Resumen “Primavera Silenciosa”

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Resumen “Primavera Silenciosa”

S. Montenegro

Capítulo 2. La obligación de resistir

El más alarmante de todos los atentados del hombre contra el ambiente es la contaminación del aire, la tierra, los ríos y el mar con materiales peligrosos e incluso letales. Esta polución es en su mayor parte irremediable; la cadena de desastres que inicia, no sólo en el mundo que debe soportar la vida, sino en los tejidos vivos, es en su mayor parte irreversible. En esta contaminación del ambiente, que ahora es universal, las sustancias químicas son los compañeros siniestros y poco conocidos de la radiación a la hora de cambiar la naturaleza misma del mundo, la naturaleza misma de su vida.

Desde mediados de la década de 1940 se han creado más de doscientos productos básicos matar insectos, destruir malas hierbas, roedores y otros organismos calificados en el lenguaje vulgar como “plagas”;  dichos productos se venden bajo varios miles de nombres comerciales distintos.

El problema cuya pretendida solución ha provocado una tal serie de desastres como secuela es un complemento de nuestro moderno sistema de vida. Mucho antes de la era del hombre, los insectos habitaban la Tierra; se trata de un grupo de seres extraordinariamente variados y adaptables. En el curso del tiempo, desde el advenimiento de la especie humana, una pequeña parte del más de medio millón de especies de insectos ha entrado en conflicto con el bienestar humano de dos maneras principales: como competidores de los recursos alimentarios y como portadores de enfermedades humanas.

Es una era dominada por la industria, en la que raramente se pone en duda el derecho a obtener un dólar a cualquier precio. Cuando el público protesta, enfrentado con alguna prueba evidente de los resultados perjudiciales de las aplicaciones de plaguicidas, se le suministran píldoras tranquilizantes de medias verdades. Se necesita poner fin a tan falsas seguridades. Es el público al que se le pide que asuma los riesgos que calculan los que se dedican a controlar insectos. El público debe decidir si desea continuar por el actual camino, y sólo puede decidirlo cuando esté en plena posesión de los datos.

Capítulo 3.  Elixires de muerte

La producción de plaguicidas sintéticos en los Estados Unidos pasó de 56 millones de kilogramos en 1947 a 290 millones en 1960. El valor de la venta al por mayor de tales productos superó los 250,00 millones de dólares.

El arsénico es un mineral muy tóxico que se presenta asociado extensamente con las menas de varios metales y en  muy  pequeña proporción  en los volcanes, en el mar y en el agua de manantiales, sus relaciones con el hombre son variadas e históricas. Sus componentes no tienen sabor ha sido un agente favorito de homicidios desde hace mucho tiempo hasta la actualidad. Los ambientes contaminados por arsénico han causado también enfermedades y muertes en caballos, vacas, cabras, cerdos, ciervos, peces abejas, a pesar de tales antecedentes, las rociaduras y pulverizaciones arsenicales son ampliamente usadas. En los estados algodoneros del sur de Estados Unidos, cuyos campos son rociados con arsénico, la apicultura casi ha desaparecido actualmente.

Los granjeros que usaron el arsénico en pulverización es durante largos periodos han acabado afectados de envenenamiento crónico por arsénico, los animales han resultado envenenados por las rociaduras de cosechas o por los herbicidas que contenían arsénico. Las pulverizaciones de arsénico efectuadas en terrenos de arándanos han sido llevadas por vientos a la granja vecinas, contaminando arroyos, envenenando fatalmente a abejas y vacas y causando enfermedades en los seres humanos.

  El clordano, otro hidrocarburo clorado, tiene todos los desagradables atributos del DDT más unos cuantos que le son peculiares. Sus residuos son persistentes en el suelo, en los alimentos o en las superficies a las que pueda ser aplicado, han que también es muy volátil, y el envenenamiento por inhalación  es un peligro  claro  para cualquiera  que lo manipule  o se exponga  a él. El clordano aprovecha cualquier vía de entrada al cuerpo humano. Atraviesa fácilmente la piel, se respira como vapor y, desde luego, es absorbido por el tubo digestivo si se tragan residuos.  Uno de los grupos importantes de insecticidas, el de los fosfatos alquílicos u orgánicos, figura entre las sustancias químicas más ponzoñosas del mundo. El riesgo principal y el más evidente que conlleva su empleo es el de envenenamiento agudo de las personas que efectúan las pulverizaciones o que accidentalmente se ponen en contacto con las rociaduras que el viento transporta, con la vegetación cubierta por ellas, o con un recipiente desechado.

El origen de estos insecticidas tiene una importancia algo irónica, aunque algunas de dichas sustancias químicas, hacía muchos años que eran conocidas, sus propiedades insecticidas no fueron descubiertas hasta finales de la década de 1930 por un químico alemán Gerhard Scharader. Inmediatamente el gobierno alemán reconoció el valor de estas mismas sustancias como armas nuevas  y devastadoras  en la guerra  del hombre  contra su propia especie y el trabajo en ellas se declaró secreto. Algunos se convirtieron en los mortíferos gases nerviosos. Otras de estructuras muy similares se convirtieron en insecticidas.

El malatión, otro de los fosfatos orgánicos, es usado por los jardineros, como insecticida casero, en pulverizaciones contra mosquitos y en ataques generalizados contra insectos, como la rociadura de hectáreas de comunidades de Florida para combatir la mosca mediterránea de fruta. Se considera el menos toxico de este grupo de sustancias químicas y muchas gente cree que puede usarlo copiosamente y sin temor al peligro.

El paratión es uno de los fosfatos orgánicos más ampliamente usados. También es uno de los más potentes y peligrosos. Las abejas se tornan en contacto con él, efectúan frenéticos movimientos de limpieza y en media hora se hallan próximas a la muerte.

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