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TEORÍA TRADICIONAL Y TEORICA


Enviado por   •  22 de Junio de 2020  •  Ensayos  •  4.703 Palabras (19 Páginas)  •  100 Visitas

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TEORÍA TRADICIONAL Y TEORICA

El mayor interés de este ensayo de 1937 (Teoría tradicional y teoría crítica) es delinear el pensamiento crítico social en contraste con las teorías del pasado, a partir del reconocimiento de que la esencia práctica, aquella generalidad que propicia una particular forma de teoría, son las condiciones económicas de determinado momento histórico. Tal punto de partida marxiano se afina inmediatamente por la relevancia del capitalismo tardío como teatro histórico de la teoría crítica. Para desbordarse desde la crítica de la economía política de El capital hacia el proceso global de crítica de la burguesía, su caudal se incrementa con la investigación de la sociología, del psicoanálisis y de la tradición dialéctica. La clave de esta original síntesis, desde luego, no estará en la validez científica de cada una de sus fuentes, sino en la orientación transformadora que comparten y que descorre el velo de neutralidad objetivista con que se aproximan los estudios puramente analíticos e instrumentalizados. Si fuese un simple desarrollo de la ideología marxista de alguna dictadura del siglo XX, no cabría en su interior la inquietud epistemológica que preocupa a Horkheimer, pues bastaría con subsumir las condiciones de la investigación científica bajo la utilidad gubernamental. Los de Frankfurt, desde su exilio americano, expusieron que las circunstancias históricas presentes no son los únicos factores que regulan la tarea ético-política. Dicho quehacer se apoya en una teoría continente de juicios de valor que, por su parte, siempre apunta a un fin, y hacia éste mueve su esperanza. La siguiente presentación argumentará que la dúctil esperanza que se modeló en la primera etapa de la Escuela luce en su exterior un reclamo inmanente a la sociedad, pero tiene como argumento una singular teoría del conocimiento.

LA POSIBILIDAD DE LA TEORÍA CRÍTICA

La forma más notoriamente censurada de teoría tradicional es la defendida por el positivismo. Hijas de la modernidad, sus formas de ciencia al iniciar el siglo XX son ejemplarmente definidas por el físico Poincaré como un ordenamiento de enunciados sin contradicciones ni dogmatismos en sus conexiones, desde premisas simples hacia deducciones complejas, aunque ese orden no sea el de la naturaleza. Con el fin de su unificación, la física actúa como el bibliotecario o patrón, y la matemática como su expresión regulada. La epistemología cartesiana, el dualismo de pensamiento y ser, dispone a un sujeto cognoscente delante de un objeto externo cognoscible, y la construcción que el primero elabore sobre el segundo, así como la contrastación empírica, se concibe como objetiva. Gracias al método científico moderno, se lograría una descripción y clasificación del mundo fiel a la situación en la realidad. Una teoría demuestra la solidez de su estructura cuando los enunciados agrupados permiten explicar y predecir los fenómenos naturales con exactitud. Por tanto, el propósito tradicional de la teoría es juzgar imparcialmente al objeto externo: prepara su separación y retirada de toda circunstancia de interferencia, de manera que no tiene un fin u orientación en sí misma sólo lo mantiene en tanto análisis minucioso del objeto aislado. Horkheimer se pregunta si es cierto que esta caracterización acrítica y autónoma respecto del mundo empírico pueda ser el sistema natural del conocimiento humano, cuestión que se decide dependiendo de cuán externa o separada de la situación de la realidad social se halle una teoría delimitada por el criterio postivista. Las disciplinas científicas no se consideran a sí mismas como actividades humanas pertenecientes al dinamismo de las relaciones sociales, vórtice de fines que ligan al actor con su objeto; más bien, su divisa es que sus objetos de estudio concentren todos sus fines –y éste es el origen del instrumento científico como asistente velado en la experimentación y la conclusión, y como útil industrial–, vale decir, que las teorías emerjan sin una conexión de intereses con el estado de la experiencia que la propició. Evidentemente, la separación entre el saber (la teoría) y el actuar (la praxis) es una garantía para tener los hechos circunscritos en un marco de conocimiento, así como un encubrimiento de que sus proposiciones son hipótesis que se corroboran sólo dentro de aquel marco y no universalmente, valiéndose de la neutralidad del científico y sus instrumentos. Las consecuencias del pretendido trabajo del científico fuera de la esfera de la práctica y la sociedad son la creencia en una “trascendencia” o eternidad de su labor y, junto a ella, el fatalismo o la absoluta asimilación y conformidad con el orden de la realidad descrito. Mas la historia de la ciencia moderna no ha omitido en sus campos de estudio la comprobación de aquellas dos imponentes consecuencias. Y es que la condición mudable de la sociedad y el pensamiento, en oposición al progresivo afianzamiento de las ciencias naturales, se presentaba como una limitación para la “perennidad” de la ciencia que se ocupara de aquellas. Ni siquiera la ciencia positivista, fiada solamente de las experiencias científicas, renunció al estudio de la sociedad. Si en el origen de la teoría tradicional, el sujeto autónomo, que es fundamento del saber, busca la coincidencia con el objeto exterior, ¿qué condiciones extrañas a la teoría modifican indefectiblemente la aproximación científica tradicional? Los encuentros entre cognoscente y cognoscible cambian, si no en la lógica trascendente, sí en la historia inmanente. Horkheimer extiende la posición de Marx: también el objetivo al que apuntan las ciencias, aquél que atiende meramente al objeto y no al investigador, surge de la historia, del orden social del presente. El comportamiento mecánico respecto de las transacciones materiales en la sociedad burguesa aprovecha la “imperecedera” teoría tradicional como poder de sustentación de su particular manejo de las relaciones sociales –particular, ya que históricamente recién nace en el siglo XVI. No se trata de una simple analogía o emparejamiento al azar entre la teoría y el orden social establecido; es el esclarecimiento de que en el capitalismo tardío aun la investigación científica más pura se paga y se somete a las reglas económicas, y que el mecanicismo de sus dicta económicos vuelve pasivos, desinteresados y sencillamente calculadores y previsibles a quienes deberían encarnar la fuerza crítica de la razón.

LAS CARACTERÍSTICAS DE LA TEORÍA CRÍTICA

El derrotero de Horkheimer que se trasluce en Teoría tradicional y teoría crítica tiene como antecedente directo el conjunto de ensayos Autoridad y familia, paradigmático en cuanto a la combinación de experimentación, descripción y examen crítico del individuo y la sociedad. Su partida es la polivalencia del concepto de autoridad –que recorre todos los momentos históricos posibilitando la confluencia de los individuos y, por eso mismo, no es definible en general porque su aparición concreta siempre es un producto de la situación histórica– y la familia como centro de reproducción de las formas consentidas de una cultura. Ambas unen la historia, la economía y la psicología de los hombres por medio de un artificio al que se imagina “natural”15. La naturaleza del hombre, su esencia, es la práctica histórica, no la cultura que se haya validado en determinada época: ése es su movimiento real. La forma particular de autoridad en el mundo burgués representó el papel del resultado de la naturaleza “en su avance racional”. Incluso las críticas que se hicieron al liberalismo sin tomar en cuenta aquella impostura pecan de aislarse del mundo y representar, irónicamente, el rol de la libertad auténtica, en oposición a la opresión de las formas del capitalismo. La contradicción, para Horkheimer, es una restricción para las disciplinas científicas, no para la teoría crítica. Con su plasmación y reproducción en la familia, la autoridad de la burguesía finiquitaría su camuflaje con los rasgos del padre imponiendo su autoridad, un recurso entendiblemente natural para fundar la jerarquía social a perpetuidad para las conciencias acríticas La vocación de Horkheimer por aprehender la totalidad compleja, gracias a la contribución de Marx y las ciencias socio-empíricas, se distinguió del programa interpretativo y acucioso en distintos campos de la cultura de Adorno por remarcar el carácter no teleológico y socialmente determinado que la razón les ofrecía respecto de la situación del presente histórico limitado17. Es lícito preguntarse si en algún momento del delineamiento de su teoría, su epistemología se apartó lo suficiente de lo empíricamente comprobable para dar el indeseado salto hacia una metafísica pesimista del solitario autoconocimiento de la teoría. Lo que es cierto es que sus trabajos tempranos son animados por la condena moral al sistema de valores y de conocimiento único que impone la burguesía, y la elaboración de una teoría dialécticamente válida y libre de su corrupción, que es inevitable para fundamentar su crítica de la economía. La tensión entre el aspecto lógico y el valorativo del conocimiento es observable en Teoría tradicional y teoría crítica. El eje de la crítica es el concepto de actitud (Verhalten) del hombre, un distanciamiento de la razón moderna de cálculos, cifrado en la comprensión de la sociedad como un todo viviente explicable por la dialéctica18. El estudio del todo la estimula a analizar y proyectar los fines u objetivos de su voluntad éticamente responsable dentro de todas las experiencias, científicas y no científicas. La separación entre individuo y sociedad es relativizada por la desconfianza en los órdenes vigentes que ésta ha impuesto, y ello prepara la pérdida de trascendencia de las proposiciones científicas. ¿Y qué conduce a la formación de tal actitud radicalmente crítica? La teoría marxiana de la división social del trabajo y las contradicciones entre las clases como acicate para la instauración del orden racional de la dialéctica no es gratuita en la filosofía de Horkheimer. La unidad trascendental del conocimiento, afirmada por Kant, no había de ser demostrable en la historia por categorías que unieran a la conciencia la posibilidad de escapar del determinismo, hasta que Marx colocó la única objetividad en el estado actual de la sociedad. Consecuentemente, ello elimina el dilema entre cognoscente pasivo-conocido activo y cognoscente activo-conocido pasivo, pues descodifica lo que nunca antes se pensó que fuera un objeto del mundo, la teoría, y dispone a sujeto y objeto como copartícipes de un juego de sojuzgamiento y de posibilidades completas de liberación. Incluso la imprevista teoría de Copérnico no se habría reconocido sólo por la revisión entre proposiciones lógicas, sino que es principiada por el mecanicismo que, proveniente de las relaciones sociales, se colaba entre las cribas de la Nueva Ciencia19. La particularidad del capitalismo avanzado es el descarrío de la misma objetividad científica que piensa servir al bien de la ciencia acrecentando sus usos en la vida cotidiana por medio de la industria, sin colegir que ello mismo es un proceso social y que el trabajo de los científicos está subvencionado por los intereses del capital. El procedimiento de la crítica es revelar la parcialidad científica, exponiendo que lo que llama “objeto” no se agota en la descripción teorética o intencional de ninguna disciplina o discurso en solitario, pues ninguna es capaz de indicar la organicidad de aquél con el conjunto total de la sociedad20. La equivalencia entre poseer fines sociales y sistematicidad salva a la segunda del idealismo decimonónico.

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