Cuatro Tesis Sobre La Identidad Cultural Latinoamericana
antonijuarez20 de Agosto de 2014
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CUATRO TESIS SOBRE LA IDENTIDAD CULTURAL LATINOAMERICANA. UNA REFLEXIÓN SOCIOLÓGICA
Jorge Vergara Estévez *
Jorge Vergara del Solar**
El artículo expone las cuatro tesis fundamentales acerca de la identidad cultural latinoamericana. Recurriendo al debate teórico sobre el concepto de identidad cultural, plantea diversos cuestionamientos a la referida tesis y propone algunos elementos básicos para una reinterpretación sociológica de la temática.
Palabras claves: Identidad - Teoría.
The present work states the four main theses on cultural identity in Latinamerica. Having as a starting point the theoretical debate on the concept of cultural identity, it questions such thesis and proposes some basic elements for a sociological reinterpretation of the issue.
Key words: Identity - Theory.
El tema de la identidad cultural se ha incorporado tardíamente a la investigación y discusión sociológica latinoamericana, puesto que aparece recién en la década de 1980 y, sobre todo, en los años noventa. La sociología se incorpora como el convidado de piedra a un debate que ensayistas, filósofos, literatos, historiadores y antropólogos vienen realizando al menos desde fines del siglo XIX. Podemos hacer algunas conjeturas que expliquen esto.
La sociología como disciplina empírica se desarrolló en América Latina desde fines de la Segunda Guerra, en contraposición con el pensamiento social precedente. La orientación teórica de la sociología desde ese período no favoreció la incorporación del problema de la identidad y la cultura. La recepción y asimilación de la teoría de la modernización, en sus distintas vertientes y, posteriormente, el cepalismo y la teoría de la dependencia privilegiaron como tema central el análisis de las estructuras sociales en vista de su transformación modernizadora. Podría conjeturarse que, para estos diversos enfoques, el tema de la identidad aparecía más bien ligado a la conservación de formas de vida tradicionales y/o dependientes que a los procesos de cambio societal.(1)
En los últimos años se ha producido una apertura hacia los fenómenos culturales que se expresa, entre otros aspectos, en los estudios de cultura política y en el desarrollo de la sociología de la religión y la sociología de la cultura. En este contexto, han aparecido importantes investigaciones sociológicas centradas en la identidad o donde ésta tiene un papel relevante. Es el caso de los estudios de Morandé y Larraín en Chile. Esta emergencia temática se ha visto favorecida por los procesos de transformación cultural, social y política que han experimentado las sociedades latinoamericanas en este período. Estamos viviendo en un período donde la ligazón entre la identidad cultural y los Estados nacionales se ha debilitado. En el proceso de internacionalización y de profundización de las interrelaciones económicas, culturales y políticas, el modelo de las identidades nacionales ha perdido vigencia (Habermas; 1989), pese a que en muchas regiones se ha producido un renacer de dichas identidades, bajo la forma de nacionalismos extremos.
En América Latina, especialmente en la última década, se ha profundizado la dependencia económica e incluso política. Paralelamente, se está experimentando un acelerado proceso de modernización cultural mediante el impresionante crecimiento de la difusión de los medios comunicativos: “La mayoría de los bienes y los mensajes que recibe diariamente cada pueblo han sido generados fuera de su territorio o en empresas trasnacionales que, aún residiendo dentro del propio país, ajustan su producción a estándares globales” (García Canclini; 1993: 259). Paralelamente, se ha producido una gran extensión de la educación básica y media y un acelerado proceso de internacionalización de la formas de consumo, y, en forma más limitada, de las estilos de vida. A su vez, continúa la migración interna hacia las grandes ciudades y la ampliación de una “cultura de la pobreza” (Lewis; 1966) signada por formas de exclusión social que han sido denominadas como “pobreza dura” (Bengoa; 1996: 155-166), o “nueva pobreza” (Bauman; 1998: 129-152).
Frente este proceso de colonización acelerado del mundo de la vida y de destrucción de valiosas tradiciones y formas de vida, el pensamiento crítico no puede ya definirse exclusivamente por su orientación al cambio social. Enfrentado a estos procesos de modernización de dinámicas exógenas, ha resignificado la temática de la identidad, no para utilizarla como un argumento contra el cambio social, como lo hicieron anteriormente los conservadores, sino para discernir respecto a dichas transformaciones y proponer su humanización.
Las consideraciones anteriores permiten comprender por qué hemos optado por presentar las tesis clásicas sobre la identidad cultural latinoamericana, que provienen de otras disciplinas que la sociología. Estas representan, en importante medida, la autorreflexión de los latinoamericanos sobre su cultura e identidad. A futuro sería de interés correlacionar el debate que presentamos con la actual discusión sobre la cultura latinoamericana de autores contemporáneos como Brünner, García Canclini, García de la Huerta, Roig y otros.
LA COMPLEJIDAD DEL CONCEPTO DE IDENTIDAD CULTURAL
La pregunta por la identidad cultural de Latinoamérica no es obvia. Surge de una experiencia de incertidumbre, de un no saber, desde un horizonte de “crisis de identidad”, que por cierto no es privativo de América Latina, pero que, sin embargo, ha adquirido una especial profundidad para nosotros en las últimas décadas, por las razones ya señaladas.
El término “identidad” posee múltiples connotaciones en ciencias sociales y en filosofía. Esto hace necesario hacer algunas precisiones conceptuales para evitar la ambigüedad. Se ha dicho, con razón, que la identidad es la respuesta a la pregunta quién soy, a nivel individual; o quiénes somos, a nivel grupal, étnico, nacional o continental. Y la respuesta no puede ser sino plural. “El problema de la identidad” es siempre de las identidades. De este modo, podremos concebir la identidad cultural como una trama de niveles, no siempre concordantes, por lo que pueden producirse “conflictos de identidad” (Gissi; 1982: 158-159).
Habitualmente, se la interpreta como un dato ya constituido, como una entidad, cuya posesión define al sujeto. Esta es la interpretación predominante en el pensamiento conservador que la concibe como “esencia del ser nacional”, como un núcleo ético, cuya recuperación permitiría “asumir la identidad”. Sin embargo, la identidad cultural puede ser vista como un proceso abierto, nunca completo; como una identidad histórica, que se encuentra en continua transformación y cuyo sentido reside en posibilitar el autorreconocimiento, el desarrollo de la autonomía y la dinámica endógena (Hall; 1990 y Larraín; 1996a: 207-254, 2000: 12-42, 2001: 21-48). La identidad proviene de la tradición, pero es siempre construcción social e histórica. La tradición nunca puede ser incuestionada, pues puede dar lugar a discursos o prácticas de negación radical de la vida y libertad de los otros, como Habermas lo ha señalado (Habermas; 1989 y 1995). No se trata tampoco de revivir el rechazo iluminista de toda tradición, pues dicho rechazo constituye, en realidad, otra forma de “tradición del progreso”, igualmente incuestionada (Habermas; 1963a: 295 y 1963b: 113).
Entendemos que plantear la identidad como construcción social es pensarla como voluntad, “como un resorte para la acción”, más que como una forma de contemplación (Biagini; 1989: 98). Tradicionalmente, se considera la identidad social como unidad de los sujetos consigo mismos. En realidad, la identidad social es siempre relacional e intersubjetiva. Se constituye en procesos de comunicación e integración en lo que no están ausentes tensiones, conflictos y modalidades de dominación. Asimismo, la identidad se construye siempre como diferencia con otras identidades. Esta diferenciación puede ser entendida como una posición absoluta y un conflicto existencial, es decir, como separación entre amigos y enemigos (Carl Schmitt), o bien como oposición en la que está implicada el reconocimiento del otro (Hegel). En síntesis, la identidad cultural es un proceso de diferenciación de carácter intersubjetivo, mediado interactiva y comunicativamente, que permite el autorreconocimiento y la autonomía. Se construye desde la tradición, pero mantiene con ésta una relación crítica. No se refiere únicamente al pasado, sino también al presente y al futuro, a lo que se quiere ser (Habermas; 1989). Por último, la identidad, desde este punto de vista, es también un principio de resistencia frente a lo percibido como amenaza, alteración o dominación.
PRINCIPALES TESIS ACERCA DE LA IDENTIDAD LATINOAMERICANA
La primera tesis acerca de la identidad latinoamericana tiene un carácter paradójico. Afirma que dicha identidad no es “latinoamericana” sino indígena, puesto que nuestra región nunca ha dejado de ser indígena en sus aspectos esenciales. La cultura europea no ha sido entre nosotros más que una yuxtaposición colonial o neo-colonial, una cultura imaginaria o una apariencia de modernidad. Deberíamos volver a nuestras raíces ocultas bajo este mundo impuesto por los dominadores extranjeros, para encontrar allí nuestra única y verdadera identidad. Dice, por ejemplo, un intelectual maya: “Podríamos afirmar que la sabiduría acumulada durante siglos en el seno del pueblo maya nos ha posibilitado perdurar en el tiempo y proyectarnos al infinito...La opresión que se cierne sobre nuestra civilización nos ha obligado a permanecer en
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