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Augusto Y El Poder De Las Imágenes


Enviado por   •  7 de Agosto de 2014  •  5.826 Palabras (24 Páginas)  •  483 Visitas

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Paul Zanker, Augusto y el poder de las imágenes, (Alianza Editorial, Madrid, 1992.) 435 pp. El presente libro es la versión española de Pablo Diener Ojeda con la revisión técnica de Walter Trillmich. Fue publicado por primera vez en alemán en Munich en el año 1987. Se trata de un estudio acerca de cómo el arte y en general las imágenes se ponen al servicio del Estado en el comienzo de la época imperial romana bajo el gobierno de Augusto, de igual manera que cómo el lenguaje de las imágenes nos proporciona una idea de la sociedad interna y de la escala de valores y proyecciones de los contemporáneos.

Paul Zanker, nacido el 7 de febrero del año 1937, es profesor de Historia del Arte Antiguo en las Escuela Normale Superiore en Pisa. Anteriormente fue profesor de Arqueología clásica en la Universidad de Munich. Gran experto en arte romano y arqueología es miembro de la Academia de las Ciencias Bavaria. Para escribir este libro de ocho capítulos, aparte de un breve prefacio, una introducción y una conclusión, tuvo en cuenta una bibliografía muy extensa y específica acerca de los temas tratados y en relación con la investigación histórica de las últimas décadas acerca del tema, que deja reflejada en las últimas páginas del libro. El autor comienza manifestándonos sus intenciones y propósitos en el prefacio: intentar explicar y comprender cómo una transformación del sistema político conduce a un nuevo lenguaje en el ámbito de las imágenes.

Con la introducción nos adentra poco a poco en lo que será la temática principal del libro, libro que trata de las complejas relaciones entre la erección de la monarquía, la reestructuración de la sociedad y la transformación del mundo de las imágenes y de todo el sistema de comunicación visual en general. ¿De qué manera una Roma sumida en la guerra civil y con una administración ineficiente para el imperio que tiene bajo sus pies, paso a ser una Roma con una administración coherente, unos nuevos valores con una religión reestructurada, en definitiva, la Roma característica de Augusto?

Con la República, la aristocracia romana no toleraba la glorificación de méritos militares, lo que chocaba bastante con la visión de los militares romanos vencedores en Oriente, que se dejaban seducir poco a poco por ese conjunto de las imágenes propio del mundo helenístico, con esas estatuas desnudas y armadas que se erigían los monarcas enalteciendo sus fuerzas y calidades sobrehumanas, a lo que se sumaban sus imponentes ritos y presentaciones en público, contrastando radicalmente con las estatuas honoríficas de Roma, esas esculturas togadas con los atributos que representaban su cargo. La nueva iconografía descubierta por esos militares suponía muy tentadora y provocativa, a la vez que una provocación para los tradicionalistas. El Senado consiguió en un principio restringir la difusión de estas nuevas costumbres e imágenes pero no consiguió nada contra la creciente helenización en el ámbito privado, sobre todo en las villas. Este rechazo a las formas helenísticas por parte del Senado tuvo como consecuencia la concepción naturalista y personal del individuo en los retratos típicos del siglo I a.C., aunque a veces y, cada vez más, presentaban un nuevo contraste y contradicción: el carácter individual y expresivo del rostro a la vez que el talante heroico propio de las formas helenísticas que se les exigía a estos retratos, lo que pone de claro manifiesto el gusto por las formas helenísticas simultáneamente al deseo de seguir con la República. Pero bueno, en general, en la última época de la República las imágenes eran mucho más ricas e interesantes que las que posteriormente estarán bajo las pretensiones del Estado. Estas contradicciones en el estilo, la sobrecarga de contenidos… las imágenes y el estilo aparecen como reflejo de la situación política y social. Prueba de ello es que a partir de ahora empezamos a observar el predominio de los intereses particulares en los temas acuñados en las monedas, pues debemos recordar que hasta el siglo II a.C. las monedas se acuñaban con temas en los que se identificaban tanto el Senado como los ciudadanos. Además, al mismo tiempo, se produce una multiplicación de los monumentos y edificaciones a lo largo de las vías públicas de Roma y de las ciudades itálicas, lo que responde al empeño de la nobleza en poner de manifiesto su éxito, fama y riqueza.

Por otro lado, Roma poseía unas condiciones arquitectónicas pésimas, impropias de la capital de un imperio universal y ya no cabe pensar que ni siquiera pudieran competir con la magnificencia de las ciudades griegas de Oriente. Entre otras cosas, en Roma no se deseaban edificaciones para el ocio y las masas por aquel entonces, de modo que la actividad arquitectónica de las grandes personalidades se limitó al ámbito privado, cuyo lujo se había difundido desmesuradamente desde los tiempos de la dictadura de Sila. En estos años el Campo de Marte se lleno de monumentos triunfales privados, pero donde verdaderamente alcanzaron una nueva dimensión los edificios públicos de carácter privado es con el Teatro de Pompeyo, que lucía estatuas e imágenes que aludían a los triunfos de Alejandro, y con el nuevo Foro de César. Toda esta serie de monumentos manifestaba la decadencia del Estado y la creciente división de la sociedad en una multitud de intereses. Pero sin lugar a dudas, la helenización fue mucho más acogida en las ciudades del Lacio y de Campania. Los aristócratas romanos se hacían villas desde mediados del siglo II a.C. paralelamente al rechazo del Senado. Estas villas eran producto del proceso de aculturación y pasaron a ser un lugar para ostentar riqueza, utilizado como representación de sí mismos. El surgimiento de este espacio alternativo de carácter privado dio lugar a que se cultivara una doble moral y a la existencia de una forma de entender la vida independiente de la del Estado, pues en estas villas, formadas por elementos griegos, alejadas de Roma y utilizadas como lugar de vacaciones, se daba rienda suelta a la admiración por la cultura griega y sus personajes. Hasta aquí el contradictorio mundo de las imágenes durante la decadencia de la República, título que como vemos hace gran mención al tema expuesto en este primer capítulo.

Sin embargo, la decadencia de la República alcanza el punto culmínate con la lucha por el poder universal tras la muerte de César. Octaviano y Marco Antonio, protagonistas de la época, utilizaron de manera excesiva las imágenes casi asemejándose a la lucha entre dos monarcas helenísticos. El joven César comenzó su programa divinizando la figura de su padre para presentarse como el hijo del divino, a lo que

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