Del paraíso peronista a la crisis del desarrollo (1949-1958)
marisasep26 de Junio de 2014
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Del paraíso peronista a la crisis del desarrollo (1949-1958)
La hegemonía cuestionada
El año 1948 había sido el mejor del gobierno peronista. La economía todavía crecía con solidez, y el futuro era visto con optimismo. En el marco de abundancia, Perón se ocupaba de realizar una reforma constitucional que le permitiera ser reelecto. La victoria oficialista en las elecciones fue total. La reforma del artículo 40 fue la más significativa desde el punto de vista económico, ya que consagraba la monopolización del comercio exterior por parte del estado.
El encierro de la oposición se veía agravado por la política de comunicaciones del oficialismo. No era fácil para los integrantes de los partidos opositores acordar una posición común ante un gobierno que los ignoraba. Con el apoyo de varios políticos de la oposición, el general Menéndez encabezó un intento de golpe de esta, que le permitió a Perón señalar enemigos peligrosos. La minoría antiperonista no se acobardó ante la superioridad numérica de quienes apoyaban al gobierno. Paradójicamente, la estrella de Perón comenzó a declinar cuando la economía empezaba a encaminarse nuevamente en una senda de crecimiento.
Síntomas de crisis
Lo que ha quedado para la historia económica como la etapa “clásica” del peronismo abarcó tres años, entre 1946 y 1948, y entró en crisis en 1949. La intensa expansión del producto y del gasto durante este tiempo había sido fomentada desde el gobierno. En 1949 se produjo un debilitamiento económico por la balanza comercial y la inflación. Esta caída puede ser vista como la vuelta a una normalidad de términos de intercambio, a lo que se sumaron las consecuencias de una política exterior orgullosa, que impidió la participación argentina en el Plan Marshall.
La campaña agropecuaria de 1949-1950 fue bastante mala. El bajo nivel de exportación redujo las divisas disponible y obligó a comprimir las importaciones, que eran la base de la producción industrial local. Los controles que el gobierno impuso perjudicaron a la industria. El aumento de la inflación fue acompañado por un ajuste en los tipos de cambio. Pero más allá de una tímida desaceleración de la creación de dinero, no hubo signo de una firme voluntad estabilizadora. Para algunos peronistas la inflación era un mal necesario. Pero en 1951, el panorama volvió a empeorar. La inflación superó a la tasa de aumento salarial. La reaparición de las huelgas contribuyó a difundir la sensación de que una era de rápido progreso popular estaba concluyendo.
La hora de la austeridad: el plan económico de 1952
Los pronósticos para el año 1952 eran del todo desalentadores. El plan de estabilización de 1952 apuntó a detener la inflación y resolver el problema del déficit comercial externo. Había que gastar menos. La retracción fiscal se combinó con una política monetaria mucho más restrictiva que hasta entonces. La tasa de crecimiento de la cantidad de dinero descendió abruptamente. La política antiinflacionaria fue acompañada por un manejo de los salarios. Hubo algunas medidas que apuntaron al aumento de las exportaciones y se cambió la actitud hacia el capital extranjero. A juzgar por el movimiento de las principales variables desde 1952, el plan debe considerarse exitoso. La caída de la inflación restableció la confianza en el peso y la balanza comercial pasó a ser superavitaria.
Una vuelta al campo
Más allá de la discusión acera de los efectos de la intervención inicial del IAPI, lo que está fuera de duda es el nítido cambio de signo de la política de compras de cosechas a partir de fines de la década del 40. La política de estímulo a las exportaciones agropecuarias descansó solamente en los subsidios del IAPI, y no en una devaluación. Las opiniones de la Sociedad Rural reflejaron el cambio de humor de la gente del campo a partir de los años 50. Hubo intentos más o menos exitosos por aumentar la productividad y bajar los costos de la producción agropecuaria argentina. El drástico replanteo de la política para el agro puede ser visto como un reconocimiento de los límites que tenía la pretendida transformación de la economía.
Dilemas de una industrialización acelerada
Durante el peronismo, el impulso industrialista se intensificó a través de políticas que buscaban completar el proceso de sustitución de importaciones. Los dos instrumentos clave fueron la política crediticia y la de protección. Los años del peronismo fueron años de vigoroso crecimiento industrial. Lo que sí es más difícil de establecer con las estadísticas disponibles es la performance argentina. El desarrollo de la industria sólo puede calificarse como un éxito parcial, ya que la mayoría de sus industrias no tenía ventajas comparativas. Es más apropiado asociar la política del peronismo a la estrategia “diversificada” que a la versión “concentrada” de la industrialización. Muchas de las industrias no alcanzaban una cierta escala mínima a partir de la cual pudieran trabajar con eficiencia, defecto que se habría atenuado con una industrialización más selectiva. El resultado fue una producción manufacturera de alto costo y con pocas posibilidades de exportación.
¿Un defecto estructural?
Después de dos años de un superávit comercial provocado por el plan de estabilización reapareció el déficit comercial. La recuperación de la demanda por sus productos industriales locales se traducía en mayores necesidades de insumo, en su mayoría de importación. Parte de la debilidad exportadora se debía a las políticas internas, pero también influían las condiciones internacionales. La respuesta peronistas era el control de cambios, que se reforzaba o relajaba según la gravedad de la coyuntura. Estos controles eran sólo una solución temporaria. Era necesario incentivar las exportaciones y alentar la producción local de maquinarias e insumos industriales. Pero producir localmente acero y petróleo demandaría grandes inversiones iniciales, que presionarían la balanza de pagos hasta que éstas inversiones rindieran sus frutos. Los años siguientes a la guerra fueron de “oportunidades perdidas”, ya que podría haberse encarado la capitalización del país en industrias básicas. En lugar de ello, se utilizaron las reservas para la nacionalización de activos extranjeros.
Un intento de corrección: el Segundo Plan Quinquenal
Un objetivo explícito era el de solventar las necesidades básicas del país en lo concerniente a la producción de materias primas, energía y transportes y bienes de capital. La urgencia era ahora avanzar hacia un estadio superior de la industrialización. Pero la principal complicación del plan fue el problema fiscal que venía acarreando el peronismo. Los esfuerzos del gobierno no alcanzaron para satisfacer la creciente demanda.
Una nueva bandera peronista: la productividad
Perón sabía que para mantener una economía dinámica era necesario incentivar la producción y la inversión garantizando las ganancias de los empresarios. Aumentar la cantidad de bienes a repartir era la clave, había que producir más. Con esta intención se convocó a un Congreso de la Productividad y el Bienestar Social (CNP). Los debates en el CNP tuvieron mucho más de conflicto que de acuerdo. Las prácticas laborales no eran la única manera de mejorar la capacidad de producción de la economía.
Atrayendo el capital
La inversión de origen interno era insuficiente para aumentar la productividad. Por esto, el gobierno recurrió a la inversión extranjera. En el Segundo Plan Quinquenal se declaró la importancia de los capitales extranjeros, y se abrió la posibilidad de que participaran en servicios públicos. Las prioridades eran la mecanización agrícola y la producción local de insumos. Los acercamientos entre los empresarios petroleros norteamericanos y el gobierno desencadenó un contrato con la California Argentina de Petróleo. Esta es una evidencia nítida de que el problema de abastecimiento de combustibles era un callejón que no tenía otra salida. Sin embargo, el contrato con la California fracasó.
Arturo Frondizi, uno de los líderes de la oposición radical, publicaba por entonces Petróleo y política, y defendía la tesis de que YPF era capaz de autoabastecer al país. El desgaste político del gobierno se estaba acelerando, y cada vez sonaban más fuertes los rumores de un levantamiento militar.
Una vez más, la hora de la espada
Que el país oyera por la radio la voz de Frondizi no era cosa de todos los días en 1955. El panorama político cambió sustancialmente a partir del innecesario conflicto de Perón con la Iglesia Católica. La rebelión consecuente fue sofocada y los grupos que apoyaban al gobierno reaccionaron quemando varias iglesias. Perón pensó que la única salida al enfrentamiento era un relajamiento en el control sobre la oposición. Las amenazas de Perón de un enfrentamiento eran una invitación a la revolución. Lonardi encabezó la Revolución Libertadora. La idea del presidente provisional era que no debería haber “ni vencedores ni vencidos”. Pero quienes habían sufrido la coacción peronista reclamaban una intensa “desperonización”. Proscripto el peronismo, la Unión Cívica Radical era por lejos la fuerza más importante.
El sombrío Informe Prebisch
La breve administración de Lonardi tuvo una nota saliente en materia económica. En el Informe Prebisch, el ministro subrayaba la gravedad de dos problemas: la balanza de pagos y la inflación. La culpa era casi toda del gobierno anterior, que había desalentado las exportaciones, ignorado el desarrollo de las industrias básicas y no había estimulado la producción petrolera.
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