginas)  •  312 Visitas

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7. Destrucción innecesaria

Mientras el hombre se dirige hacia su anunciada meta de la conquista de la naturaleza, ha escrito un

deprimente inventario de estragos encauzados no sólo contra la tierra que habita, sino contra la vida

que la comparte con él. La historia de los recientes siglos tiene negros pasajes

—la carnicería de los búfalos en las llanuras del Oeste, el exterminio de los pájaros marinos

por los tiradores mercaderes, la casi destrucción de los airones o garzas reales para hacerse con las

plumas. Ahora, a esos y otros semejantes, estamos añadiendo un nuevo capítulo de una nueva clase de

exterminio: la matanza directa de pájaros, mamíferos, peces y en realidad de toda clase de criaturas

silvestres por medio de insecticidas químicos esparcidos sin discriminación sobre la tierra.

Según la filosofía que ahora parece guiar nuestros destinos, nada debe oponerse en el camino

del hombre con el arma pulverizadora. Las incidentales víctimas de su cruzada contra los insectos no

cuentan; si a petirrojos, faisanes, mapaches, gatos o incluso ganado, se les ocurre vivir en el mismo

pedazo de tierra que los odiados insectos y son acertados por la lluvia de venenos insecticidas, nadie

debe protestar.

El ciudadano que desea juzgar limpiamente la cuestión de las pérdidas de animales salvajes, se

enfrenta hoy día con un dilema. Por un lado los protectores y muchos biólogos aseguran que las

pérdidas han sido graves y en algunos casos incluso catastróficas. Por otro lado las oficinas de

vigilancia tienden a negar lisa y categóricamente que tales pérdidas hayan ocurrido o que sean de

alguna importancia si las ha habido. ¿Qué punto de vista hemos de aceptar?

La declaración de los testigos es de primera importancia. El biólogo especializado en animales

salvajes es sin duda el mejor calificado para descubrir e interpretar sobre el terreno las pérdidas de

esas criaturas. El entomólogo, cuya especialidad es el insecto, no se halla tan calificado por su

adiestramiento, y no está psicológicamente dispuesto a considerar por el lado malo los efectos de su

programa de limitación. Aunque son los designados por el Estado y por los gobiernos federales para

vigilar la limitación de insectos

—y desde luego los fabricantes de productos químicos

— los que más rápidamente niegan los hechos de que informan los biólogos y se apresuran a

declarar que ellos ven muy pocas muestras de peligro para los animales salvajes. Como el sacerdote

y el levita de la historia bíblica, escogen el pasar adelante por el otro lado y no ver nada. Incluso si

tratamos de explicarnos caritativamente sus negativas como debidas a la miopía del especialista y a la

del hombre con intereses en el asunto, esto no significa que debamos aceptarlas como testimonios

válidos.

El mejor modo de formar nuestro propio juicio, es mirar hacia algunos de los mayores

programas de limitación y enterarnos, por medio de observadores familiarizados con los animales

salvajes y sus costumbres e imparciales respecto a los productos químicos, de lo que ha sucedido

exactamente al despertar de una lluvia de veneno lanzada desde las alturas sobre el mundo de las

criaturas salvajes.

Para el que contempla a las aves, para el que mora en los arrabales y encuentra un placer en los

pájaros de su jardín, para el cazador, para el pescador o el explorador de regiones salvajes, cualquier

cosa que destruya la vida silvestre de un lugar, incluso por un solo año, le ha privado del placer al

que tiene legítimo derecho. Éste es un punto de vista válido. Hasta si, como ha ocurrido a veces,

algunas de las aves o de los mamíferos y peces pueden rehacerse después de una rociada única de

productos químicos, se ha efectuado un daño grande y real.

No obstante, tal restablecimiento es difícil que ocurra. Las pulverizaciones tienden a repetirse y,

además, una sola exposición a ellas de la que las colectividades de la vida silvestre puedan tener

oportunidad de recobrarse, es algo muy raro. Lo que resulta por regla general es un

emponzoñamiento de cuanto las rodea, una trampa letal en la que sucumben, no sólo las colonias

establecidas con carácter permanente, sino también las que se encuentran en calidad de pasajeras.

Cuanto más amplia sea la pulverización, más grande es el daño, porque no quedan espacios exentos.

Ahora, en una década marcada por los programas de limitación de insectos, en la que miles o incluso

millones de kilómetros han sido rociados; una década durante la cual se han efectuado

pulverizaciones particulares y colectivas en rápido crecimiento, se ha acumulado un inventario de

muerte y destrucción de la vida silvestre americana. Vamos a estudiar algunos de esos programas y

veamos lo ocurrido.

Durante el otoño de 1959 unos 27.000 acres de terreno al sudeste de Michigan, incluyendo

numerosos suburbios de Detroit, fueron sometidos a espesas rociadas desde el

...

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