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TAN SIN VIDA, TAN SIN MÍ


Enviado por   •  22 de Marzo de 2013  •  Ensayos  •  1.237 Palabras (5 Páginas)  •  246 Visitas

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TAN SIN VIDA, TAN SIN MÍ

Estaba sentado en la plaza Bolívar Caraqueña cuando escuché decir al vendedor de algodón con tono preocupante:

- Cuidadito al subir al Ávila. Miren que se pueden encontrar con el embalsamador de Galipán.

Interesado por el comentario me acerqué al vendedor y luego de comprarle un algodón dulce le contesté:

-Eso del Ávila está preocupante, verdad.

- Y usted ¿cómo es que sabe de eso? Me preguntó al devolverme el vuelto.

- Las momias del doctor Kanoche son cosas del diablo, nadie tiene derecho de permanecer en este mundo más de lo mandado por Dios y menos así de esa manera espantosa.

- Y ese doctor KNOCHE, ¿Dónde vive? Le pregunté

- Dicen que vive en lo profundo del ÁVILA en San José de Galipán y también lo han visto trabajar en el Hospital San Juan de Dios en la Guaira.

Mi instinto periodista me sugería conocerlo, y sin más me alejé de la plaza rumbo al Ávila. Compré algunos víveres en la pulpería, unos panes y chocolates y algo de ropa. Subí hacia el Ávila por unos caminos de barro y de piedra, llamado camino de los españoles. Me dirigí hacia una estrecha trocha llamada “punta de mulatos” rumbo a Galipán. El clima estaba muy nublado y ya no podía seguir caminando. Un poco más adelante me topé con una aldea donde pude comprar un asno. Montado pués en mi lenta bestia seguí mi marcha contoneando la ladera de la montaña cuando por fin al atardecer logré ver la Costa del mar. En la medida que iba bajando notaba como las mariposas y pájaros que abundaban alrededor se iban desapareciendo. Comencé entonces a imaginarme al enigmático doctor Knoche: Alto, fornido, de facciones enérgicas y correctas, ojos azules y una barba rubia. Todo un científico germano que poseía el secreto de conservar los cuerpos después de la muerte.

Absorto en mis ideas no pude esquivar a un tronco caído en el camino empedrado. El golpe fue inmediato, hombre y bestia caímos al fondo de una quebrada. El asno se levantó y se alejó llevándose mis suministros y mi alimento. Un fuerte dolor de cabeza se posó en mí y quedé inconsciente. Cuando volví en mí hubiese preferido haber muerto en el acto: Sentí que estaba en una galería de algún castillo germano del siglo XII. Había grandes cuadros de reyes y tapices de armas guerreras. En uno de los muros colgaba la imagen de la anatomía de un Davinchi.---

Una mujer, vestida como un ama de llaves, se me acerca, lleva un traje blanco y manos muy delicadas; acomoda mi cabeza en una almohada y me pregunta en un castellano un poco extraño:- ¿sentirse Ud. mejor?

A lo que asentí afirmativamente con la cabeza. Le pregunté dónde me encontraba y me contestó: - Está usted en Buenavista, el hogar de la familia Knoche.

Percibí un fuerte olor a formol y no lo pude disimular. La extraña mujer se fue al fondo del salón y abrió una hermosa ventana llena de figuras talladas en madera.

Observé entonces a través de la ventana unas hermosas plantaciones que rodeaban la casa, naranjos en flor, toronjas, aguacates, tamarindos y una hermosa columna de cayenas, rosas y claveles.

Una hermosa mujer en silencio abre la puerta, lleva unas clinejas y un traje azul obscuro que le llegaba a los pies. Sus facciones europeas me hicieron pensar en una bella princesa medieval que venía a ser desposada por mí.

- Soy Ana Knoche, hija del doctor Gotfried Knoche. Y usted ¿quién es?

El ama de llaves miraba de soslayo mientras limpiaba unos instrumentos metálicos. Sin hacer más pausa respondí.- Soy Tomás Lander, periodista de la ciudad. Vine a conocer a su padre, pero creo que comencé con una mala presentación.

- Descuide usted, me dijo

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