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FITZPATRICK - La sociedad rusa de fines del siglo XIX y principios del siglo XX


Enviado por   •  15 de Mayo de 2016  •  Exámen  •  1.433 Palabras (6 Páginas)  •  460 Visitas

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1.-A partir del texto de Fitzpatrick analizado en clase (La revolución rusa, capítulo 1), elaborar una caracterización de la sociedad rusa de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Indicar asimismo en qué consistieron las posturas populista, bolchevique y menchevique y quiénes las sostenían.

La Rusia imperial en los albores del siglo XX, conocía un momento de crecimiento económico, basado en un proceso de industrialización promovido por la inyección masiva de capitales externos a través de empréstitos multimillonarios, que fomentaron Las tres décadas que, acompañados por políticas de fomento y por la modernización de la banca, impactaron en un incremento de la riqueza nacional. Sin haber perdido los rasgos de una sociedad feudal -más allá de la emancipación de la servidumbre en 1860-, con una nobleza desarticulada, sin ciudades fuertes, ni un parlamento electo, ni partidos políticos legalmente reconocidos, era un régimen autocrático que gozaba de perfecta salud. Sin embargo, el escenario que describe Fitzpatrick estaba a punto de convertirse en el banco de pruebas para experiencias insurreccionales nunca antes vistas, ni siquiera en la convulsionada Europa occidental de la Era Moderna.

Y esta circunstancia se explica al revisar las corrientes de pensamiento revolucionario que surgieron en el último cuarto del siglo XIX: populismo, bolcheviquismo y mencheviquismo.

La autora considera a la postura populista como una categoría asignada retrospectivamente al sector de la inteliguentsia que consideraba “que la industrialización capitalista había producido degradación humana, empobrecimiento de las masas y la destrucción del tejido social de Occidente y que, por lo tanto, Rusia debía evitarla a toda costa” [2005:38].

Sin embargo, la autora hace la doble salvedad de que, por un lado, la asignación ex post factum del rótulo de “populistas” a este grupo de intelectuales implica otorgarles un grado de cohesión y coherencia que este colectivo no tenía y, en segundo término, que esta calificación había sido empleada por los marxistas rusos para diferenciarse de los sectores de la intelectualidad que discrepaban con ellos. Finalmente, nuestra autora indica que el así denominado “populismo” constituyó la la corriente más importante del pensamiento radicalizado ruso en el período 1860-1880, logrando una alquímica conciliación entre la oposición a la industrialización capitalista y la idealización del campesinado. Esta curiosa combinación de principios y valores respondía, a criterio de Fitrzpatrick, a la necesidad de salvar la abismal brecha que se abría entre los cultivados miembros de la inteliguentsia y el narod (pueblo llano), tendiendo un puente capaz de armonizar visiones ideológicas tan disonantes como la del socialismo utópico de cuño francés y el liberalismo anglosajón. De ese modo, los populistas rusos podían postular el mir como forma ideal de organización social campesina, incluso como reliquia de un comunismo primitivo, en oposición al impacto negativo que el tardío proceso de industrialización promovido en Rusia por el capitalismo, medio siglo después que en Inglaterra, había tenido sobre la población rural, conminada al despojo de sus tierras y a la reconversión forzosa en proletariado urbano en los nuevos centros industriales del país, como Petrogrado, Moscú o Kiev. Lejos de encontrar el “camino ruso al socialismo”, los populistas acabaron por perder el rumbo de la transformación social que pretendían tras el desastre que, en dos momentos distintos, hicieron sucumbir su corriente. El primer hito fue en 1873-4, cuando miles de estudiantes y profesionales, imbuidos de la consigna “ir al pueblo”, abandonaron en masa las ciudades y fueron al campo, con la idea mesiánica de guiar al campesinado hacia su redención. Recibidos con desconfianza por los campesinos,, los populistas se encontraron acorralados entre la persecución del régimen autocrático de Nicolás II, que percibía este moviimento como una alarmante amenaza al orden público, y la desconfianza de quienes pretendían conducir a la liberación , que terminaban entregándolos a la policía zarista, al considerarlos “hijos de la nobleza y probables enemigos de clase”, según indica Fitzpatrick [2005:39]. El segundo hito se registró a fines de la década de 1870, tras el desengaño de los populistas y su radicalización extrema, que culminó con un brote terrorista, mediante el cual pensaban liquidar la superestructura del régimen, para así dar paso a la libre elección de una nueva forma de gobierno. Este giro llevó al populismo a consumar el asesinato del zar Alejandro II y a un

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