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Carbón En Colombia

lilly22 de Septiembre de 2011

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Carbón en Colombia

El carbón enfrenta un futuro extraordinario ante el crecimiento de la demanda mundial de energía. Los jugadores en Colombia están listos para aprovechar el momento.

En 1980, cuando León Teicher era vicepresidente de mercadeo y ventas de Carbocol, el carbón era la cenicienta de los minerales en Colombia.

El país producía 5 millones de toneladas en 1.500 minas y apenas exportaba 300.000 toneladas. Se acababa de declarar la comercialidad del megaproyecto del Cerrejón, en la Guajira, el primer complejo carbonero del país, y el tamaño de la inversión, US$3.300 millones a partes iguales entre la Nación por intermedio de Carbocol y ExxonMobil por intermedio de Intercor, era el centro de agitados debates políticos. "Los compradores mundiales no imaginaban que había carbón en Colombia ni que un proyecto de esta magnitud impactaría el mercado internacional. Teníamos que hacer un esfuerzo enorme para que la gente en el mundo reconociera a Colombia como un posible proveedor", explica Teicher.

Cómo cambian las cosas. Para entender la diferencia con la época actual, Teicher hace una comparación: "sería como haber tratado de vender un teléfono celular en 1986 y compararlo con venderlo hoy", explica. "La presencia de Colombia en el mercado internacional en la actualidad es muy importante y Cerrejón es uno de los grandes jugadores en el mercado mundial. El año pasado, participamos con el 12% de las ventas del mercado del Atlántico", afirma.

Pasados 27 años desde su primera experiencia con el carbón, Teicher está de nuevo en el sector como presidente de Cerrejón y este producto, la cenicienta de los años 80, es la joya de la corona de las exportaciones colombianas. El país exportó el año pasado 60 millones de toneladas, el carbón es el segundo producto de exportación del país (le quitó el puesto al café) y es el tercer generador de divisas después del petróleo y las remesas. En él están puestas las expectativas del gobierno para compensar el esperado detrimento de las divisas del petróleo.

Desde el año 2000, la cotización del carbón en los mercados internacionales se ha movido en rangos de US$50-US$60 por tonelada (en contraste, en los años 80 se transaba entre US$20 y US$30 por tonelada). La rentabilidad del negocio mejoró y esto ha motivado a los inversionistas extranjeros a desarrollar planes de inversión con la mira puesta en los mercados internacionales. "Los ojos del mundo carbonero están en Colombia. Las grandes empresas y también otras de menor tamaño están mirando el mercado colombiano. En todos los foros mundiales se muestra a Colombia como una potencia exportadora de carbón", explica Augusto Jiménez, presidente de Drummond.

No todo el panorama está despejado. Si bien el uso del carbón es creciente en el mundo, debido a los altos precios del petróleo, al mismo tiempo que aumenta su uso, también hay una creciente polémica por sus implicaciones ambientales, debido al alto contenido de CO2 que produce el carbón. En Estados Unidos, se anticipa que la nueva mayoría demócrata en el Congreso impondrá pronto cambios sustanciales en la legislación ambiental de ese país, los cuales tendrán consecuencias importantes para el mercado del carbón. De la misma manera, las consideraciones ambientales en Colombia son un factor crítico para el desarrollo de la industria. El carbón colombiano tiene que prepararse para estos cambios en el entorno, si quiere hacer realidad todo su potencial de generación de divisas.

Tierra de gigantes

En el carbón, todo es enorme. El visitante que llega por aire solo siente gradualmente la extraordinaria magnitud de la explotación de carbón. Al sobrevolar la zona carbonífera del Cesar, primero el azul del cielo y el verde de los cultivos se combinan con el color plateado de las minas, pero poco a poco el haz plateado domina el paisaje. En el Cesar se divisa la gran mina de Drummond, rodeada por pequeñas islas como La Francia, de Coalcorp, y la Jagua de Glencore, así como otras minas pequeñas. La mina de la Guajira es incluso más grande. Desde un avión no es posible divisar sus límites; se necesita una foto satelital para ver sus fronteras al mismo tiempo.

Una vez en tierra, la inmensidad del trabajo minero se revela en las grandes avenidas de tierra apisonada, de más de 20 metros de ancho, donde las camionetas de doble cabina parecen escarabajos al lado de los gigantescos camiones que recorren el área. A pesar de la gran cantidad de gente que trabaja en estas minas, el visitante difícilmente encuentra en el recorrido una persona de carne y hueso. Desde una camioneta es muy difícil divisar a los conductores de camiones, palas y buldózeres. Tan solo las llantas de estos vehículos alcanzan los 3,40 metros de altura y no hay contacto visual con ellos. Gonzalo Darío Zabaleta, quien opera uno de estos gigantescos camiones para Drummond, que tiene 8 metros de ancho y 12,9 metros de largo, con capacidad para cargar 200 toneladas, dice que "a este equipo lo llamamos la oficina. Tiene buen aire acondicionado. Son camiones suaves, de 6 cambios hacia adelante, hidráulicos. Hay que tener cuidado con el ancho, y el mayor riesgo es reversando", explica.

El visitante sigue avanzando y pronto las proporciones que había logrado acomodar en su cabeza vuelven a ser superadas. Al llegar a los miradores de las minas, los enormes camiones que se veían en la carretera lucen diminutos, ya que los huecos que se abren para sacar carbón superan los 164 metros de profundidad bajo el nivel del mar. Es difícil asimilar las proporciones de estas gigantescas excavaciones. Tal vez se entienden mejor cuando alguien explica que, cada seis meses, Cerrejón mueve tanto material como el que se movió en la construcción del Canal de Panamá. Dependiendo de la tecnología y del tipo de suelo, por cada tonelada de carbón es necesario extraer entre 6,5 y 15 toneladas de suelo estéril. "Este balde mueve 90 m3 en 45 segundos", explica Hugues Ortega, quien supervisa el manejo de la dragalínea más grande que hay en América Latina y que es propiedad de Drummond.

El tamaño de estas explotaciones se refleja en la magnitud de las inversiones. El 32% de la inversión extranjera directa en Colombia a septiembre de 2006 correspondió a la industria minera y casi la totalidad de esta suma va a proyectos carboneros. Cerrejón ha invertido US$500 millones en los últimos tres años y para 2007 tiene inversiones programadas por US$350 millones. Drummond invertirá en los próximos dos años cerca de US$1.100 millones en la apertura de las minas de El Descanso, Rinconhondo, Similoa y la Jagua; en la ampliación del puerto a 70 millones de toneladas y en la construcción de la segunda línea férrea de Fenoco, donde es socio mayoritario.

Coalcorp, el recién llegado, tiene un presupuesto de US$400 millones para empezar a explorar y hacer crecer la producción en La Francia y la Caypa. Además, este año hizo una alianza con BHP Billiton para explorar nuevas zonas en Boyacá, Cesar y Santander. BHP Billiton va a invertir US$15 millones en los próximos tres años para la exploración de esas minas.

Ante el crecimiento de la demanda mundial, las compañías mineras tienen ambiciosos planes de crecimiento. Cerrejón, que produjo 27,5 millones de toneladas el año pasado, va a producir 31,5 millones este año, y 32 millones en 2008. Drummond, por su parte, pasará de 22 millones de toneladas a 26 ó 28 millones este año, dependiendo de si es posible iniciar las obras en la mina de El Descanso, que está pendiente de recibir la licencia ambiental. Glencore espera mover 11,5 millones de toneladas en 2009 y 14,4 millones en 2010, entre su producción directa y la comercialización de otras minas.

La carrera por el crecimiento se aprecia en los múltiples cambios de propiedad en el sector desde que se inició la explotación en gran escala en Colombia. Ninguno de los socios que empezaron el negocio carbonero en el país permanece. El consorcio conformado por las tres compañías mineras más grandes del mundo —la australiano- inglesa BHP Billiton, la sudafricana Angloamerican y la suiza Glencore (que en 2006 fue sustituida por la también suiza Xtrata)— compró Carbocol en 2000 e Intercor en 2002. Además, se desarrolló la minería a cielo abierto en el Cesar, donde la estadounidense Drummond entró en 1989 y la suiza Glencore abrió la mina de Calenturitas en 2004. Glencore compró en 2005 en el Cesar la mina de la Jagua de Ibirico por US$110 millones al Grupo Empresarial Antioqueño, y en 2006 adquirió la mina Consorcio Mineros Unidos. Por su parte, el grupo canadiense Americoal adquirió a finales de ese año Carbones del Cesar, y el también canadiense Coalcorp compró el 7 de febrero de 2006 la mina La Francia en el Cesar, y la Caypa en la Guajira.

Los márgenes del negocio dependen del tipo de minería, la constitución del yacimiento, el tipo de tecnología y la eficiencia y productividad que se logren. Uno de los factores que más afecta la competitividad es el costo del transporte. La tonelada de carbón puesta en puerto colombiano puede costar US$50, pero puesta en Rotterdam alcanza los US$70 por el transporte marítimo. Internamente, el costo de movilización puede estar entre US$10 y US$15 por tonelada, lo que significa que casi la mitad del costo se lo está llevando el transporte.

La pelea por los compradores es a muerte y en ella, el precio es decisivo. Las compañías están en una carrera permanente por aumentar la productividad y la eficiencia en todo el proceso.

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