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Reflexiones Sobre La Crisis Ambiental Y La ética Del Desarrollo


Enviado por   •  22 de Mayo de 2014  •  4.984 Palabras (20 Páginas)  •  280 Visitas

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REFLEXIONES SOBRE LA CRISIS AMBIENTAL Y LA ÉTICA DEL DESARROLLO

Veinte años después de la Cumbre de la Tierra, en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, tuvo lugar entre el 20 y el 22 de junio del 2012 la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible. Río + 20 puso sobre el tapete la problemática global ambiental. Pero no solo eso. La heterogénea aglomeración humana, junto con el cúmulo de información, análisis, propuestas y deliberaciones que se dieron cita en Río, pusieron bajo la lupa los aspectos económicos, sociales, políticos y finalmente éticos, amalgamados detrás de la mentada crisis. Analizar esto permite tener una mejor lectura sobre porqué la Cumbre de Río estuvo lejos de lograr el compromiso político y económico de los países poderosos para apoyar al desarrollo sostenible de los países menos favorecidos, en el contexto de crisis ambiental que casi todos reconocen, al menos en el discurso .

En diciembre del 2014, los ojos del mundo estarán puestos esta vez en la ciudad de Lima, Perú, al ser designada como sede de la 20° Conferencia de las Partes (COP 20), para debatir sobre el cambio climático. Se espera reunir a representantes de 194 países del mundo en esta cita cumbre. Se pretende lograr en Lima acuerdos que permitan beneficiar a las poblaciones más vulnerables al cambio climático, del Perú, de Latinoamérica y del mundo, y avanzar de cara a un acuerdo definitivo en la COP 21 de París, en diciembre del año 2015. Algunos ingenuos dicen que es un avance que al menos se reconozca que el cambio climático es uno de los problemas más graves que enfrenta la humanidad. ¿Logrará el Perú beneficios sostenibles de la COP 20, más allá del flujo de dinero del turismo que dicho evento propiciará?

El calentamiento global genera y/o agudiza problemas globales y globalizados, destacando entre esos, exacerbación de los eventos hidrometeorológicos extremos, degradación ambiental, deterioro y agotamiento de recursos naturales, pérdida de biodiversidad y extinción de ecosistemas frágiles, sabanización de la Amazonia, desertificación de los Andes, disminución de la disponibilidad per cápita de agua, que están sobre-exigiendo a la naturaleza más allá de toda posible resiliencia, y están produciendo más destrucción, pobreza y muerte en las poblaciones y países ambientalmente vulnerables. Tanto que gusta liderar, lamentablemente en materia de vulnerabilidad ambiental allí sí el Perú lidera. De acuerdo al Instituto Tyndall Center, el Perú es el tercer país más vulnerable en el mundo a los efectos negativos del Cambio Climático .

No solo el Perú, el planeta se está sometiendo a una crisis ambiental, la cual principalmente se debe a: i) el cambio climático generado por el hombre, que a lo largo del presente siglo va a agravarse; ii) las actividades económicas extractivas no responsables, formales e informales, que imponen externalidades negativas al ambiente y a la sociedad; iii) el uso y ocupación del territorio de manera reñida con aptitud y limitaciones de sus recursos naturales; iv) el marco legal y las condiciones de gobernabilidad que no facilitan ni propician la conservación de los recursos naturales, la preservación de los ecosistemas frágiles, ni la reducción de la vulnerabilidad ambiental.

La sincera, esclarecedora e inspiradora disertación de don José Mujica , Presidente de Uruguay, en la referida Conferencia de Río+20, anima y alienta a recordar que si se habla de la dicotomía pobreza-desarrollo no puede dejarse de reflexionar y discernir sobre la filosofía de la pobreza y del desarrollo. Por lo tanto, debe llamar a la reflexión sobre el hombre como sujeto y objeto de su desarrollo individual y colectivo, de su razón de ser de su realización personal, en suma, de su felicidad. No es un mero juego de palabras. Observar la diferencia no es solo conveniente. Hacerlo no es solo menester. Es de vida o muerte analizar la diametral diferencia en su verdadera magnitud: el hombre sujeto de desarrollo, versus el hombre objeto de consumo. Lo primero conduce a su realización y progreso; lo segundo, a su propia aniquilación y suicidio.

¿Se solucionarán los graves problemas derivados del calentamiento global, la crisis ambiental que la humanidad debe afrontar, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero? ¿La mitigación del cambio climático y la implementación de medidas de adaptación, son solución al problema? Se parte de la premisa, se inicia del hecho, que el Cambio Climático configurado actualmente en el mundo tiene causas antrópicas y no naturales. El argumento de este ensayo es que el problema medular no es la alta tasa de emisiones de gases de efecto invernadero. El problema de fondo no es tampoco la creciente vulnerabilidad del hombre y la sociedad humana frente al cambio climático, lo que se solucionaría desarrollando capacidades de adaptación.

Ninguno de ellos son los problemas de fondo, son solo efectos de una causa mayor. Debe irse hasta el meollo del problema, y hacerlo es un asunto de vida o muerte. No contentarse con analgésicos. El paciente no se sana bajándole la fiebre. El problema esencial es la insostenibilidad del modelo de desarrollo, que solo se soluciona con el cambio de paradigma de desarrollo. El actual modelo de desarrollo está conduciendo al género humano y al ambiente que le rodea, a un precipicio, a un despeñadero. Paradójicamente, el Homo Sapiens está tomando y arrastrando a sus congéneres a tomar las decisiones menos sabias. Decisiones que se hacen irreversibles y que día a día y en forma colectiva, están llevando al mundo que hoy conocemos a un camino sin retorno.

Qué penoso y vergonzoso es que para millones de personas y cada vez para un mayor número de gente, la única alternativa frente al cambio climático, la única “medida de adaptación” que les queda, es la migración. No solo individuos, sino familias y pueblos que se ven forzados a abandonar el lugar que vio nacer a sus ancestros. Qué penoso y vergonzoso que en el mundo de hoy ya no se hable tanto de refugiados políticos, aquellos que huyen de la acción de un tirano. Ahora hay y tiende a aumentar el número de refugiados ambientales, quienes huyen de los daños del deterioro ambiental, del cambio climático provocado anónimamente . ¿De acuerdo al derecho internacional, quién protegerá a los refugiados ambientales? ¿A qué puertas podrán tocar? ¿Se las abrirán?

El patrón, paradigma o modelo de desarrollo vigente, que se viene imponiendo desde el siglo pasado, no tiene respuestas frente a la crisis ambiental. Más bien la ha generado. El modelo busca un crecimiento económico continuo. La expansión de la economía está basada en el consumismo. Necesita de una “sociedad de consumo” y materialista por ende, donde el afán de lucro y el individualismo es su combustible . Inevitable e inexorablemente, el modelo conlleva a agudizar las diferencias entre ricos y pobres, es decir, entre quienes están dentro y fuera del sistema . Según el mismo Banco Mundial, en los últimos 40 años se han duplicado las diferencias entre los 20 países más ricos y los 20 más pobres del planeta .

La contradicción y veneno suicida que tiene el actual modelo es que es insostenible. El afán de lucro desmedido y la codicia de los productores y proveedores, los lleva a buscar ampliar la base de consumidores y a elevar cada vez más los niveles del consumo. Es insostenible porque el planeta no puede proveer ni mantener en el tiempo los recursos naturales para que todo el mundo pueda acceder y gozar del nivel de consumo que el modelo promete. Es decir, si las economías y sociedades “emergentes” alcanzan el mismo consumo y opulencia que hoy ostentan Norteamérica y Europa Occidental, el resultado es la irremediable degradación de la calidad del ambiente y los ecosistemas, y el agotamiento de los recursos naturales. Por esto, se reclama una “deuda ecológica” de los países desarrollados con el resto del planeta . Pero esta deuda es también de todos los actuales pobladores del mundo y los acreedores son sus nietos; deuda que aumenta vertiginosamente conforme las economías emergentes salen a la palestra.

Los promotores y favorecidos del modelo saben (o al menos lo sospechan, pero no refleja ser de su mayor interés) que el modelo es insostenible; que es perentorio, y que eventualmente colapsará. Pero aun así lo promueven. ¿Por qué? Por un interés egoísta, y un razonamiento ligero, además de miope y cortoplacista. No lo decimos ni admitimos, pero los hechos hablan por sí mismos: “Deseo hoy producir más, vender más, comprar más, tener más, consumir más. Mientras más, mejor. Aunque esto signifique un costo un daño ambiental, hoy, mañana y lejos, ese costo no lo voy a pagar yo”. Sin embargo, la voz de alerta de la comunidad científica internacional es clara: de persistir las tendencias del cambio climático que se están reportando, se producirán impactos catastróficos e irreversibles en los recursos hídricos, ecosistemas, alimentos, zonas costeras y en la salud humana .

Pero no solo es insostenible. El actual modelo de desarrollo es irresponsable e injusto. En realidad, esta negativa cualidad no debe aplicarse al modelo per se, puesto que es una creación humana, sino a las personas quienes lo promueven, lo apologizan y/o se favorecen de él, de modo irresponsable e injusto. El tema no es simple, no es blanco y negro. Pero tampoco es estático. Lo injusto transita hacia lo perverso. Lo es en la medida que a quienes el modelo beneficia, aventajadamente desarrollan acciones sistemáticas para evitar que grupos marginales puedan acceder a mejorar sus condiciones de vida, como se explica más adelante.

¿Por qué irresponsable? Puesto que hay una asolapada y diluida cuota de responsabilidad en el consumidor consumista (valga la redundancia) que se beneficia y es favorecido por el modelo. Esto es cierto en la medida que el consumidor puede y debe tomar conciencia que vive en la aldea global y en un ambiente que es patrimonio de toda la humanidad, la actual y la futura. El hombre solo usufructúa y administra el ambiente en donde vive. Lamentablemente, con su afán desmesurado e irrestricto de satisfacer el apetito de “tener más”, el hombre está dificultando, impidiendo, que otros, que viven ahora y los que vivirán después (las futuras generaciones) puedan aspirar a gozar de la “calidad de vida”, o mejor dicho, del nivel de consumo, que ahora éste tiene. Impedir o ignorar esto significa estar en contra del postulado fundamental de la teoría del desarrollo sostenible.

La responsabilidad es mayor en los tomadores de decisión y en los formadores de opinión pública, porque lo que ellos hagan y expresen, o dejen de hacer, repercute e influye sobre mucha gente. Todos éstos debieran saber -si al menos dieran una fracción de su inteligencia y tiempo para indagarlo- que el planeta no aguanta esta carrera de locos. La ignorancia no es una excusa en este mundo globalizado, dado el formidable avance de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) y el gran desarrollo de la investigación científica.

Está fuera de posible discusión las legítimas aspiraciones de millones de personas para acceder a los beneficios de un trabajo digno, que le permita atender las necesidades materiales y los anhelos de progreso de sus familias. Alimentación, salud, techo, educación, transporte, comunicaciones. Sin embargo, ¿cuándo una necesidad se convierte en un deseo? ¿Acaso no están las empresas y los proveedores, en complicidad con los comunicadores y publicistas, compitiendo ferozmente para aumentar sus ventas, seduciendo a los consumidores para que estiren sus bolsillos? Son millones de consumidores insatisfechos y frustrados, buscando la oportunidad de adquirir lo que su bolsillo les prohíbe, o endeudarse para conseguirlo. Después de 20 siglos cuán vigentes son las sabias palabras del filósofo Séneca “Pobre no es el que tiene poco, sino el que mucho desea”.

Permítase abonar un poco más sobre el carácter injusto del modelo. Es injusto cuando quienes se favorecen de este modelo, lo hacen conociendo que la implementación del modelo está afectando de modo casi irreversible al ambiente y los ecosistemas. Lo hacen, conociendo que el modelo no puede ser accesible para todos, ni ahora, ni menos para todos los que aun no nacen. Estos actores promueven y apologizan el modelo porque los favorece y favorece sus planes, y para promoverlo hacen uso de sus recursos de poder: comunicacionales, económicos, financieros y políticos. Estos actores pretenden que el modelo desparrame sus beneficios entre un exclusivo número de “usuarios”, quienes pagan su membrecía con la capacidad adquisitiva de su bolsillo.

Conocedores de los límites estrechos del modelo en el espacio y en el tiempo, los “stakeholders” del modelo, los actores clave e influyentes de las sociedades opulentas, desde los albores de la revolución industrial , han actuado en salvaguarda de sus intereses, y lo siguen haciendo. Son pensadores, ideólogos, académicos, políticos, hacedores de políticas y multimillonarios empresarios. El objetivo común es tratar de reducir el número de posibles y futuros “competidores” de oxígeno, o reclamantes de recursos naturales y de calidad ambiental, para que no agudicen las condiciones de insostenibilidad que tiene el modelo. Para ellos, los pobres desperdician los recursos naturales y degradan el medio ambiente insulsamente. Por lo tanto, la solución es minimizar el número de pobres evitando que nazcan. Nacieron así las propuestas y políticas de control de natalidad, con eufemismo luego “de planificación familiar”.

La justificación para el control de la natalidad es la teoría neo-malthusiana. Detrás de la tesis que la reducción de la tasa de natalidad es condición necesaria para lograr el desarrollo de los países pobres, está la otra: la pobreza se solucionará cuando se eliminen a los pobres. Asimismo, el pensamiento neo-malthusiano tiene como aliados y objetivos afines a la eugenesia y eutanasia, filosofías sociales que buscan eliminar al débil, al enfermo, al pobre, a todo quien signifique una carga social o lastre para la economía . La eugenesia propone intervenir para eliminar los individuos que no cumplen con determinados estándares genéticos, intelectuales y raciales. La eutanasia es la intervención para causar la muerte de una persona cuya vida no tiene la calidad mínima para ser considerada digna.

El “pragmático” pensamiento maltusiano está justificado por la “ética del bote salvavidas” , de popularidad sobre los tomadores de decisión de los países ricos. Se compara a los habitantes de los países ricos con los ocupantes de un bote salvavidas. Atiborrado de náufragos, el bote salvavidas va a deriva por un mar embravecido, en el cual se están ahogando muchas personas que ruegan ser subidas a bordo. Éstas representan a la gente de las naciones pobres. La respuesta de los ocupantes del bote debe ser dejar que los demás se ahoguen. Puesto que los recursos del planeta no son suficientes para el desarrollo de toda la población, no tiene sentido la ayuda económica a las poblaciones pobres, sino dejarlos morir a su suerte.

Las políticas de control de la natalidad han sido promovidas con fuerza por los países ricos y los organismos ligados a éstos, desde la segunda mitad del siglo pasado. Rol clave tienen los organismos afiliados a la Organización de las Naciones Unidas, la banca multilateral, organismos de la cooperación internacional, fundaciones de grandes empresas trasnacionales. Las políticas se implementan a través de varios mecanismos: compulsión legal, coacción, intimidación, chantaje, condicionamiento. Cada país “en vías de desarrollo” tiene su propia historia al respecto, más trágica y horrenda mientras más pobre y populoso el país, lindando con el genocidio .

Entre las medidas de control de natalidad más efectivas está el aborto. Millones de vidas humanas truncas, a quienes se les niega el derecho de nacer . Esta se implementa simplemente como parte de políticas demográficas de gobiernos, o se viabiliza de modo velado e inteligente, ya sea empaquetado dentro de lo que se promueve como los “derechos reproductivos de la mujer” y el “derecho humano al aborto”. Se trata de una desapercibida pero avasallante alianza cuádruple: i) los intereses políticos de los gobiernos de los países ricos, ii) la ideología feminista, que mira a la maternidad como un instrumento de dominación a la mujer; iii) el pensamiento maltusiano y eugenésico detrás de multimillonarias fundaciones para ayuda social; iv) el afán de lucro de las empresas fabricantes de productos farmacéuticos y anticonceptivos y proveedoras de servicios, requeridos para masificar las medidas de control de natalidad .

El control de natalidad es componente importante en las relaciones internacionales Norte - Sur, incorporándose en las políticas públicas y en los marcos legales de los Estados. Se legitiman y luego legalizan en base a la presión política y a través de estrategias de incidencia y comunicación social. ¿Altruismo al servicio de los pobres? ¿Justicieros que buscan empoderar a la mujer? ¿Compasivos esfuerzos para prevenir una vida de privaciones al niño por nacer o al anciano de vida indigna? ¿O maquiavélica y orquestada inteligencia alineada al objetivo de eliminar consumidores de oxígeno y asegurar pingües negocios? Muchos intereses políticos, ideológicos y económicos en juego. Lo injusto linda con lo perverso.

La efectividad de las políticas de control de natalidad en las regiones pobres no podrá impedir el colapso del actual modelo de desarrollo. El modelo no es sostenible porque los pobres sean una amenaza al sistema económico, sino porque el expansivo número de consumidores va asociado al carácter degradador, depredador y agotador del ambiente y los recursos naturales. Así, un niño de un país industrializado va a consumir en toda su vida lo que consumen 50 niños de un país pobre. Es decir, mientras que la hamburguesa que degusta un consumidor citadino insume 2,400 litros de agua; la papa que come un campesino necesita 25 litros para ser producida .

Cabe subrayar que erradicar la pobreza sobre el orbe es técnica y financieramente posible, sin necesidad de nefastas políticas de control de natalidad. Existe la tecnología y los recursos suficientes en los países para asegurar este objetivo con holgura y de manera sostenible en el tiempo. Esto ha sido largamente argumentado por académicos de la línea de Jeffrey Sachs . El logro de esto requiere dos condiciones necesariamente complementarias, que hoy lamentablemente están lejos de ser cumplidas:

 Política exterior de los países ricos de ayuda financiera y técnica a los países en vía de desarrollo para diseñar e implementar programas masivos de alimentación, acceso a educación y salud pública, provisión de servicios de agua y saneamiento, construcción de infraestructura de apoyo a la producción, capacidad de investigación en temas estratégicos para el desarrollo. Clave es priorizar la ayuda a regiones en condiciones extremas. La única condición de la ayuda debe ser su uso exclusivo en el objetivo establecido.

 Políticas públicas en los países pobres para promover una educación auténtica, seguridad alimentaria, conservación y aprovechamiento sostenible de recursos naturales, ordenamiento territorial, servicios públicos básicos, generación de empleo y transferencia de tecnología, investigación en temas estratégicos para el desarrollo; todo ello orientado a los intereses de la población pobre y vulnerable y de las futuras generaciones. Para esto se requiere gobiernos nacionales libres de corrupción y autoridades públicas con un auténtico compromiso con su pueblo, algo que en el Perú de hoy parece una utopía .

Debe reiterarse, sin embargo, que los esfuerzos por acabar la pobreza en todo el mundo necesariamente deben ir acompañados con el cambio del modelo de desarrollo y de lo que esto implica. Caso contrario, se tendría a siete mil millones de marchantes alineados consumidores en un mundo globalizado, echando leña al fuego, es decir, ejerciendo insostenible presión sobre los recursos naturales, exacerbando la degradación ambiental.

El crecimiento económico e incremento per cápita del nivel de consumo no puede verse necesariamente como positivo. Tener más no es siempre mejor. Lo que debe buscarse prioritariamente no es “tener más” sino “ser más”. Tener más, pero más capacidades, más libertad de oportunidades, y más oportunidades de realización, como lo propuso Amartya Sen. Ganador del Premio Nobel de Economía 1998, Sen sentó las bases para un nuevo paradigma de desarrollo al definirlo como “el proceso de expandir las verdaderas libertades que la gente disfruta”.

Tener más no es –no debe ser- un fin sino un medio. Ser más debe ser el fin. La teoría sobre el desarrollo debiera tener al hombre como fin, no solo en el discurso. El desarrollo debe ser antropocéntrico. De allí que el objeto del desarrollo debe ser la felicidad, como bien lo enfatizó don José Mujica en Río+20. La verdadera felicidad para el hombre no reside en tener más, sino en ser más, en concordancia con su vocación. Ése es pues el resultado de la búsqueda de su realización personal. Cabe entonces la pregunta: ¿Un modelo de desarrollo que considera –que reduce- al ser humano como un mero consumidor, que no tiene respuesta para las necesidades de los pobres, que ignora los derechos de las siguientes generaciones, puede tener al hombre como fin?

¿Dónde está el origen del problema? No se trata simplemente de problemas ecológicos o ambientales, sino más bien, un problema de fondo con efectos ecológicos y ambientales. Tampoco el problema es fundamentalmente económico, porque en términos generales los agentes son cada vez más eficientes, y en promedio las economías de las naciones vienen creciendo. Entonces, ¿es un problema básicamente político? ¿Acaso el problema se soluciona con la redistribución de la riqueza? Si fuera así, ¿cuál es la diferencia para los ecosistemas y para el ambiente si son degradados no por la intervención de 10 sujetos sino por la acción de 1000, si de todos modos serán degradados? Se trata de un problema que tiene aristas políticas, de un problema que puede desembocar en crisis política, ¿pero, quién lo genera? ¿Cuál es la madre del cordero?

El análisis y las reflexiones que se propone mediante estos apuntes permiten argumentar que el problema subyacente, el origen de la crisis, no es ecológico-ambiental, no es económico, ni político. El problema de fondo no es el modelo de desarrollo per se. El problema en su génesis no está siquiera en la insostenibilidad del modelo. El problema pues está en el hombre, en el desmedido e incontrolado apetito del hombre, quien ha ideado, puesto a andar, ha expandido, un modelo de desarrollo inapropiado: insostenible, irresponsable e injusto. Es una responsabilidad humana que se reparte de manera individual y social, tanto en el pasado como en el presente. Por esto, simplemente por esto, la crisis en esencia es ética.

Hasta ahora incontrolado, pero es controlable. Incontrolado no quiere decir incontrolable. El apetito del hombre sí es controlable. En realidad es auto-controlable. No debe esperarse que el cambio climático nos lleve hasta un umbral irreversible. Mejor dicho: No debemos llevar al cambio climático a un umbral irreversible. Aunque las vidas humanas, y las especies extinguidas ya no se podrán recuperar, revertir la situación está aún en manos del hombre, de la humanidad. Pero mientras más se postergue, mientras más tiempo se tarde en actuar, el costo a pagar será mayor. Ojalá que este cambio lo emprenda el hombre sin ser motivado por un razonamiento pecuniario. Es decir, no solo porque no hacerlo sea más caro como ya ha sido demostrado y cuantificado , sino porque hacerlo es lo correcto y justo. Ojalá se perfeccione aquel refrán que reza: “Donde termina el amor, empieza la ley”, por uno nuevo que proponga: “Solo donde existe el amor la ley tiene sentido”. Es decir, no por interés o conveniencia, no por temor a la sanción, no por miedo a la represión, sino por convicción.

Los obstáculos para avanzar en este reto provienen tanto del nivel individual como colectivo. A nivel individual porque eventualmente el egoísmo intrínseco al hombre será la tentadora tentación para que el hombre olvide y relegue su conciencia ambiental, su solidaridad y altruismo, con las necesidades y carencias de los menos favorecidos. A nivel colectivo porque la sociedad de consumo, sus leyes y sus poderosos e influyentes agentes económicos, se oponen todo intento de cambio radical. Por lo tanto, atacan de muchas maneras, con sutil inteligencia, a los individuos e instituciones que pretender cuestionar el status quo.

No habrá solución duradera ni válida al problema y crisis ambiental del planeta hasta que la humanidad tome conciencia, y en consecuencia cambie y reemplace el actual modelo de desarrollo. Esto es un proceso que se inicia con un mea culpa y cambio de actitud personal, para luego pasar a una labor de sensibilización, educación e incidencia política. La tarea es grande, el reto inmenso, pero no debe amilanarnos: ser agente de cambio para reconstruir el actual modelo de desarrollo. Reemplazarlo por otro modelo donde el motor del desarrollo no sea el afán de lucro y el individualismo, sino la felicidad, individual y colectiva. Felicidad basada en la realización de la persona en el ejercicio responsable su libertad. Allí, la sociedad de consumo y materialista será reemplazada por una sociedad fraterna y solidaria, en armonía con el ambiente y la naturaleza. Solo así, los postulados “libertad, igualdad y fraternidad” impuestos en 1789 por la sangrienta revolución francesa serán una realidad.

Como un corolario de lo expuesto, se desprende que el tema del cambio climático no debe reducirse a una responsabilidad del Gobierno. Pasarle la pelota a los gobernantes de turno no es la solución. Menos aún considerar que el cambio climático debiera ser solo preocupación sectorial del Ministerio del Ambiente. El calentamiento global es un fenómeno mundial, que afecta a todos y tiene consecuencias locales e integrales. Eso sí, actuar frente al cambio climático pasa por discernir e implementar eficaces políticas de Estado . Pero el asunto no queda allí. No es suficiente con emitir leyes. Los problemas de un país, ni menos aún los de la humanidad, no se resuelvan por decreto.

Tampoco el problema y la responsabilidad deben imputarse solo a los habitantes de los países ricos. No se resuelve nada echando la culpa a los “odiosos capitalistas”. Eso sería solo una manera de evadir el problema, acusar al otro para así evadir responsabilidades. Actuar así sería infantil. Dicho de otra manera, sería actuar como aquel avestruz, que esconde su cabeza en un hoyo cuando le viene un agresor. No. Enfrentar el cambio climático debe ser una tarea de cada miembro de la sociedad, independiente de su edad, sexo, etnia u ocupación. Pero asumir esta tarea solo será efectivo una vez que se tome conciencia del real problema de fondo, y se reconozca y asuma ser parte de la solución y no parte del problema.

Por todo esto, no es prudente esperar mucho de la COP 20. Ni de la COP 21, en Paris, para el año 2105. La solución no será un eventual acuerdo internacional como se pensó que sería el Protocolo de Kioto hace 18 años, para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y para financiar proyectos de adaptación al cambio climático. En el mejor de los casos, si el acuerdo se cumple, solo será un paliativo. Lo peligroso es que esto podría funcionar como bomba de tiempo, de efecto retardado; esto es, postergando el desenlace fatal. La solución radical y duradera, la verdadera solución, será la re-educación del hombre que conlleve al cambio del modelo de desarrollo de la humanidad. Esto es tarea de todos.

Ojalá que en un futuro próximo los organismos de desarrollo, nacionales e internacionales, así como las empresas del sector privado, incorporen en sus planteles a profesionales de las ciencias sociales, de la Antropología, Filosofía, Sociología, Comunicación, Derecho. De cualquier profesión u oficio, pero personas imbuidas de sensibilidad y de conciencia social y ambiental. Pero no solo eso. Ojalá que la sangre fresca sirva para que las organizaciones revisen sus misiones institucionales, revisen sus políticas de responsabilidad social. Y no solo eso. Ojalá que cada uno de nosotros en el Perú y en el mundo se sacuda y levante la mirada, dándose cuenta que el futuro de la humanidad está en nuestras manos. Solo de ese modo, el objetivo y el afán, no será el lucro, inmediatista y miope pretensión, sino la felicidad, la verdadera felicidad de la gente, de aquellos que no serán mis clientes, de nuestros nietos, y de los nietos de la gente que no tiene dinero para comprar. Ojalá que algún día el objetivo no sea solo tener más, sino primero y principalmente, ser más.

¡No más migrantes ambientales! Que no tenga que haber este tipo de migrantes, triste y vergonzante reedición de los migrantes políticos de antaño. Migración sí, pero que migremos del hombre cómodamente instalado, cuyo leitmotiv en su vida es lucrar. Migrar de aquel consumidor sediento de tener más, el pobre hombre a quien Séneca desnudó. Y migrar al hombre consciente del sufrimiento de los otros habitantes de la aldea global, consciente del futuro que les espera a las futuras generaciones, al hombre que tiene clara la diferencia entre necesidad y deseo. Esta es la migración que todos necesitamos, a la cual estamos llamados a aspirar y optar.

Cuántas evidencias para reafirmarse en la necesidad y justificación para llevar la cuestión pobreza-desarrollo a un análisis filosófico y ético, más allá de los planos económicos y políticos. En el ojo de la tormenta está el hombre que ha construido un modelo de desarrollo que no promueve el desarrollo. La crisis ambiental del planeta, expresada en el agotamiento de los recursos naturales, los severos impactos en los ecosistemas y en las poblaciones vulnerables, es solo un efecto, una consecuencia. La crisis del mundo es ética. Enfrentarla y vencerla es el impostergable desafío del milenio. Empecemos ya.

El migrante

Bibliografía citada

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