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La Historia De Las Miradas


Enviado por   •  20 de Abril de 2015  •  1.953 Palabras (8 Páginas)  •  362 Visitas

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Las Miradas.

 

1.- Mirar para imponer o mirar para escuchar.

 

“Por una vez podré decir

Sin que haya nadie que me contradiga

Que no es lo mismo el que desea

Que el que codicia algo

Como no son las mismas las palabras

Dichas para escuchadas

Que dichas para obedecidas

Ni tampoco es el mismo el que me habla

Para decirme algo

Que el que me habla para que me calle“.

Tomás Segovia.

“Cuarto Rastreo” en “Rastreos y Otros Poemas”

de la editorial que tiene el buen gusto de llamarse “Sin Nombre”.

Gracias y un abrazo a María Luisa Capella, a Inés y Francisco

(bien haya la digna sangre que en sus corazones late)

por los libros y las letras-guía.

Mirar es una forma de preguntar, decimos nosotros, nosotras las zapatistas.

O de buscar…

Cuando se mira en el calendario y en la geografía, por muy lejos que estén la una y el otro, se pregunta, se interroga.

Y es en el mirar donde el otro, la otra, lo otro aparece.  Y es en la mirada donde eso otro existe, donde se dibuja su perfil como extraño, como ajeno, como enigma, como víctima, como juez y verdugo, como enemigo… o como compañer@.

Es en la mirada donde el miedo anida, pero también donde puede nacer el respeto.

Si no aprendemos a mirar el mirarse del otro, ¿qué sentido tiene nuestra mirada, nuestras preguntas?

¿Quién eres?

¿Cuál es tu historia?

¿Dónde tus dolores?

¿Cuándo tus esperanzas?

Pero no sólo importa qué o a quién se mira.  También, y sobre todo, importa desde dónde se mira.

Y elegir a dónde mirar es también elegir desde dónde.

¿O es lo mismo mirar desde arriba el dolor de quienes pierden a l@s que quieren y necesitan, por la muerte absurda, inexplicable, definitiva, que mirarlo desde abajo?

Cuando alguien de arriba mira a los de abajo y se pregunta “¿cuántos son?”, en realidad está preguntando “¿cuánto valen?”

Y si no valen, ¿qué importa cuántos son?  Para obviar ese inoportuno número están los grandes medios de comunicación de paga, los ejércitos, las policías, los jueces, las cárceles, los cementerios.

Y para el mirar nuestro, las respuestas nunca son sencillas.

Al mirarnos mirar lo que miramos, nos damos una identidad que tiene que ver con dolores y luchas, con nuestros calendarios y nuestra geografía.

Nuestra fuerza, si es que alguna tenemos, está en este reconocimiento: somos quienes somos, y hay otr@s que son quienes son, y hay otro para quien todavía no tenemos palabra para nombrarlo y, sin embargo, es quien es.  Cuando decimos “nosotros” no estamos absorbiendo, y así subordinando, identidades, sino resaltando los puentes que hay entre los diferentes dolores y las distintas rebeldías.  Somos iguales porque somos diferentes.

En la Sexta, las zapatistas, los zapatistas, reiteramos nuestro rechazo a todo intento de hegemonía, es decir, a todo vanguardismo, sea que nos toque en la delantera o que nos alineen, como a los largo de estos siglos, en la retaguardia.

Si con la Sexta buscamos a nuestros semejantes en dolores y luchas, sin importar los calendarios y las geografías que nos distancien, es porque sabemos bien que al Mandón no se le vence con un solo pensamiento, una sola fuerza, una sola directiva (por muy revolucionaria, consecuente, radical, ingeniosa, numerosa, poderosa y demás osas que esa directiva sea).

Es enseñanza de nuestros muertos, que la diversidad y la diferencia no son debilidad para el abajo, sino fuerza para parir, sobre las cenizas del viejo, el mundo nuevo que queremos, que necesitamos, que merecemos.

Sabemos bien que ese mundo no es sólo imaginado por nosotr@s.  Pero en nuestro sueño, ese mundo no es uno, sino muchos, diferentes, diversos.  Y es en su diversidad donde tiene su riqueza.

Los reiterados intentos de imponer la unanimidad, son los responsables de que la máquina haya enloquecido y acerque, cada minuto, el minuto final de la civilización como es conocida hasta ahora.

En la etapa actual de la globalización neoliberal, la homogeneidad no es sino la mediocridad impuesta como uniforme universal.  Y si en algo se diferencia de la locura hitleriana, no es en su objetivo, sino en la modernidad de los medios para conseguirlo.

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Y sí, no sólo nosotras, nosotros, buscamos el cómo, el cuándo, el dónde, el qué.

Ustedes, por ejemplo, no son Ellos.  Bueno, aunque no parecen tener ningún problema en aliarse con Ellos para… ¿engañarlos y derrotarlos desde dentro?  ¿para ser como Ellos pero no tan Ellos?  ¿para menguar la velocidad de la máquina, limar los colmillos de la bestia, humanizar a la salvaje?

Sí, lo sabemos.  Hay una montaña de argumentos para darle sustento a eso.  Incluso hasta podrían forzar algunos ejemplos.

Pero…

Ustedes nos dicen que somos iguales, que estamos en lo mismo, que es la misma lucha, el mismo enemigo…  Mmh… no, no dicen “enemigo“, dicen “adversario“.  De acuerdo, eso también depende de la ocurrencia en turno.

Ustedes nos dicen que hay que unirnos tod@s porque no hay otro camino: o las elecciones o las armas.  Y ustedes, que en ese argumento falaz sostienen su proyecto de invalidar todo lo que no se supedite al reiterado espectáculo de la política

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