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Congreso de la Nación.

Javier Vedda BalzanoSíntesis10 de Mayo de 2016

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  El hecho ocurre en el Congreso de la Nación. El debate en la Cámara de Senadores lleva más de un mes y transita por su momento más tenso. Lisandro de la Torre, senador nacional por Santa Fe, con su brazo extendido muestra a los presentes uno de los documentos secuestrados al frigorífico Anglo. El ministro de Hacienda, Federico Pinedo, que es uno de los interpelados, no soporta la tensión y agravia al senador. Lisandro de la Torre se levanta indignado de su banca y avanza con paso intempestivo. El ministro de Agricultura, Luis Duhau, se interpone y lo golpea. De la Torre cae de espaldas, y Enzo Bordabehere, también senador por Santa Fe, corre para ayudarlo. Varios disparos retumban en la Cámara del Senado. Bordabehere, herido con dos proyectiles en la espalda, gira para enfrentar al agresor. El ex comisario Ramón Valdez Cora le dispara con frialdad. Otro balazo en el pecho. Enzo Bordabehere se desploma frente a Lisandro de la Torre, el verdadero destinatario de las balas.

   En 1929, el llamado Crack de Wall Street sacude al capitalismo y genera una gran crisis económica en el mundo. Gran Bretaña, el principal comprador de productos argentinos, despliega una serie de medidas para superar la crisis. Toma disposiciones proteccionistas y crea el Commonwealth, un área preferencial de compra y venta de productos con sus excolonias, entre las que se encuentran Australia, Nueva Zelanda y Canadá, grandes competidores de la Argentina en el mercado mundial de carnes. El objetivo del Commonwealth es asegurar un área comercial para la libra esterlina sin dejar lugar a su gran competidor: el dólar. Esto es necesario porque no hay un patrón internacional de intercambio de moneda, ya que el patrón oro ha desaparecido. De esta manera, busca generar relaciones comerciales estables entre los miembros. La situación para las carnes argentinas en el mercado mundial es complicada. Frente a la profunda crisis, Alemania, Francia y Estados Unidos también restringen sus compras en el mercado internacional como forma de proteger sus reservas.

  En Argentina, la crisis financiera y la caída del comercio internacional provocan el derrumbe de las exportaciones agrícolas, con la consecuente disminución de los ingresos de divisas necesarias para adquirir materias primas y productos importados para abastecer al mercado local.

  El gobierno de Hipólito Yrigoyen, sin embargo, sigue con una larga tradición argentina, y a diferencia de lo que hacen las grandes potencias, continúa con los pagos de la deuda externa, lo que provoca un fuerte incremento en el déficit del Estado. La actividad industrial busca sustituir muchos de los productos importados, y lo hace, en la mayoría de los casos, intensificando el uso de las instalaciones ya existentes. Comienzan a crecer los sectores ligados a la producción de alimentos, metalmecánica, química y textil, un proceso que se desarrollará a lo largo de la década de los 30. Los grandes capitales de los terratenientes, dedicados antes a la exportación, se vuelcan ahora a la industria y a la especulación inmobiliaria. Pero también, muchos propietarios de talleres y comerciantes empiezan a producir para el mercado interno.

  El derrumbe de los precios provoca en el campo el éxodo de gran cantidad de pequeños productores y trabajadores rurales. Estos se trasladan hacia las ciudades, y en muchos casos pasan a formar parte de los planteles de obreros de las incipientes fábricas.

   Son los años del segundo gobierno de Hipólito Yrigoyen, líder de la Unión Cívica Radical, el partido mayoritario que gobierna el país desde 1916. Pero ante la profunda crisis económica y el proceso inflacionario, los sectores medios y populares dejan gradualmente de apoyarlo. Hacia 1930, entre denuncias de corrupción, renuncias masivas de miembros del Gobierno y rumores acerca de la creciente incapacidad física de Hipólito Yrigoyen, el Ejército derroca al presidente constitucional, consumando, de esta manera, el primer golpe de Estado argentino.

  Las clases propietarias y los militares vacilan entre las diversas propuestas de acción. Por un lado, los nacionalistas, alentados por la propagación a nivel mundial de regímenes de este tipo, aspiran a un elitismo autoritario que acabe con el sistema de partidos. Esta línea dura está encabezada por el presidente de facto, general José Félix Uriburu, quien acusa a la democracia, al comunismo, al liberalismo y al imperialismo norteamericano de constituir los males del país y complotar contra la unidad nacional. Este grupo nacionalista pretende el gobierno de una minoría proveniente del ámbito militar amalgamada por la Iglesia católica y no atada a intereses extranjeros.

  La otra tendencia, preferida por terratenientes y gran parte de los militares, es la que dirige el general Agustín P. Justo, que promueve una vuelta al modelo político de los conservadores previo a la Ley Sáenz Peña, y por lo tanto al voto universal, masculino, secreto y obligatorio. Los seguidores de Justo pretenden una democracia sin necesidad de una mayoría, basada en el fraude y la proscripción.

  Al poco tiempo de estar Uriburu en el poder, los socialistas y los demócratas progresistas, que en un comienzo habían apoyado el golpe contra Hipólito Yrigoyen, pasan a la oposición. ¡La revolución hizo crisis, y el gobierno que engendró se debate en el vacío! A las proclamas reiteradas y a menudo elocuentes del General, el pueblo contesta: ¡queremos nuestras libertades, no queremos reacción! (Lisandro De la Torre)

  Y los conservadores fundan un nuevo partido: el Demócrata Nacional. Para la misma época, la Unión Cívica Radical se reorganiza conducida por el expresidente Marcelo Torcuato de Alvear, y en julio de 1931 el general radical Gregorio Pomar intenta una revolución que es rápidamente sofocada. El gobierno de Uriburu utiliza el fallido intento revolucionario como excusa para apresar a toda la cúpula del partido. Ante la imposibilidad de llevar como candidato a Alvear, los radicales resuelven abstenerse en las elecciones presidenciales de 1931.

El Partido Demócrata Progresista se une al socialismo y presentan la formula Lisandro de la Torre- Nicolás Repetto, que es derrotada.

  El Partido Demócrata Nacional, una fracción del socialismo y el sector antipersonalista de la Unión Cívica Radical presentan a Agustín P. Justo como presidente y a Julio Argentino Roca (hijo) como vice. La fórmula Justo-Roca triunfa. Aun con fraude, la victoria de los conservadores no es aplastante. Los demócratas y los socialistas obtienen legisladores y ganan en algunas provincias y municipios.

  Hacia 1933, cuando empieza a notarse que la crisis iniciada en 1929 no es una más y que su profundidad alcanza niveles desconocidos hasta ese momento, el gobierno de Agustín P. Justo decide cambiar el rumbo de su política económica nombrando a Federico Pinedo como ministro de Hacienda. Pinedo y Raúl Prebisch, funcionarios del mismo ministerio, llevan adelante una serie de medidas: implementan el control del valor de las monedas extranjeras, regulan las importaciones alentando algunas y desalentando otras, y crean los mecanismos para controlar la cantidad de dinero que circula, poder fijar, de esta manera, las tasas de interés bancarias. En 1935, se crea el Banco Central, que será dirigido por Raúl Prebisch. Se funda también un organismo estatal para liquidar las deudas de los bancos más golpeados por la crisis, y se crean las juntas reguladoras de carne, de granos, de algodón y de vino para asegurar con fondos del Estado un precio mínimo a los productores.

  Se busca también reforzar los lazos con Gran Bretaña, ya que el Gobierno argentino teme por el futuro de las exportaciones de materias primas. El vicepresidente Julio Argentino Roca (hijo) encabeza la comisión negociadora que viaja a Londres con el objetivo de mantener un negocio que consideran imprescindible para la economía argentina: las exportaciones de carne. Las exportaciones se mantienen, pero, a cambio, los británicos logran una extraordinaria negociación. Se aseguran de que la totalidad de las libras ingresadas a la economía argentina se consuman en Gran Bretaña. Consiguen que se continúe con los pagos de la deuda a la Banca inglesa en medio de esa profunda crisis, aun cuando la mayoría de los países han suspendido los pagos de sus compromisos. Obtienen un trato preferencial para la importación inglesa de carbón y bienes para los ferrocarriles y los textiles. Y también logran que las ganancias de las empresas británicas radicadas en Argentina puedan ser remitidas libremente a su país de origen. Los británicos defienden el sistema de transporte que mantienen instalado en el territorio argentino. Pactan un trato benevolente para sus ferrocarriles y para la compañía Anglo de tranvías. El Gobierno argentino acuerda con el inglés que obligará a los colectiveros nacionales a unificarse con los tranvías en la llamada Corporación de Transporte de la Ciudad de Buenos Aires.

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