Articulo sobre el Estado
rocio WinklerApuntes31 de Octubre de 2016
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II. La(s) génesis del Estado moderno[pic 1]
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esde mediados de los años sesenta, la reflexión sobre el origen y la construcción del Estado moderno ha conocido avances considerables. Numerosos programas de investigación han intentado comprender adecuadamente las mutaciones de las estructuras sociales y políticas y sus afinidades con la forma de organización del poder político que conocemos actualmente. La UNESCO desarrolló en 1962 una vasta investigación de sociología histórica comparada sobre la "formación del Estado y la construcción de la nación", cuyos principales realizadores fueron Shmuel N. Einsenstadt y Stein Rokkan [74]. A comienzos de los setenta, el Comité de Política Comparada del Consejo de Investigación en Ciencias Sociales encargó a Charles Tilly una investigación comparada sobre la "formación del Estado nacional en Europa occidental" [105]. Por su parte, el Centre National de la Recherche Scientifíque CNRS, deseando "contribuir a la renovación de los estudios sobre lo político en Francia", programó, en 1984, una acción temática sobre la "génesis del Estado moderno" que suscitó gran interés en el campo de la historia y también de la ciencia política [83, 84, 84 bis, 85, 69, 70]. En 1988, la Fundación europea de la ciencia anunció una investigación multidisciplinaria sobre los "orígenes del Estado moderno" [63, 64, 67]. El Estado, de objeto olvidado para las ciencias sociales, pasó a estar en el centro de numerosas iniciativas de estudio [57, 58, 98 bis, 104]. Esos trabajos que asociaron a especialistas en disciplinas diversas (historia, derecho, ciencia política, antropología, sociología...) proporcionan importante material a la sociología histórica de lo político, que no es posible sintetizar aquí.
Obligan al politólogo a abandonar la ilusión jurídica según la cual el Estado sería el marco natural de la actividad política. Lejos de ser algo dado, el Estado es un constructo social e histórico que debe ser interrogado previamente. Al alejarse de las
categorizaciones jurídicas casi siempre demasiado simples y a veces engañosas, la sociología histórica del Estado pretende volver a trazar el complejo conjunto de procesos que contribuyeron a la conformación de esta forma de dominación, a su - consolidación territorial y afirmación política. ¿Cómo y por qué los algunos cientos de casas nobles -de formas y dimensiones muy variables a fines de la Edad Media- han sido reducidas progresivamente a algunas decenas de Estados que se institucionalizaron en Europa? ¿Por qué convergieron -ciertamente de manera desigual y con ritmos diversos- hacia una forma de dominación política que tiende a convertirse en modelo? ¿Qué factores han determinado el éxito de esta forma de organización política y acentuación de la autonomía? Para responder a estas preguntas, la sociología histórica del Estado ha recurrido a instrumentos conceptuales convertidos hoy en clásicos: centralización, monopolización, concentración de recursos, diferenciación, institucionalización... La presentación de ese marco conceptual supone que se interrogue, en primer lugar, sobre Les Origines medievales de l'État modeme (para utilizar) el título de la célebre obra de Joseph R. Strayer [104] para evocar, después, los principales factores de la dinámica estatal.
Patrimonialización y despatrimonialización del poder
Hoy se acepta que el Estado moderno, tal como apareció en el siglo XII en Europa occidental, es un proceso que debe ser examinado en una perspectiva de larga duración. Si la mayor parte de los análisis quieren hacer remontar los orígenes del Estado moderno a la época medieval, el difuminado, e incluso a veces, la imprecisión, que rodea las nociones de "feudalismo" o hasta de "sociedad feudal" [88] hace, sin embargo, difícil la apreciación de los lazos entre feudalismo y estatización de la sociedad. La dificultad se refiere, por una parte, a la naturaleza paradojal de esta relación. Si para algunos historiadores (como Marc Bloch [62] o Roland Mousnier [96]) el feudalismo, al multiplicar especialmente las relaciones entre hombre y hombre, desorganiza el Estado, para otros aparece como un freno a la "dislocación del Estado" (para F. L. Ganshof [81] o más recientemente para Jean-Pierre Poly) [81, p. 101]. Adoptando un
punto de vista cercano, Otto Hintze escribirá ya en 1931 que "la aparición del Estado moderno no es en el fondo otra cosa que el proceso de estatización (de una) organización social feudal" [91, p. 308]. Para resolver la aparente contradicción que ocultan las diferentes tesis, conviene descomponer el feudalismo en sus elementos principales y tratar de despejar así lo que, a veces, ha podido entrabar o, por el contrario, favorecer el destino del Estado.
En los orígenes del Estado moderno: la feudalidad
En la historia de Europa occidental, la feudalidad representa un momento fundamental que se caracteriza por la fragmentación de la autoridad pública y la multiplicación de las relaciones de hombre a hombre [62, p. 607-608]. En la época de la división del Imperio carolingio, las relaciones de patronazgo y la dedicación personal, desarrolladas en el ámbito privado, se extendieron al conjunto de la sociedad y se introdujeron en las estructuras del Estado que contribuyeron a "patrimonializar". Como lo señala Férnand Braudel: "la política se difunde [entonces] en lo social y allí se pierde" [6, p. 181 ].
• De la "feudalidad de beneficios" a la "feudalidad de feudos". Para consolidar su poder, los Carolingios se habituaron, a partir del siglo VIII, a exigir de todos los que ejercían autoridad en su nombre que se convirtieran en sus vasallos confiándose a ellos por un compromiso personal estricto (contrato de vasallaje). Una densa red de dedicaciones o compromisos personales se estableció en forma que dobló las obligaciones públicas. Sostenido por el ritual de la recomendación, pronto fundado en un juramento de fidelidad, el contrato de vasallaje es un acto jurídico mediante el cual un individuo libre (el vasallo) declara querer convertirse en "el hombre de otro hombre" [62, p. 209]. Es un contrato que comparte obligaciones mutuas. El vasallo promete "ser fiel": se compromete, según la fórmula del obispo Fulbert de Chartres (comienzos del siglo XI) a "no hacer nada que pueda dañar al señor en su cuerpo, en sus bienes, en su honor"; promete prestarle servicios (auxilium y concilium). El consejo es una obligación general que emana de la fidelidad y el homenaje. La ayuda pecuniaria de los vasallos está casi siempre limitada a un cierto número de casos (partida a la cruzada del señor, apertrechamiento con armas
y equipos del hijo mayor del señor, pago del rescate del señor, matrimonio de la hija mayor del señor).
Sin embargo, el servicio militar del vasallo constituye la justificación esencial del contrato de vasallaje. En un período permanentemente perturbado por guerras e inva-siones bárbaras, el señor necesita caballeros para garantizar su seguridad. Por su parte, el señor debe defender al vasallo, ayudarlo y aconsejarlo, y sobre todo debe concederle un oficio o un "beneficio" perpetuo (villa, dominio, monasterio...) para ponerlo en condiciones de cumplir sus obligaciones. Durante Carlomagno la unión entre el beneficio y el vasallaje se convertirá en práctica normal [81, p. 41 y 73]. El rey, a semejanza de los otros Señores, otorga grandes beneficios a sus vasallos. En el año 865, Carlos el Calvo impondrá a todo hombre libre la obligación de ligarse a un señor. Por esa vía, el vasallo obtiene frecuentemente prerrogativas que se desprenden del poder público que le confieren poderes de mando y justicia sobre los habitantes de los territorios que le son concedidos (delegación del ban, es decir el poder de ordenar, obligar y castigar) [81, p. 243].
Si durante un tiempo esta práctica refuerza la lealtad a favor del poder carolingio, poco a poco provocará su fragmentación. En efecto, los principios auxiliares del poder carolingio consideraron progresivamente que el "beneficio" que les había sido concedido formaba parte de su patrimonio vasálico. El debilitamiento de la autoridad real favorecerá paralelamente la relajación de sus lazos feudo-vasálicos y la evolución insensible de una "feudalidad de beneficios" hacia una "feudalidad de feudos". Por "feudalidad de feudos" hay que entender una situación social y política que favorece, según Max Weber, "la apropiación de los poderes y derechos señoriales" [111, p. 262]. Progresivamente, los vasallos se convierten en feudatarios, es decir, en titulares de feudos cuyo carácter hereditario será consagrado en la capitular de Quierzy-sur-Oise (ordenanza de 877). En adelante, el vasallo exige una tierra (feudo) a cambio de su fidelidad. Lo que antes era una consecuencia del vasallaje (el salario de una función) se convierte en un fin en sí (un bien patrimonial) que favorece la autonomización de los vasallos y la fragmentación de la dominación política.
- La fragmentación del poder político. El desarrollo del vasallaje y sus mutaciones
explica, por una parte, la evolución de la estructura del poder en la época medie
val. A medida que las relaciones de hombre a hombre se multiplican, la autoridad
pública se dispersa. El poder de ordenar, castigar y establecer impuestos se repartirá, en lo sucesivo, entre un número creciente de unidades de dominación. Siguiendo, también en eso, los trabajos de Weber, a través de la noción de dominación patrimonial es posible resumir las características de esta situación de
disgregación del poder. En la tipología weberiana de estos modos de dominación, el patrimonialismo constituye uno de los tipos primarios de la "dominación tra- dicional" como forma orientada principalmente en el sentido de la tradición, pero ejercida en virtud de un derecho personal absoluto. En ese cuadro, la dominación política se convierte en un derecho "que se apropia (en principio) de la misma manera que cualquier objeto susceptible de posesión en principio realizable (venal, hipotecable, divisible por la vía de la sucesión) como cualquiera otra oportunidad económica" [111, p.238]. Como lo advertirá en el siglo XVII, el publicista Charles Loyseau (1566-1627) "el poder (está entonces) en la propiedad". Dividido el poder se convierte en patrimonio privado [62, p.584]. Desde el punto de vista sociológico, es posible resumir ese modo de dominación política a partir de tres caracteres:
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