Educando en el siglo XXI al estilo del siglo XX: craso error

Educando en el siglo XXI al estilo del siglo XX: craso error.

Promover una educación de calidad y aportar a la movilidad social a través de la preparación de los estudiantes es el reto imperativo de las escuelas del siglo XXI, pero ¿es esto posible a través de la escuela tradicional?  Al consultar los resultados obtenidos en las últimas pruebas ICFES a nivel nacional, encontramos un panorama desalentador: la calidad de la educación es muy baja, no muestra indicios de mejora y en comparación a los resultados de años anteriores el panorama “va de capa caída”. Las razones de esta situación pueden ser muchas, pero en este texto el punto de concentración será en el tipo de enseñanza que se deja entrever que imparten en la mayoría de las escuelas: un tipo de escuela tradicional.

Una de las características preponderantes de la escuela tradicional es el magistrocentrismo, siendo la figura principal el maestro, cuya palabra, es la que se reconoce y la comunicación de los saberes se da de manera frontal para luego los discípulos escucharlos y copiarlos textualmente (Zilberstein et al.,1999). En ese tipo de sistema el protagonista principal de la educación es el maestro y por ende el material de enseñanza. El alumno toma un papel pasivo que solo se ocupa de memorizar lo transmitido por el profesor bajo la premisa de que “…el niño nace con la mente como una página en blanco, y mediante la enseñanza debía adquirir los saberes”. Generalmente, en esta escuela tradicional, como fue denominada, existía una escasa conexión con la vida (Zilberstein et al., 2001). Es como “un simulacro del aprendizaje” porque la resolución de problemas se vuelve mecánica y los estudiantes no explicitan sus ideas ni intercambian argumentos (García, F. 2008). Debe quedar en el pasado la creencia del estudiante que acumulaba la mayor cantidad de conocimiento era el más “inteligente”, pero a fin de cuentas no era el más competente. En ese tipo de escuela el estudiante no tenía necesidad de argumentar y tampoco era necesario llevar al estudiante a desarrollar sus habilidades, en los tiempos que corren esto no es para nada suficiente.

En la sociedad del siglo XXI en la cual, los jóvenes tienen acceso rápido al conocimiento, lo que se enseña en las escuelas debe tener un vínculo con la vida.  Debido a los múltiples avances tecnológicos que han traído como consecuencia la globalización y la creación de nuevas herramientas tecnológicas, la vida y los sueños de las personas se ve impactada. Por lo tanto, las prácticas educativas no deberían ser ajenas a esta situación, estas deberían ir en concordancia con esta tendencia porque la práctica educativa siempre debe adaptarse a las exigencias culturales y sociales de los implicados: alumnos, profesores y comunidades (Coyle et al., 2010).

Un estudiante pasivo que solo memorice y repita lo que le dicte el profesor está lejos de lo que actualmente la sociedad nos exige. Como bien expone De Zubiría, J. (2006), debido al cambio de paradigma que la escuela y por lo tanto de la sociedad están sintiendo, la escuela tradicional ya no aporta nada a las preguntas o demandas actuales de la sociedad. De ahí que existan estudiantes que no están preparados para la vida. Como también expone, la escuela es la institución social con más atraso y resistente a los cambios, la considera una institución monolítica, tradicional y conservadora, que en comparación con otras instituciones tales como los partidos políticos, la iglesia y la familia, la escuela ha quedado detenida en el tiempo durante los últimos 40 años. Ésta se resiste al cambio en una sociedad que se ha vuelto dinámica, con nuevas tecnologías cada día. Si las demás instituciones sociales para bien o para mal han ido cambiando y adaptándose a las nuevas tendencias y al contexto social, ¿por qué le cuesta tanto a las escuelas? Debido a los cambios políticos, económicos y culturales no hay cabida para una escuela de aprendizaje mecánico, memorístico y sin rigor crítico.

...