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CORDERO Y TELLO

ckatckat2 de Marzo de 2014

3.736 Palabras (15 Páginas)213 Visitas

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L a exposición comprende tres partes:

en la primera se sintetiza el

contexto histórico en el cual se

publicó la primera edición de esta

obra; en la segunda se aborda la obra

en sí misma buscando aquilatar objetivamente

su contenido; y en la tercera se

comenta la introducción a la última edición.

Es claro que un libro que ha sido

reimpreso 17 veces no necesita ningún

reconocimiento formal, por ello nuestra

única pretensión es exponer las partes

medulares que en su momento se significaron

por abordar la problemática

nacional desde una plataforma provocadora

y propositiva; así como la vigencia

–aunque fuese redundante- de las partes

también medulares del análisis.

1. El contexto

El libro La disputa por la nación fue

publicado en 1981. ¿Cuál era, grosso

modo, la situación que prevalecía en

ese momento? Se estaba en un modelo

de economía cerrada en pleno auge

petrolero; se tenía un sistema político

con un Estado paternalista, corporativo

y una concentración piramidal del poder;

un Congreso de la Unión y la Suprema

Corte de Justicia de la Nación totalmente

sumisos a la presidencia de la república;

y era facultad metaconstitucional del

presidente en turno designar a todos los

gobernadores, así como a su sucesor,

amén de otras “gracias”, sin olvidar que

había una sociedad escasamente participativa

y altamente permisiva. El resultado

final era corrupción e impunidad en

nuestras instituciones.

¿Cómo se llegó a esa situación? El

Estado Revolucionario fraguado en el

periodo 1920-1940, a la vez que encarnó

los grandes anhelos de la población

y desarrolló políticas sociales y culturales

que le dieron rumbo al país, le dio al

término nacionalismo el contenido específico

de nacionalizar; al mismo tiempo

tenía en su origen un fuerte componente

de corrupción, que devino en impunidad

y luego se concretó en autoritarismo.

Algunos ejemplos lo ilustran a cabalidad:

Álvaro Obregón manipuló el

Congreso de la Unión al modificar la

Constitución para avalar la reelección

del presidente de la república después

de cumplido un periodo en el cargo; el

mismo Obregón acuñó la frase: “nadie

resiste un cañonazo de 50 mil pesos”

equivalente tal vez a unos 50 millones

de pasos actuales y eso es corrupción;

Plutarco Elías Calles incorporó a su gabinete

a Luis N. Morones como Secretario

de Economía, líder supercorrupto de la

Confederación Revolucionaria de Obreros

de México, de él dependía el Departamento

del Trabajo –antecedente de la

actual Secretaría del Trabajo- y eso es

corrupción de Estado; en plena euforia

de la expropiación petrolera, el STPRP

aumentó en 35% el personal de planta

y en 84% el número de trabajadores

transitorios en el periodo de septiembre

de 1937 a febrero de 1940, para inflar la

nómina y por tanto su poder de negociación

futura con la complacencia de Lázaro

Cárdenas1; Manuel Ávila Camacho

protegió las trapacerías de su hermano

Maximino, el cual actuó como señor de

horca y cuchillo como gobernador en

Puebla. Todo eso es corrupción de Estado.

Y si Miguel Alemán fue calificado en

su tiempo como “Alí Babá” y los miembros

de su gabinete como “Los 40 ladrones”,

lo fue por lo que había aprendido

de sus predecesores o simplemente porque

puso en práctica y superó lo que había

observado en ellos.

Desde Miguel Alemán a Díaz Ordaz el

Estado Revolucionario aplastó todo intento

de disidencia popular cooptando o

declarando a los dirigentes y seguidores

enemigos de la Revolución; ahí estaba

la CTM como aparato de Estado para

controlar el movimiento obrero y ahí están

los movimientos de ferrocarrileros,

maestros, médicos y estudiantes como

los más representativos pero no los

únicos ejemplos de represión de la disidencia

política. Luis Echeverría y José

López Portillo habrían de aplastar a la insurgencia

armada en la llamada “guerra

sucia” en los setenta analizada de manera

acuciosa por un hombre excepcional y

compañero en nuestra institución: Carlos

Montemayor, autor de Guerra en el paraíso,

Los informes secretos y Las armas

del alba, entre otras obras.

Conceptos. Bien, luego de esta descarga

vesicular entremos en materia.

Haré una selección de conceptos que

mencionados de manera aislada e inconexa

como se hace a continuación, poco

sentido tienen, pero en su contexto le

dan a la obra comentada unidad orgánica

y, de manera indirecta, nos retratan

teóricamente a los autores: correlación

de fuerzas, gestión estatal, formas de

dominación corporativa, proceso de acumulación

dependiente y subordinado,

desarrollo desigual y combinado, subdesarrollo

permanente y dependiente,

carácter tardío del desarrollo capitalista,

relaciones sociales de producción, plusvalía,

bloque hegemónico, bloque de poder,

fracción capitalista dominante, pacto

social, fuerzas patrióticas y antiimperialistas,

sociedad de nuevo tipo etcétera.

2. Provocación y proposición

Desde el inicio los autores nos ubican

en el centro de su reflexión de fondo: se

estaba ante una “alteración de gran alcance

en el complejo de expectativas y

percepciones de la realidad que forman

la conciencia social y definen el carácter

de una época”. En todo esto se daba la

confluencia de las fuerzas sociales mejor

organizadas para hacer propuestas no

coyunturales o sectoriales para “definir

en su totalidad el rumbo futuro del desarrollo

nacional”. Y se definen dos propuestas

polares –el modelo neoliberal y

el nacionalista- que buscan el consenso

social y “la hegemonía en la gestión del

estado” (p. 41). Los dos últimos son conceptos

clave en el análisis teórico práctico

de la nación.

Pero también se tomó en cuenta la

nueva forma de inserción del país en la

economía mundial como exportador petrolero

y la vecindad con Estados Unidos,

de tal forma que se trataba de un debate

que trascendía los límites geográficos y

de horizonte temporal, por todo lo anterior

es que, señalan los autores, “hablamos

de una disputa por la nación”. Y

cualquier opción tenía viabilidad sin que

ello implicara “una ruptura más o menos

drástica del régimen político vigente”, sin

embargo cada una tuvo implicaciones diferentes

(p. 42).

Aquí hay una contradicción por cuanto

el proyecto nacionalista implica necesariamente

el cambio de régimen.

Cabe recuperar ahora lo señalado en

cuanto a la escasa participación y alta

permisividad de la sociedad en la discusión

de los problemas nacionales (“escasa

e inorgánica participación ciudadana”,

p. 176). Tal vez cabría decir el adoctrinamiento,

adocenamiento, “adormecimiento”,

subyugación de la población ejercido

en ese momento por la aceitadísima y

eficiente maquinaria de la “Dictadura

Perfecta”, término acuñado por Mario

Vargas Llosa en un coloquio sobre la cultura

en América Latina organizado por

Octavio Paz y patrocinado por Televisa a

mediados de los años ochenta. Y que le

costó la expulsión del país al narrador, y

una ausencia por cerca de veinte años.

Respecto a los dos proyectos polares

los autores toman posición. Veamos: “el

proyecto nacionalista es el camino más

sólido y consistente que las fuerzas populares

tienen hoy para avanzar hacia un

cambio social más profundo y generalizado”

(p. 43).

El preámbulo para analizar a la economía

mexicana es la descripción de la

desigualdad entre países pobres y ricos,

tomando para ello un dato de suyo relevante

y dramático: la pobreza, dato

que se contrasta con el gasto en armamento.

Textualmente, “El presente, que

ya es futuro, de los países que algunos

todavía llaman en desarrollo, se resume

en una cifra”: la muerte por hambre de

30 millones de niños menores de 5 años

en 1980; en tanto que el 0.5% del gasto

mundial en armamento hubiera pagado

la maquinaria agrícola para producir alimentos

para eliminar el déficit en este

rubro de los países pobres en una década

(p. 49).

La proyección del Banco Mundial del

aumento de la pobreza absoluta para el

año 2000, calculaba en 710 millones de

pobres absolutos en todos los países en

desarrollo, suponiendo una tasa de crecimiento

...

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