Psicologia Y Metapsicologia
LuisinaCogliati20 de Agosto de 2013
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PSICOLOGIA Y METAPSICOLOGIA
Definir la naturaleza del yo lleva muy lejos.
El YO en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. La noción del YO fue elaborada al correr de los siglos tanto por aquellos a los que llaman filósofos, como por la conciencia común.
La noción freudiana del YO, puede compararse con la Revolución Copernicana
Las nuevas perspectivas abiertas por Freud estaban llamadas a abolir las precedentes. Algo se produjo en términos teóricos, y reapareció una noción de yo absolutamente distinta de la que implica el equilibrio del conjunto de la teoría de Freud. Puesto que teoría y práctica no son separables, la relación analítica, la dirección de la práctica, vieron cambiar su orientación.
El hombre contemporáneo cultiva cierta idea de sí mismo, idea que se sitúa en un nivel semi-ingenuo, semi-elaborado. Su creencia de estar constituido de tal o cual modo participa de un registro de nociones difusas, culturalmente admitidas.
Alexandre Koyré en su conferencia de anoche, acerca de la función del diálogo platónico, precisamente a partir del Menón, puede insertarse sin artificio en la cadena de la enseñanza que aquí se va desarrollando. Las conferencias de los martes, llamadas con justicia extra-ordinarias, tienen la función de permitir que cada uno de ustedes cristalice las interrogaciones suspendidas en las fronteras de lo que desarrollamos en este seminario.
Pronuncié, destaqué, transformando las ecuaciones menonianas, lo que podemos llamar la función de la verdad en estado naciente. El saber al cual se anuda la verdad debe estar dotado de una inercia propia, que le hace perder algo de la virtud a partir de la cual comenzó a depositarse como tal, ya que muestra una evidente propensión a desconocer su sentido propio. No hay sitio donde esta degradación sea más evidente que en el psicoanálisis.
Esta ambigüedad del saber y la verdad se ve desde el origen (tomando a Platón como origen) en sentido en que se habla de origen de las coordenadas.
¿Quién es Sócrates? Sócrates es quien inaugura en la subjetividad humana el estilo del que brotó la noción de un saber vinculado a determinadas exigencias de coherencia, saber previo a todo progreso ulterior de la ciencia en cuanto experimental; tendremos que definir el significado de esa suerte de autonomía que adquirió la ciencia con el registro experimental. Sócrates advierte que en lo tocante a lo más precioso, la areté, la excelencia del ser humano, no es la ciencia la que podrá transmitir las vías que a ella conducen. Ya ahí se produce un descentramiento; a partir de esta virtud se abre campo al saber, pero esta virtud misma, en cuanto transmisión, su tradición, su formación, queda fuera del campo.
¿Qué pasó después de Sócrates? La noción del YO vio la luz.
Nunca puso estar ahí desde siempre. Pensamos en el origen del lenguaje: imaginamos que hubo un momento en que, sobre esta tierra, se tuvo que empezar a hablar. Admitimos, que hubo una emergencia. Lo nuevo que surge parece extenderse siempre en la perpetuidad, indefinidamente, más acá de sí mismo.
Nos parece que Sócrates y sus interlocutores debían poseer, como nosotros, una noción implícita de esta función central; que el yo debía ejercer en ellos una función análoga a la que ocupa en nuestras reflexiones teóricas, pero también en la aprehensión espontánea que tenemos de nuestros pensamientos, tendencias, deseos, lo que es nuestro y de lo que no es nuestro, de lo que admitimos como expresiones de nuestra personalidad.
La clase de personas que definiremos, por notación convencional, como los dentistas, están muy seguros del orden del mundo porque piensan que el señor Descartes expuso en el “Discurso del Método” las leyes y los procesos de la razón clara. Su pienso, luego soy es absolutamente fundamental en lo tocante a la nueva subjetividad, no es sin embargo tan sencillo como les parece a estos dentistas. Si es verdad en efecto, que la conciencia es transparente a sí misma, y se aprehende como tal, resulta evidente que el yo (je) no por ello le es transparente. No le es dado en forma diferente a un objeto. La aprehensión de un objeto por la conciencia no le entrega al mismo tiempo sus propiedades.
Las consideraciones de los filósofos nos llevaron a una noción del yo cada vez más puramente formal y, para decirlo todo, a una crítica de dicha función. El progreso del pensamiento se desvió de la idea de que el yo fuese sustancia, como de un mito que debe ser sometido a una estricta crítica científica. El pensamiento se embarcó en el intento de considerarla como puro espejismo, con Locke, con Kant e incluso con los psicofísicos. Ellos consideraron con el mayor recelo la función del yo.
Para calificar el descubrimiento de Freud hemos usado el término revolución copernicana. Los hombres siempre creyeron que la Tierra era una especie de planicie infinita. Pero en fin, pensaban que había cosas que estaban abajo, digamos en el centro, y que el resto del mundo se edificaba encima. Si no sabemos exactamente lo que un contemporáneo de Sócrates podía pensar acerca de su yo, así y todo había algo que tenía que estar en el centro, y no parece que Sócrates lo ponga en duda. Probablemente no se trataba de algo hecho como el yo. En relación con esta concepción, el descubrimiento freudiano tiene exactamente el mismo sentido de descentramiento que aporta el descubrimiento de Copérnico. [Yo es otro]
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Otro: no se babeen con este término. ¿Qué se quiere decir con eso, el otro? ¿Su semejante, su prójimo, su ideal del yo (je), una palangana? Todo eso, son otros.
El inconsciente escapa por completo al círculo de certidumbres mediante las cuales el hombre se reconoce como yo. Es fuera de este campo donde existe algo que posee todo el derecho a expresarse por yo (je). Lo que en análisis viene a formularse, el yo es precisamente lo más desconocido por el campo del yo.
En Freud, el hecho de haberlo llamado inconsciente lo arrastra a verdaderas contradicciones. Esto aparece complicado, desde la perspectiva de la comunicación, en la época en que Freud comienza a expresarse, está obligado a partir de la idea de que lo que pertenece al orden del yo también pertenece al orden de la conciencia. Elaboración filosófica=conciencia. Freud, cuanto más avanza en su obra, menos consigue situar la conciencia, y debe confesar que ella es, en definitiva, insituable. Dialéctica en el que el yo (je) es distinto del yo. De qué modos es posible situar la conciencia, de una vez por todas, en la funcionalización freudiana.
Freud irrumpe una perspectiva que revoluciona el estudio del a subjetividad y muestra, que el sujeto no se confunde con el individuo.
Las elaboraciones del sujeto en cuestión de ningún modo son situables sobre un eje donde, a medida que fueran más elevadas, se confundirían cada vez más con la inteligencia, la excelencia, la perfección del individuo.
El sujeto no es su inteligencia, no está sobre el mismo eje, es excéntrico. Es otra cosa y no un organismo que se adapta. Es otra cosa, y para quien sabe oirla, toda su conducta habla desde otra parte, no desde ese eje que podemos captar cuando lo consideramos como función en un individuo, con un cierto número de intereses concebidos sobre la areté individual.
Metáfora tópica: el sujeto está descentrado con respecto al individuo. Yo es otro.
Descartes- dios engañoso. Cuando se aborda la noción del yo, no es posible dejar de concluir al mismo tiempo que en alguna parte hay error. El Dios engañoso es, a fin de cuentas, la reintegración de aquello de lo que había rechazo, ectopía.
Lo escandolos en la Rochefoucauld no es que considere el amor propio como el fundamento de todos los comportamientos humanos, sino que es engañoso, inauténtico. Hay un hedonismo propio del ego, y es esto lo que nos frustra a la vez de nuestro placer inmediato y de las satisfacciones que podríamos extraer de nuestra superioridad con respecto a dicho placer.
Esta concepción se inscribe en una tradición paralela a la de los filósofos, la tradición de los moralistas. Esta tradición culmina en La genealogía de la moral, de Nietzsche, que permanece toda ella en la perspectiva, de algún modo, negativa, según la cual e l comportamiento humano está como tal, entrampado. En este hueco, en este tazón viene a verterse la verdad freudiana. Están ustedes entrampados, no cabe duda, pero la verdad está en otra parte. Y Freud nos dice dónde.
Lo que irrumpe en ese momento, con ruido atronador, es el instinto sexual, la libido. Pero ¿qué es el instinto sexual? ¿Qué es la libido? ¿Qué es el proceso primario?.
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¿A qué hemos llegado a hoy? A una cacofonía teórica, a una impresionante revolución de posición. La obra metapsicológicas, denominadas tópicas, que se llaman yo, superyó y ello?. En la experiencia iniciada tras su descubrimiento se produjo un viraje, una crisis concreta. En una palabra, el nuevo yo (JE), con el que se tenía que dialogar, al cabo de cierto tiempo se negó a responder.
Esta crisis se muestra claramente expresada en los testigos históricos de los años 1910 a 1920. En la época de las primeras revelaciones analíticas, los sujetos se curaban de forma más o menos milagrosa, lo cual nos resulta también perceptible cuando leemos las observaciones de Freud, con sus interpretaciones fulgurantes y las explicaciones de nunca acabar. Es un hecho que esto funcionó cada vez menos, que se fue debilitando con el correr del tiempo.
Fue precisamente en 1920 cuando Freud decidió introducir sus nuevas nociones metapsicológicas. Y si se lee con atención lo que escribió
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