HISORIA DE CHILE
AZKARAYEN25 de Mayo de 2015
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La sociedad mapuche durante la República de Chile
Ha concluido la colonia y las guerras de la Independencia sacudirán la zona central de Chile. Nada ocurre en el territorio mapuche. Concluyen las batallas cerca de Santiago y algunas tropas realistas se dirigen al sur a establecer un foco de resistencia. Se alían con algunos caciques mapuches y ocurre lo que en la historiografía nacional se conoce como el episodio de la “Guerra a Muerte”, llamada así por Benjamín Vicuña Mackenna con el objeto de resaltar la diferencia entre las batallas de la Independencia y esta guerra de guerrillas que ocurre en el sur fronterizo. Una vez terminado este episodio viene un largo período en que el Estado no va a tener capacidad de preocuparse de lo que ocurre en el lejano sur. Se mantienen las mismas relaciones fronterizas del período colonial, el mismo sistema de administración y también un ejército de fronteras de características similares al colonial. Muchos de los soldados y oficiales, además, son hijos y descendientes de esa milicia. Las guerras civiles "montistas" van a sacudir el sur indígena el año 1851 y 1859. Angol, recién fundado, será atacado y destruido por Mangin o Mañil Huenu, cacique de Victoria. Muchos revolucionarios penquistas, de Concepción, se refugiarán en la Frontera, en las comunidades indígenas[.
La guerra con España va a comenzar a cambiar las cosas en el gobierno de Santiago y a aumentar la preocupación por el tema fronterizo. Es en la década del sesenta, en que Cornelio Saavedra es nombrado Intendente de la nueva Provincia de Arauco y son aprobadas sus leyes de ocupación de la Araucanía, de construcción de fuertes en la "línea del río Malleco", por el norte y en la "línea del río Toltén", por el sur. Esas dos líneas aprisionan a la sociedad mapuche, que tiene salidas sólo hacia la cordillera y el territorio trasandino, donde el ejército de ese país también ha construido "líneas de fortines", para la provincia de Buenos Aires. Comienza un período de enfrentamientos militares entre los mapuches y el ejército chileno y argentino. Esta "segunda guerra de Arauco" concluye el año 1881 con la fundación de Temuco en el lado chileno y de Bariloche por el General Roca, en el lado Argentino. El año 1884, el ejército chileno llega simbólicamente hasta las antiguas ruinas de Villarrica, metidas al interior de un bosque centenario. A pesar de la resistencia que opone el cacique Epulef se funda esa ciudad, significando el retorno de las ciudades del sur destruidas al comenzar el siglo XVII. Habían transcurrido 280 años. (Ver Mapa Nº 23)
Los primeros años después de la Independencia: entre la valoración y la negación del mapuche
Las primeras décadas después de la Independencia de Chile va a constituir un período marcado por distintas percepciones desde la sociedad nacional hacia la sociedad mapuche. Se observa, en primer lugar, una valoración de parte de los criollos hacia los indígenas. Esta valoración positiva va a demostrarse en muchas manifestaciones e incluso en intentos jurídicos.
Al momento de iniciarse la independencia, las nuevas autoridades que estaban asumiendo el control del país miraron hacia la Frontera tratando de asociar su lucha a la resistencia que había opuesto el Pueblo Mapuche al conquistador español. En ciertos ámbitos como el de la Logia Lautaro, el título de algunos periódicos como las Cartas Pehuenches y, en general, la admiración que despertaba la lucha de los araucanos contra el español, hicieron presumir a O’Higgins, Carrera, Freire, Camilo Henríquez y varios hombres de la época, que invocar el pasado indígena hacía bien a la causa de la Independencia. Surgió así, un sentimiento de respeto y admiración hacia los mapuche, quienes son incluidos en el discurso patriótico como los altivos luchadores por la libertad y es elocuente que para la fiesta del primer aniversario del 18 de septiembre, las damas asistieran al baile de gala celebrado en el palacio de gobierno vestidas como “indias”. Dentro de este contexto aparece el interés de los primeros gobernantes de Chile por la Araucanía; Bernardo O’Higgins, tenía en mente la idea de incorporar definitivamente la Araucanía a Chile, incluyendo a toda la población indígena de este y el otro lado de la Cordillera. En 1817, O’Higgins se refería a los Araucanos, como “... el lustre de la América combatiendo por su libertad...”, agregando que estos formaban una preciosa porción de nuestro país que, seguramente, no abandonaría sus suelos para irse en pos de un español que sólo quería esclavizarles y hacerse feliz a costa de la servidumbre de sus moradores”....
La aristocracia criolla, durante esos primeros años de constitución de Chile como una nación independiente, se ve en la necesidad de reflexionar sobre la construcción de la identidad nacional y la idea de nación. El discurso giró en torno a las instituciones consideradas tradicionalmente sustentadoras de la identidad nacional: el ejército, la iglesia, la aristocracia, sin embargo, necesariamente debieron aludir a la presencia de las poblaciones indígenas del territorio. Por tanto, lo que ocurre es un determinado tipo de etnificación de lo indio desde el discurso proveniente del poder y de las elites, funcional a la construcción identitaria nacional.
Este discurso no es homogéneo, puesto que fluye desde diversos ámbitos de la actividad pública de la época, -políticos, eclesiásticos, militares, próceres de la independencia, gestores del republicanismo-, además no va a ser exclusivo de los primeros años del siglo XIX, sino que, paradójicamente, va a extenderse hasta los momentos más críticos y dramáticos que caracterizarán la acción del Estado Chileno hacia el Pueblo Mapuche.
Así vemos, por ejemplo, como en 1888, Horacio Lara en la dedicatoria su libro Crónica de la Araucanía, se refería al tema en los siguientes términos:
“...no ha obedecido a otro móvil que a la inspiración de un elevado sentimiento de patriotismo guiado de un sano propósito: -el de reconstruir el pasado histórico de un pueblo heroico que, como el araucano, tan profundas huellas ha dejado marcadas en nuestra vida nacional en tres siglos de la más tenaz de las luchas que haya sostenido en América una reducida porción de hombres encerrados entre estrechos linderos en honra a su independencia, o ya en defensa de sus campiñas, sus selvas i sus bosques que sombrean la humilde choza que oculta en su oscuros seno la robusta i altiva prole que desde los primeros vajíos de la existencia empieza a atisbar en su corazón el sagrado fuego del patriotismo... Antes que ese pueblo cuna de tantos héroes i ara de inmolación i sacrificio de tantos mártires desaparezca del todo del escenario de nuestra sociabilidad, hemos querido recoger en su lecho de agonía el postrimer aliento i estamparlo por decirlo así en estas pájinas ..”.
Es así, entonces, que en un primer momento se produce una valoración del mapuche, la que se complementa con la idea de incluirlo en el proyecto de nación que se estaba gestando para construir con él y sus territorios el nuevo país que surgía desde las ruinas del mundo colonial.
Se percibe un ambiente de profundas buenas intenciones en la construcción del nuevo Estado - Nación que se estaba formando, primando la idea de una gran hermandad. En esta dirección habría apuntado, por ejemplo, un proyecto de “Pacificación de la Araucanía” presentado en el año 1823 por Mariano Egaña, que permitiese ocupar la región con colonos nacionales y extranjeros, prefiriendo para ello a los propios mapuches. El proyecto, debía necesariamente ser acordado con los indígenas por medio de un parlamento, tal cual lo habían efectuado durante la colonia, españoles y mapuches.
Sin embargo, se visualiza un cuadro bastante contradictorio en la medida que se produce la llamada "Guerra a Muerte". Pues, si bien en una primera instancia los mapuches aparecen gestando los antecedentes de la nacionalidad, gracias a la “sangre araucana” derramada en pos de la libertad, el primer contacto directo que tuvieron los patriotas libertarios con los mapuches adquirió un carácter más bien traumático, con esta denominada “Guerra a Muerte”. Los mapuches se vieron envueltos en una guerra ajena, entre patriotas y realistas, pero fieles a los acuerdos y a la palabra empeñada, mantuvieron sus compromisos contraídos en los parlamentos con los españoles. En ellos, los españoles reconocían el territorio y autonomía del Pueblo Mapuche, en cambio los patriotas pensaban en un territorio unificado bajo la bandera chilena desde el norte hasta el Cabo de Hornos. Los mapuches percibieron esta diferencia entre chilenos y españoles y temieron, con evidente previsión, la constitución de un gobierno central en Santiago que, poseedor de fuerzas armadas ofensivas, atacara y sometiera definitivamente el territorio[.
De esta manera, los mapuches adhirieron mayoritariamente al bando realista y lucharon contra los chilenos, contra los fundadores de la patria. En este sentido, decae en el imaginario nacional la figura mapuche que cimentaba la lucha por la libertad y la defensa de los derechos como pueblo independiente. Por otro lado, la forma de lucha que se dio en la Frontera, tuvo un carácter en el que la caballerosidad no era el signo más característico. El accionar de los mapuches transforma radicalmente la imagen que se había construido de ellos, frente a la naciente sociedad nacional. Aparece el estereotipo del bárbaro, la imagen de seres salvajes, primitivos, que no coincidía, o no estaba a la altura del proyecto de nación liberal
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