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Abolicin De La Esclavitud En Colombia


Enviado por   •  27 de Mayo de 2013  •  3.324 Palabras (14 Páginas)  •  571 Visitas

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ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD EN COLOMBIA

La abolición de la esclavitud en Colombia fue un proceso largo y con muchos altibajos e inconsistencias. Fueron varias las décadas que tuvieron que esperar los afrocolombianos para que se hiciera realidad la abolición definitiva de la esclavitud.

Con la abolición de la esclavización el primero de enero de 1852, culminó el largo proceso de manumisión republicana que se había iniciado 40 años atrás con la expedición de la Constitución de Cartagena de 1812. Allí se legisló por primera vez en Colombia sobre la libertad de las personas esclavizadas, libertad que jamás se concretó debido al fracaso del proyecto político cartagenero, producto de la Reconquista española en 1815 comandada por Pablo Morillo. No obstante, este personaje logró lo que tal Constitución no pudo: otorgó la libertad a muchos esclavizados a cambio de la colaboración con la causa española.

Precisamente, debido al contexto en que se inició y desarrolló la discusión sobre la abolición —el de la guerra de independencia— el problema de la esclavización, más que un tema humanitario, se convirtió en una consigna política con la que se buscó insistentemente ganar adeptos y pasar como benefactores del prójimo, así como modernos y demócratas. Esto hizo Bolívar en 1816, cuando para salirle al paso a la propuesta de libertad de los esclavizados ofrecida por los españoles, les prometió también libertad a cambio de la vinculación al ejército patriota.

El espinoso tema de libertad de las personas esclavizadas se discutió después de la independencia, en el Congreso de Cúcuta. Allí, uno de los aspectos más debatidos fue la Ley de Libertad de Vientres, sancionada el 19 de julio de 1821. Su texto final fue una clara conciliación entre los abolicionistas y los anti-abolicionistas. La Ley sólo se aprobó cuando se protegió el derecho a la propiedad privada de los esclavistas, que se expresó en la consigna de “ser generosos con los esclavos sin dejar de serlo con los amos”.

Este fue el salvavidas al que se aferraron los anti-abolicionistas, liderados por personajes como el padre de la Historiografía colombiana, José Manuel Restrepo; Domingo Briceño y el cartagenero Ildefonso Méndez, entre otros. Este grupo aprobó la Ley sólo cuando se les garantizó la defensa de sus intereses, que fueron protegidos con el polémico artículo 2º de dicha Ley, en el que se estableció “que los hijos de las esclavas que nacieran a partir de 1821 serían libres en la medida en que les trabajaran a los amos de sus madres durante 18 años”. Con esto no sólo aplazaban la libertad para 1839, sino que otorgaban la libertad a un reducido número de personas y no a todos los esclavizados, tal como se les había prometido en el transcurso del proceso de independencia.

A esta fórmula debió finalmente adherirse Bolívar, lo que contradecía su posición inicial de libertad absoluta, inmediata y sin restricciones. Contra los intereses económicos de los esclavistas, nada tenía que hacer la palabra empeñada de Bolívar, ni los preceptos liberales y modernos que ideológicamente habían guiado la guerra de independencia: libertad, igualdad y fraternidad.

A partir de ese momento, para los hijos e hijas de las esclavizadas nacidas en 1821, el año de 1839 tenía un significado especial, cargado de un cúmulo de esperanzas y expectativas, ya que en esa fecha debían obtener su libertad al cumplir el requisito de los 18 años de trabajo. Pero, contrariamente a lo esperado, el Estado aprobó la Ley del 29 de Mayo de 1842, con la cual no solamente se aplazó por 5 años más la libertad de los que debían obtenerla en 1839, sino que se reabrió el tráfico de personas esclavizadas que había sido prohibido en 1821.

A esta nueva frustración la población esclavizada respondió con el recurso del cimarronaje. En efecto, si bien esta fue una práctica recurrente durante el siglo XIX, fue precisamente en 1840, y especialmente en 1842, cuando el cimarronaje alcanzó su máxima intensidad como respuesta lógica al incumplimiento de lo establecido en la Ley.

La sistemática presión del imperio inglés sobre los países latinoamericanos para que acabaran con la esclavitud, el incremento del cimarronaje como consecuencia del fracaso de la manumisión republicana, el ascenso del liberalismo al poder y la entrada en escena de la Generación del 48 —llamada así por la influencia recibida por la Revolución Francesa—, quienes consideraban a la Constitución de Cúcuta como un producto inacabado, fueron sentando las bases para que la abolición apareciera de nuevo cómo consigna política y como el aspecto más inconcluso y llamado a corregir de la Constitución de 1821.

En las nuevas condiciones, las Sociedades Democráticas se convirtieron en el espacio desde donde los sectores populares le reclamaron a la elite la abolición de los esclavizados. Para esto, entre otros mecanismos, los liberales aprovecharon las fiestas nacionales como el 20 de Julio y las regionales, como la independencia de Cartagena, para liberar a los pocos esclavizados que les permitía la crisis económica de las Juntas de Manumisión. En el espectáculo de la ‘libertad’ el número de liberados era lo menos importante; lo que interesaba realmente a los liberales, además del ritual, era posar frente a los conservadores como verdaderos demócratas y amantes de libertad. Eran tales los dividendos políticos de la consigna de la abolición, que los conservadores también la asumieron como suya a través de las Sociedades Conservadoras.

Desde su llegada a la presidencia en 1850, José Hilario López no sólo defendió, como era de esperarse, la norma de “Ser generoso con los esclavizados sin dejar de serlo con los propietarios”, además se inclinó por un proceso de abolición a largo plazo. Solo la presión que se hizo desde el Congreso, la prensa, las Sociedades Democráticas, y la ejercida por los propios esclavizados, lo llevaron finalmente a la decisión de la abolición absoluta.

El debate parlamentario sobre la abolición se inició en marzo y concluyó en mayo de 1851. Este fue una réplica al de Cúcuta: la discusión se centró en el tema de cómo ser justo con los esclavizados sin dejar de serlo con los esclavistas, es decir la protección del derecho a la propiedad privada. Cuando la abolición era inminente, conservadores

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